A 169 años del fallecimiento del general San Martín
Hoy se cumple un nuevo aniversario del fallecimiento del general José de San Martín, el Libertador de América. En la Argentina se lo reconoce como el “Padre de la Patria”. En Perú, se lo recuerda como libertador de aquel país y en Chile su ejército lo ha destacado con el grado de Capitán General.
El prócer máximo argentino falleció el 17 de agosto de 1850, en su casa de Boulogne-sur Mer (Francia), rodeado de sus seres queridos. Sus restos fueron repatriados en 1880 y actualmente descansan en un mausoleo construido dentro la Capilla Nuestra Señora de la Paz, ubicada en la Catedral Metropolitana de Buenos Aires.
Pero más allá de su gesta libertadora, por la que todos lo recuerdan, San Martín es una pieza fundamental en la construcción de nuestra identidad nacional.
En tiempos en los que se empezaba a querer conformar nuestro país, había sólo seis o siete hombres que tenían en la cabeza la idea de la Nación, uno de ellos era Manuel Belgrano y el otro, San Martín. Tenían a todo el mundo en contra, pero no se dieron por vencidos.
Con enormes dificultades, por la falta de apoyo en Buenos Aires, San Martín armó el Ejército de los Andes. Tenían sospechas sobre él, no lo querían, lo veían como un español. Dentro de la Junta de Gobierno, el que más lo apoyaba era el general Pueyrredón.
Según cuenta el pensador Santiago Kovadloff, en unas cartas de aquella época, quedan plasmados los ideales de San Martín por encima de cualquier otra cosa, incluso de su vida. A través de una misiva, Pueyrredón le dice al General que le envió “709 burros, 4.500 municiones, 609 bayonetas, 3.000 caballos, ropa para uniformes” y le aclara que no le pida más porque “lo que usted quiere hacer es imposible”. San Martín le contesta, agradeciéndolo lo que le ha enviado, pero le replica: “Usted tiene razón lo que yo quiero hacer es imposible, pero es imprescindible”.
La fortaleza política de un proyecto se mide por su dignidad intrínseca y por el hecho de descubrir que por fuera de ese ideal no tiene interés vivir, que la vida no puede ser durar sino desplegar proyectos de mayor dignidad. Y esto, San Martín lo tenía claro porque dedicó su vida a un proyecto por encima de él, de sus intereses y de su tiempo porque la construcción de la Nación era sobre todo un proyecto a largo plazo, para los hombres de esa época, para los que vinieron después y para los que vendrán.
La democracia republicana es imprescindible porque concilia la ética con la ley, el derecho propio con el deber colectivo, la educación con el desarrollo y la no explotación de la pobreza como recurso político. Es difícil, casi imposible, pero es imprescindible que revivamos y actualicemos los ideales de San Martín en la sociedad actual.///