Andrés Ferreyra, docente que dio nombre a la biblioteca popular
El rico aporte del maestro a la educación nacional y su relación espiritual con nuestra ciudad. La influencia de su libro “El nene”, con el que muchos aprendieron a leer
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Ecos Diarios
Andrés Ferreyra es uno de los nombres más conocidos de nuestra ciudad. Es el nombre de la biblioteca popular del Centro Cultural y alguna vez fue también la denominación de un gimnasio a cielo abierto para niños, que funcionaba en la Plaza Dardo Rocha.
Sin embargo, es poco lo que hoy se sabe de la persona de quien en su carácter de maestro que en su momento llegó a ser una de las figuras más influyentes de la educación argentina.
A pesar de la confusión que existe en la actualidad sobre la identidad del pedagogo y su parentesco con Emilio Ferreyra, cuyo nombre lleva el Hospital Municipal, se debe aclarar que no son hermanos, como mucha gente piensa, pero sí familiares.
Exmiembros de la comisión directiva del Centro Cultural explicaron a Ecos Diarios que Lía Esther Ferreyra de Depierro, que durante años integró el cuerpo directivo de esa entidad, confirmó que existía un parentesco entre ambos hombres. Lía conservó también durante la mayor parte de su vida un broche de oro y perlas que Andrés le regaló a su madre por su nacimiento.
Ferreyra y los libros
«Para rendir este homenaje, para cumplir un acto de justicia con este ilustre pedagogo argentino, los invito a ponerse de pie como una íntima expresión respetuosa y acompañarme con vuestro voto para que en lo sucesivo la biblioteca escolar se llame Andrés Ferreyra».
Estas palabras corresponden al profesor Alberto R. Douthat y fueron formuladas el 23 de octubre de 1928 durante la asamblea de la Asociación de Maestros.
Esta entidad había fundado en 1907 la biblioteca popular, que en un primer momento funcionó en el Consejo Escolar de la ciudad.
Hay quienes señalan que idea de imponerle el hombre de Andrés Ferreyra se debió a que muchos de los integrantes de la comisión que dirigía la entidad en 1928 habían aprendido a leer con el libro «El Nene», publicado por primera vez en 1895 y que dejó de editarse, luego de 120 reimpresiones, en 1959.
Según datos del Museo Virtual de la Escuela, de la Universidad Nacional de Luján, «estos libros eran más manuables y baratos, estaban escritos y editados en Argentina, se ajustaban al principio de gradualidad, y contenían un conjunto de lecturas cortas sobre diversos temas acompañadas con ilustraciones al modo de las ‘lecciones de cosas»».
Con la docencia en el alma
Andrés Ferreyra nació en la ciudad de Buenos Aires, en un hogar humilde, 14 de abril de 1865.
A pesar de la humildad de sus orígenes, la familia le legó convicciones firmes. Muy joven ingresó al Seminario Menor de la Capital. Sin embargo, el sacerdocio no era lo suyo, por lo que se vio obligado a ingresar a la Escuela Normal, de donde egresó a los 20 años con el título de profesor.
Ferreyra se distinguió pronto como uno de los docentes a los que la pedagoga Adriana Puiggrós denominó «normalistas».
Fue maestro en la vieja escuela primaria que funcionaba en la intersección de las calles Entre Ríos y Cocha bamba, donde llegó a ocupar el cargo de director.
Con sólo 34 años, el Consejo Nacional de Educación lo designó Inspector Técnico General por los méritos acumula dos en su foja de servicios.
Mientras ejercía ese cargo, Andrés Ferreyra desarrolló funciones de profesor en distintos colegios nacionales, industriales y comerciales de la Capital Federal.
Si bien era aficionado a la poesía, Ferreyra decidió dedicarse a escribir libros en los que volcó todo su conocimientos pedagógicos, entre ellos «El Nene» y otros menos conocidos como «Curso completo de idioma nacional: gramática castellana» y «Estudio de la ley de jubilaciones del magisterio». Ferreyra nunca se aprovechó de sus condiciones intelectuales y prefirió la sencillez y la humildad. Dicen que en su casa siempre la puerta estaba abierta para quien llegaba a consultar al maestro, también un plato de comida y una silla para quien lo necesitara.
Modesta jubilación
Pese a su brillante carrera, el pedagogo no recibió más que una modesta jubilación que lo obligó a aceptar un trabajo en el extranjero, como asesor del Ministerio de Educación de la República de Paraguay
El maestro vivió en Caseros durante la década de 1920 y falleció a los 63 años, el 11 de enero de 1928. Tras su muerte, en distintos lugares del país se le realizaron diversos homenajes, entre ellos la imposición de su nombre la biblioteca escolar de la Asociación de Maestros de nuestra ciudad.
Durante los siguientes 30 años, su libro «El Nene» siguió siendo un título de referencia para la pedagogía argentina. Por otra parte, el trabajo de Ferreyra fue fundamental para la organización técnica de las escuelas y de los docentes.
Su espíritu en Necochea
El espíritu docente de Ferreyra pareció marcar desde el inicio la biblioteca que lleva su nombre. Dos años después de la fundación de la pequeña colección de libros en el Consejo Escolar, comenzó para la ciudad un período de importante progreso económico, con la expansión del puerto.
Entonces, la Asociación de Maestros, alarmada por el progreso material frente a la pobreza de las instituciones culturales, se dirigió al diputado nacional José María Vega y le pidió que gestionara los fondos para la construcción de un modesto edificio para la biblioteca.
Aquella humilde biblioteca pudo mantener sus puertas abiertas más gracias al espíritu de sacrificio de los maestros que a los subsidios económicos gubernamentales.
De hecho y de alguna manera honrando el legado de quien da nombre a este polo de la cultura local, tanto los maestros más jóvenes como los más renombrados de la ciudad se turnaban en el cargo «ad honorem» de bibliotecario.