Por una sociedad más participativa
«Cada derecho implica responsabilidad,
cada oportunidad una obligación,
cada posesión, un deber».
John David Rockefeller.
Los dirigentes políticos, especialmente aquellos que tienen la más alta responsabilidad en el gobierno nacional, los provinciales o en cada municipio, son responsables de la calidad de vida que tiene la sociedad. La democracia no es solamente votar cada cuatro años para cargos ejecutivos y cada dos para la renovación legislativa en una competencia de quien llega más lejos y, luego desatender lo que viene como si la responsabilidad quedará cubierta en el hecho de la participación activa en el cuarto oscuro y en el recuentro del último sufragio. Tampoco se puede pensar que una comunidad se convierta en militante de cada tema, algo que no ocurre en ninguna democracia del mundo.
En realidad, y esto es una verdad de Perogrullo, quienes gobiernan son mandatarios del pueblo los que no lo entienden este supuesto, así creen ser dueños del sillón y las alfombras que pisan y en ese ilusorio entendimiento muchos gobernantes hagan falsear la voluntad del electorado, cambiar el proyecto por el cual fueron seguidos y votado; tomando caminos sinuosos y no rectos. Si la ciudadanía no se interioriza el político se siente más cómodo, cuando más desinforma mejor y suele ser menos molestia para manejarse al libre albedrío.
No existe sociedad exitosa sin exigir a sus mandantes que sientan la presión de sus representados. Con la mirada bajo una lupa teniendo cada día obligadamente a prepararse más, siendo realizadores y no teóricos alejados de la improvisación, sino que afiancen un presente pero que marquen una huella de futuro; la falta de preparación es consecuencia de la realidad como solía decir Jorge Luis Borges: «la ceguera es la desaparición progresiva de los colores, introduciéndose en un mundo negro», metáfora perfecta que describe a nuestra ciudad, donde se ha permanecido en una ceguera aún con ojos abiertos dejando de percibir los colores del desarrollo y crecimiento consecuencia de no haber tenido políticas eficaces rayanas en la incapacidad.
Nuestro distrito posee una sociedad informada sobre los problemas comunitarios, mucha información pero con escasa participación. Participar no equivale a ser militante exclusivamente ni candidato a un puesto determinado o integrar un partido político, va mucho más allá. Guarda porque siempre hay grupos minoritarios y sin entidad que están listos para participar con el palo en la rueda, grupos que han surgido últimamente con distintos sellos y se sientan en primera fila. Embanderados curiosamente a su vez con la misma ideología, se trate de lo que se trate; lugar que logran ocupar por la desaparición e indiferencia de las entidades intermedias y de los partidos políticos tradicionales.
No se debe caer en el desánimo y desconfianza, aún en momentos difíciles como el presente, pandemia mediante, o la irritación que produce el ver dirigentes desde lo más alto de la pirámide que no están a la altura de las circunstancias, cuando el único camino es el mejoramiento de su vida personal más que la de los afiliados al gremio que lideran o el cachetazo que partió desde el Congreso, dibujen como lo dibujen, lo relaten como lo relaten, con un aumento del 40 % de dieta de senadores y diputados, algo que tuvo la mano levantada de todos los sectores.
Participar no es tampoco el sinónimo de los movimientos sociales que se basan en la protesta manejando cajas y aspirando a lugares de relevancia política, varios de estos ubicados en el gobierno nacional. Mientras que en otras oportunidades la presencia se hace a través de las redes sociales, donde abundan tanto los de buenas intenciones como los idiotas que propagan cualquier cosa en un minuto de irreflexión. Participar no es amenizar con la humeante taza de café de un confortable lugar o en extensas charlas de quinchos en la madrugada, es mucho más, estrictamente más noble y necesario para cambiar muchas cosas que no queremos y acompañar a tantas que si se aspiran en conjunto.
