No regalar tierras en el Parque
En la reciente sesión del Concejo Deliberante quedó aprobada, por mayoría, una tenencia precaria por las dos venideras décadas para que los gremios de Suteba y ATSA sigan explotando sus campings en un sector estratégico del parque Miguel Lillo.
A largo de un extenso debate, en el cual no faltaron las típicas chicanas e inconsistencias de esta composición del cuerpo deliberativo, como ciertamente ocurre desde hace años, la discusión de fondo se remitió a aprobar o pasar a comisión para un mejor análisis del proyecto. Finalmente se impuso la primera opción, gestada desde el oficialismo.
En lo que no hubo fisuras a lo largo del intercambio fue en el reconocimiento al desarrollo y mejoras del lugar frente al mar que desde 1991, cuando les fueron concedidas tales tierras, llevaron a cabo dichos gremios.
El rol de esos emprendimientos en materia de servicio y atracción turística, lo que implícitamente se puede extender a las restantes concesiones que usufructúan otros gremios en el sector, oficiaron como fundamentos para darle continuidad a estos emprendimientos.
La cuestión se puede analizar y discutir desde distintos enfoques: llámese irrisorios cánones a pagar; extensión de los periodos de explotación del lugar o la actitud que toman los distintos sindicatos a la hora de abrir las puertas de sus campings a la comunidad en general, entre otros. Cuestiones sobre las cuales se debería dar una mayor discusión.
Entre los dichos del pasado jueves en el Concejo, se habló de la necesidad de brindar condiciones para abrirle las puertas a quienes vengan a invertir y dar trabajo en la ciudad y hasta un par de concejales expresaron que no habría que cobrarles canon a estos emprendedores, que obviamente obtienen un rédito. Y por ende corresponde que abonen una paga en tal concepto.
En el Concejo Deliberante convergen los espacios políticos de mayor envergadura en la actualidad, y bajo el análisis de lo observado en la última sesión surge una coincidencia plena sobre el desarrollo de proyectos en el parque Miguel Lillo.
Ante esta perspectiva aparecen algunos interrogantes que conducen a una mirada mayor: ¿Qué diferencia hay entre un sindicato o un privado a la hora de apostar y ayudar al desarrollo en un lugar clave para el futuro de Necochea? ¿No es el momento de producir esa apertura y que el Estado municipal abra el juego a otros inversores? ¿Es tan complicado dar lugar a intervenciones reguladas que potencien el valor turístico del Parque y sirvan para atraer a más visitantes, ampliando la ecuación económica de la ciudad?
Mientras otras ciudades de la costa con masas arbóreas similares a la de Necochea han explotado este recurso sin que dichos lugares pierdan su esencia natural y función de fijar médanos, Necochea sigue enmarañada en discusiones de qué hacer con el Parque, que a pesar de los esfuerzos o no del gobierno de turno sigue en buena parte estando a la “buena de Dios”.
La ciudad crece desde hace años hacia el oeste y ampliar el frente marítimo y revitalizar el Parque forman parte del gran cambio que necesita Necochea para el tan mentado despegue. Pero para ello debe haber una decisión inquebrantable del Ejecutivo, a la que desde el Concejo se le dio un guiño el paso el pasado jueves.///