El padre de la criatura
El “Gordo” Raúl Ugarte rememora sus épocas de formador de futbolistas que se reflejaron en camadas gloriosas que pusieron a Necochea y Quequén en lo más alto, y asegura que aún no se considera retirado de la actividad
En la década de 1980, el fútbol de nuestra ciudad tocó el cielo con las manos a través de una generación inigualable de jugadores que brillaron a nivel juvenil y algunos años más tarde, varios de ellos fueron la base del ascenso de Estación Quequén al Nacional B. Lejos de aparecer por casualidad, esa camada maravillosa de futbolistas caminó de la mano de un formador neto de jugadores, descubridor de talentos y segundo padre para varios, como lo fue y es este hombre grandote y bonachón, el querido “Gordo” Raúl Ugarte.
A sus 70 años, Raúl ya no atraviesa Necochea y Quequén con el viejo jeep cargado de muchachitos y talentos descubiertos en un potrero recóndito, pero desde su almacén de la calle 66 asegura que no se considera retirado y que en cualquier momento puede aparecer colaborando en alguna división de algún club. Ganas no le faltan. Por lo pronto, rememora sus inicios y no se olvida de quién lo marcó para todo el viaje: “Siempre recuerdo cuando fui a Defensores de Quequén a los 14 años, estaba Anita Coletta en la subcomisión de fútbol y la atención que nos hacía esa mujer era maravillosa, llegabas de los partidos y te daba chocolate, torta y de todo”, recordó Ugarte.
Para él fue significativo porque años más tarde tradujo ese trato y esos valores a sus chicos. “Mis comienzos fueron dirigiendo a Estación Quequén en Quinta división, “baby” y Cuarta, y ya después tuve la suerte de seguir en Tercera, Primera, en el Juvenil y en Huracán. En ese tiempo no había tantas escuelas de fútbol y la base general que teníamos con los chicos era la atención y el compañerismo”.
Reveló al instante que “cuando llegué a Estación había dos jugadores que eran Juan Carlos Ruiz y el “Taca” Ortiz; y empezamos con chicos de 10 y 11 años, y los primeros dos de esa edad que fiché en la liga fueron Miguel Ángel López y Walter Martínez. Después formamos planteles completos de Quinta y Cuarta y tuvimos la suerte de ganar muchos campeonatos. Había chicos como Dindart, Miguel López o Luis “Paco” Sánchez que ganaron cinco campeonatos. Jugaban juntos desde los 11 años”.
Creciendo
Algo grande empezaba a gestarse en la concepción de la década del ’80: “Luego agarré la Cuarta, con la que ganamos tres campeonatos seguidos y al cuarto salimos segundos porque le tuve que sacar ocho jugadores a esa división para llevarlos a Primera”, recordó Raúl, ya que “en el ’81 “Quito” Ortiz (Orestes) tuvo un problema de salud y se retiró el 80% del equipo. Entonces nosotros empezamos con el Juvenil, que ese año ganó la Liga Sudeste y el Provincial, con ocho chicos de Estación como titulares en la final, que fueron los mismos ocho que puse en Primera y salimos campeones en el ’81”.
Añadió sobre el capítulo de los juveniles que “al otro año tuve la suerte de volver a repetir título con ellos, fue una camada muy linda”, y consultado acerca de la clave de esa aparición genuina de talentos en un mismo ciclo, afirmó que “el club (Estación Quequén) nos apoyó muchísimo. Hoy veo que un chico para ir a un club tiene que pagar una cuota, llevar los botines y demás, pero en esa época jamás se cobró un centavo a nadie, nosotros proveíamos todo y había un grupo de jugadores con Carlos Díaz a la cabeza que eran ídolos de los pibes del club”. Acerca de la epopeya de 1988, aseguró que “no imaginé algo tan grande, pero veíamos que los chicos iban progresando desde los 11 años a los 20, y se dio el entusiasmo de que no eran dos o tres, sino un grupo grande”.
Los sistemas y la mezquindad
A la luz de esa época gloriosa, y trazando un paralelismo con el fútbol actual, un amante del juego ofensivo como Ugarte enfatizó que “voy a chocar con los de hoy, pero antes había mejor fútbol; al fútbol lo fueron haciendo mezquino con los sistemas de juego”, señaló, para subrayar que “nosotros en el juvenil de 1981 jugábamos todos los partidos 4-2-4, con cuatro delanteros: los dos wines, el 9 y el 10 que era Miguel (López) suelto por todos lados, y contra selecciones como San Nicolás o Mar del Plata. A donde íbamos jugábamos así”, y hasta agregó una anécdota: “Un día contra Tandil faltaban cinco minutos y bajó al área nuestra Paco Sánchez para defender, y yo a los gritos para que se quedara arriba; la toca para atrás y nos hacen el gol y perdemos, y me quedó la peor sensación, porque yo jamás le dije a Paco que fuera a defender; y hoy veo que el 9 de cualquier equipo baja a defender, pero para mí el delantero tiene que jugar arriba. En eso disiento con el fútbol de hoy. Son distintos sistemas y hoy me gusta Marcelo Gallardo porque le mete para adelante; y tenés otros que te dicen juego 4-3-3, pero te ponen a dos delanteros a marcar. Ofensivos fuimos nosotros en el ’81 con el Juvenil, que tuvimos un promedio de cinco goles por partido: atajaba Vázquez y jugaban Modesto, Rubio, Fabián Mainardi, el Negro Márquez, Montes, Walter Pérez, Miguel López, Paco Sánchez, Alejandro Fernández, Bagalá, Souto, Raúl Granata, Ángel Cejas, y demás”, rememoró.