Los partidos también en retroceso de participación
Esto no tiene nada que ver con la pandemia, que pudo acrecentarla un poco más en la falta de presencia activa de afiliados o simpatizantes en los partidos políticos, alianzas o coaliciones, los afiliados han caído, esa pasión bien entendida también y los partidos han sufrido deserciones, dirigentes que se exilian en su hogar sin retornar a la actividad, sangre joven que aparece pero no en la dimensión deseada y esas ideas que necesitamos quedan sin brotar repitiendo las vetustas frases con nostalgia.
Debería haber una clase media más activa, la burguesía de esa que hemos escrito en estas columnas, todavía brilla por su ausencia la que no puede permanecer aislada de los grandes temas locales pendientes; debe ser el sector que empuje ideas, sortee obstáculos, vaya a las cosas sin ataduras que paralizan.
El drama de la pobreza, la desigualdad, la falta de generación de empleo en el orden local no se definen en términos de derecha o izquierda, eso ha perdido contenido en la sociedad lo repiten los interesados de un lado u otro para acrecentar sus lugares y producir grietas que suelen convenirle a los dirigentes y afectan a la sociedad, han pasado 37 años de democracia con preeminencia de gobiernos peronistas y el retroceso es manifiesto, no hay vuelta que darle.
Se debe ser más exigente, sin ingresar en el mundo de la antipolítica o antisistema, la sociedades exitosas son las que convergen los sectores con estatura y cada uno aportando su cuota parte donde todos deben asumir responsabilidades sin mirar con el ojo partidario que coloca en un coto cerrado, al que sólo acceden con su verdad los miembros del mismo sin posibilidad de apertura a la discusión.
Las cuatro dimensiones
Impresiona profundamente un texto de Ruud Veldhuis, escritor holandés, que bajo el título de «Educación para la Ciudadania Democrática», hace referencia precisamente a la participación en cada lugar del mundo, grandes o pequeñas ciudades o pueblos de escasos habitantes y lo resumía en cuatro dimensiones, que pueden encajar en nuestro distrito.
La dimensión política, cuando el individuo en algún momento de su vida decide incursionar en ésta, algo muy frecuente en la ciudad, cuando positivamente observamos la decisión de muchos que dejan su trabajo, profesión o las metas que tenían para ser por ejemplo candidatos, con actitudes democráticas y de aporte a la comunidad.
La dimensión social, donde desde cada lugar se aporta al mejoramiento integral.
La dimensión cultural, se desarrolla a través del conocimiento del patrimonio cultural, de la historia y de las ansías de elevar intelectualmente a la sociedad.
La dimensión económica, desde el área de la producción, el comercio, el empresariado, papeles claves para el desarrollo de una comunidad.
Es como la pata de una silla, cada cual puede también ejercer las cuatro dimensiones con equilibrio y equidad. No se debe permanecer indolente, perezoso, indiferente ante los temas que hay que resolver; muchas veces los políticos dentro de los esquemas a los que nos tienen acostumbrados muy claros en campaña, muy motivadores cuando se acercan al poder y luego comienzan los retrocesos y las explicaciones que terminan con la clásica frase «esperemos, no es el momento», para que ese momento no sea nunca, algo de esto sabemos los necochenses.
Si la sociedad se decidiera a impulsar cambios los dirigentes tal vez avanzarían con la celeridad y la decisión que necesitamos, en esto se debe asumir el compromiso, ese que no se hace con la dialéctica y verborragia sino con los hechos. La democracia sólida es eso, la participación de la ciudadanía.
Hurgando en el mundo en tal sentido es difícil entrar en comparaciones, en muchos países donde casi todo es normalidad los planes y proyectos son por décadas, no se requiere la participación tan profunda porque la vida pasa con cierta tranquilidad y pequeñas variantes ahí se puede planificar futuro, no como en la Argentina actual donde todo se cambia de la noche a la mañana con extrema facilidad provocando inestabilidad e incertidumbre.
La democracia es el gobierno del pueblo y para el pueblo. En cada lugar debe haber participación popular, con responsabilidad, si no se convierte en anarquía y anomía.