Violencia institucional
Con buen tino, el área de Relaciones con la Comunidad y DD.HH del municipio ha puesto en marcha un curso con la intención de morigerar y, en el mejor de los casos, erradicar la violencia institucional que suele generar constantes roces entre agentes municipales y los ciudadanos.
En principio las instrucciones, que son coordinadas en forma conjunta con la Provincia, van dirigidas al personal de salud, principalmente quienes están abocados a la atención directa del público.
Por la dimensión que tiene en cuanto a la respuesta que debe dar en la actualidad, el hospital Emilio Ferreyra es desde hace tiempo uno de los focos de este tipo de episodios. Fundamentalmente en el sector de recepción de la guardia, cuando alguien va con un problema de salud y pretende que se lo atienda en forma inmediata.
Bien se sabe que la alta demanda en el citado centro asistencial frecuentemente pone en jaque al equipo de agentes, médicos y enfermeras que deben dar respuestas. Se torna insuficiente, del otro lado aflora la impaciencia y de ahí a las discusiones, amenazas y hasta agresiones, suele haber un paso.
Aunque últimamente no ha ocurrido, se recuerdan violentos ataques con roturas de puertas a patadas en el edificio del Hospital, por parte de ofuscados individuos que exigían que se los atendiera inmediatamente.
Obviamente que el que debe atender en sitios donde prima la urgencia, debe estar preparado para llevar adelante un trato respetuoso con aquel que obviamente arriba en un estado de nerviosismo. Sin embargo, ese agente que recibe la demanda también es un ser humano y a veces no puede abstraerse de las violentas y desmedidas reacciones de quien tiene enfrente.
La capacitación para reducir esas situaciones producidas por los malos tratos también abarcará al personal de otras áreas municipales que mantienen un estrecho contacto con el público y que son proclives a la rispideces, como las de Tránsito, inspectores, Transporte y de quienes deben trabajar en tareas de prevención y control. Es cierto que estos agentes municipales cuentan con herramientas para sancionar a quienes no están dispuestos a acatar las normas, pero a su vez deben oscilar entre la cautela y la firmeza a la hora de actuar.
Rodeados de las presiones diarias, muchas de las cuales tienen vinculación con la situación económica-familiar de cada individuo, hoy parece que estamos al borde del roce en todos los ámbitos.
En más de una ocasión desde el Gobierno se argumentaba que los efectos de la pandemia nos servirían para «ser mejores» una vez que la misma fuera superada. Hechos como los narrados, dan por tierra con ese «inocente» agnóstico.
La educación vuelve a aparecer como una herramienta clave para morigerar estas situaciones. Pero mal que nos pese hace tiempo que ha empezado a ser un valor devaluado, en gran parte por las políticas instrumentadas desde el Estado.
Ubicarse un segundo en el lugar del otro; hacerle entender de las mejores maneras cuando está equivocado, o de ser necesario castigar las transgresiones a las normas y que afectan a terceros, son algunos aspectos que es necesario corregir para no aumentar las consecuencias en estos complicados tiempos de la convivencia en sociedad.///