Gloria Deportiva
En la 21° Gran Fiesta del Deporte que organiza el Círculo de Periodistas Deportivos para el próximo jueves 19 de diciembre, el nombre de Raúl Ugarte ha sido elegido como una de las distinciones especiales de la noche: la Gloria Deportiva. Un galardón muy merecido para una figura a la que cuándo se le pregunta qué se considera en el mundo del fútbol, sostiene que “pienso que sé ver los jugadores; todos tenemos virtudes y defectos, pero para mí el compañerismo era muy importante y me podía equivocar, pero jugaba el que tenía que jugar. Si bien era muy amigo de los jugadores, les exigía el respeto y tenía la suerte con “Quito” Ortiz que si yo sacaba un jugador de Quinta o Cuarta no jugaba en ninguna división. como amigo me tenían que responder ellos también”.
De una punta a la otra
Asimismo, aseveró que “lo principal para formar jugadores es dedicarte a atenderlos, exigirles la disciplina necesaria, compañerismo y amistad. Esto no es el servicio militar y a un chico no precisás gritarle ni tratarlo mal”, al tiempo que describió la anécdota de cuando cruzaba la ciudad buscando jugadores: “Yo tenía un jeep y lo llenábamos de chicos, y además teníamos dos o tres coches disponibles. Si lo habré cargado al jeep, pobrecito… íbamos de una punta a la otra, y así fue como nos pasó con el Flaco Álvarez, que después llegó a jugar en Estudiantes de La Plata. Yo vivía en Quequén frente a donde está hoy el Monumento a las Malvinas, y el “Flaco” fue a Estación con la condición de los padres de que había que ir a buscarlo hasta la esquina de 74 y 75, y terminado el entrenamiento traerlo, pero valió la pena porque salió un gran jugador”.
Por otra parte, se le consultó también sobre las distracciones de los chicos de hoy, y enfatizó que “un problema grande para mí es que los chicos a los 5 o 6 años ya no tienen escuelas de fútbol, sino que son guarderías: los llevan porque no les queda otra. Antes había más entusiasmo, teníamos fútbol en los clubes y barrios, pero hoy casi que ha desaparecido”.
Alicia, las hijas y “Quito”
Siempre pasional por la pelota, Raúl se dio el gusto de hablar de lo que le transmitió a sus dos hijas. “La mayor, Magali, es muy fanática y de Mataderos, capaz de pelearse (risas), y Melisa también, pero no tanto”, al tiempo que rememoró cómo su esposa Alicia lo ayudaba con las camisetas de los equipos en la limpieza y el orden. No obstante, también se le preguntó por el inolvidable Orestes “Quito” Ortiz, y Ugarte recalcó con orgullo que “Quito tenía un gran amor por el club, lo que tenía que hacer por el club lo hacía. Estación y yo tuvimos la ventaja de que “Quito” a los jugadores del club los defendía. Era una persona sana y gracias a él Estación llegó a lo que fue, porque si él tenía que estar 20 horas en la cancha, estaba. Sabía de fútbol y daba gusto andar con él”.
De ello, se desprende la larga sequía de Estación en la actualidad sin títulos a nivel local, y destaca que “con Estación tuvimos la suerte de ganar muchos años seguidos, de hecho el ultimo título (1990) yo dirigí la mitad de año y la otra mitad Lazarte. Actualmente han estado cerca y no se ha dado, es una lástima”.
Tras la larga charla, llegó el momento del final y Ugarte no se quiere olvidar de nadie. Se acuerda también del buen trato que tuvo en Huracán “con Nito Almassio y un grupo de gente muy bueno”, para resaltar emocionado que “quiero agradecer mucho a Estación Quequén, a Huracán y a la Liga, porque fueron una parte importante de mi vida”, y asegura que “si bien dejé hace unos 10 o 12 años, todavía no me retiré y en algún momento por ahí vuelvo con alguna división a matar el rato”. Se trataría de un lindo regalo, poder tener trabajando un tiempo más al padre de la criatura, al formador que llevó de la mano a una gran camada de jugadores a darle a la ciudad las horas más gloriosas del fútbol.///