¿Se les enseña a los alumnos a ser creativos?
Muchas personas son muy buenas para analizar problemas y tomar decisiones. Sin embargo, en general no se nos ha entrenado demasiado en pensar nuevas ideas
Por Laura Lewin (*)
Colaboración
El pensamiento convergente es la habilidad de llegar a una respuesta de manera lógica. Por ejemplo, si nos preguntamos: ¿para qué sirve un paraguas?, hay una respuesta lógica: para protegerse de la lluvia. Por lo general, este tipo de pensamiento encuentra una única solución a los problemas.
El pensamiento divergente, por otro lado, consiste en llegar a diversas respuestas de manera creativa o innovadora. Por ejemplo: ¿para qué sirve un paraguas?, de bastón, para llenarlo de tierra y convertirlo en una maceta, para alcanzar algo que no alcanzamos, etcétera.
Muchas personas son muy buenas para analizar problemas y tomar decisiones. Sin embargo, en general no se nos ha entrenado demasiado en pensar nuevas ideas, nuevas opciones, y en generar el clima no es propicio para que pensar nuevas propuestas sea seguro, sin el temor de la mirada crítica de los demás.
El desarrollo del pensamiento creativo en la escuela es fundamental porque tiene el poder de modificar situaciones, desarrollar ideas, resolver problemas, ofrecer mejoras, etc. Y esto no es nuevo: en el Renacimiento, en cada taller había un libro en el que se anotaban las inspiraciones. Esto lo hizo Leonardo Da Vinci a lo largo de su vida. En su libreta realizaba bocetos de todo aquello que se le ocurría.
Sin embargo, esperamos que nuestros alumnos sean innovadores, autónomos, que piensen de manera creativa y crítica, en un sistema que los pone en una cubetera de hielo: todos deben hacer lo mismo, de la misma manera y al mismo tiempo.
Pensemos en una reunión de trabajo, en la que un directivo pide ideas. Alguien dice: “A mí se me ocurre tal cosa”, y alguien responde: “Eso ya lo intentamos y no funcionó”; otro dice: “Eso es muy caro”; otro contesta: “No lo veo posible”. ¿Qué pasa entonces? Se acaban las ideas. Después de todo, seguramente alguien va a objetarnos.
Podemos ser muy creativos, pero si el clima general pone barreras, si no nos sentimos empoderados o no nos permitimos poner en práctica ideas nuevas, todo seguirá igual: no se probará nada nuevo ni se tomarán riesgos y perderemos una gran oportunidad para cambiar aquello que queramos cambiar o mejorar. Es decir, no se trata de ejercitar la creatividad únicamente, sino además de cuidar el clima del aula, y de desarrollar habilidades como el respeto por las ideas de los otros, la habilidad de mejorar una idea, y el manejo de la frustración, entre otras.
¿Por qué debemos desarrollar el pensamiento creativo de los estudiantes? Imaginemos esta situación: somos dueños de un edificio de oficinas y las personas que alquilan se quejan porque el ascensor es muy lento. Y es verdad, el ascensor es viejo y lento, y la gente demora en subir o bajar. Es un problema que tenemos que resolver porque los inquilinos amenazan con no renovar sus contratos de alquiler por culpa del ascensor. Para tratar de sacarte el problema de encima lo más rápido posible, buscás soluciones como cambiarle el motor o inclusive comprar un ascensor nuevo (pensamiento convergente: la gente se queja porque el ascensor es lento, lo cambiamos).
Sin embargo, si lo pensamos bien, hay otras soluciones que podrían funcionar si reformuláramos el problema, es decir, si lo viéramos desde otro ángulo.
Podrías poner espejos en el ascensor. ¿Espejos? Sí, la gente pierde la noción del tiempo cuando se distrae. El espejo no hace más rápido al ascensor, pero reformula el problema: la espera es frustrante. Esa es en realidad la causa del problema y de las quejas: lo que irrita a la gente es tener que esperar. Si la espera es frustrante, la solución podría ser simplemente que la espera se sienta menos. Poner un espejo, música, anuncios, una pantalla con fotos, videos o incluso datos de interés hará que se pierda la noción del tiempo y se olvide la demora.
Por lo general, la escuela se focaliza más en el pensamiento convergente. El docente hace una pregunta y espera que los alumnos respondan al unísono. Si queremos adultos creativos y que también pueda pensar de manera crítica, necesitaremos desarrollar ambos tipos de pensamiento en los alumnos.
Algunas ideas
¿Cómo capturamos la imaginación, creatividad e iniciativa de los alumnos?
1) Alentando el pensamiento divergente a través de ejercicios como la tormenta de ideas, ofreciendo problemas para resolver que no tengan una sola respuesta posible, alentando el debate, poniendo menos énfasis en la memorización y más en la producción, trabajando por proyectos, etc.
2) Fomentando la confianza en su creatividad: todos somos creativos, nada más que algunos están fuera de práctica.
Algunos ejercicios para activar la creatividad: cambiar las rutinas diarias (en la escuela, en casa), darles a tus alumnos unas hojas y colores y pedirles que se hagan su propio logotipo o avatar;.con otra hoja y colores, pedirles expresar el amor o la amistad en 5 minutos.
3) Eliminando la voz del juicio: una buena manera de enseñarles a nuestros alumnos que “el de afuera” no siempre tiene razón.
4) Modificando el ambiente: ¿Y si saliéramos del aula? ¿Y si pensáramos arriba de un árbol? ¿Y si nos tiráramos al piso a pensar?
5) Dedicándole tiempo a pensar: para que florezca, la creatividad necesita de tiempo. No se trata de tener tiempo, se trata de hacernos el tiempo para pensar.
6) Desarrollando la curiosidad: gran parte de las innovaciones en el mundo se ha inspirado en la misma pregunta: “¿qué pasaría si…?”. ¿Sabías que el carrito de supermercado nació de preguntarse cómo podía la gente comprar más?
7) Experimentando: ya lo decía Thomas Edison: “No he fracasado. Simplemente he encontrado 10.000 maneras que no funcionan”. Y por el mismo camino iba Jeff Bezos, el fundador de Amazon: “Yo sabía que de lo único que podía arrepentirme era de no intentarlo”.
8) Partir de las diferencias: no evaluar siempre de la misma manera. A veces se puede hacer de manera oral, otras escrita, otras a través de proyectos, a través de trabajos de investigación. Algunas veces de manera individual, otras en grupo. Hay que ofrecerles que elijan cómo prefieren mostrar su conocimiento.
9) Ayudar a los chicos a capitalizar y aprender de los errores: cuando uno comete errores y los capitaliza, ¡aprende! Es más importante valorar el procedimiento que el resultado mismo. Como docente, debemos valorar el proceso por sobre el resultado.
10) Trabajar el valor del esfuerzo y la perseverancia: cuando las cosas se ponen difíciles, muchos alumnos caen en la tentación de abandonar. Es por eso que la figura del docente es clave para poder facilitar las condiciones emocionales necesarias para poder ayudarlos a perseverar y lograrlo.
Esto, que pareciera ir en contra del sentido común, empieza a tener sentido cuando recordamos situaciones de nuestras vidas en las que la creatividad ha jugado un papel fundamental y se ha visto frenada cuando la recompensa (económica o de otro tipo) entraba en juego.///
Por Laura Lewin- Capacitadora, autora y consultora en temas de gestión educativa, neuroeducación y manejo del aula