A un siglo. De la muerte de Rocha
Gobernó la Provincia entre 1881 y 1884. Construyó líneas férreas y grandes puertos. En Necochea la plaza central y un puente llevan su nombre
Se suele pensar en Dardo Rocha como el fundador de la capital bonaerense, pero la verdad es que este digno representante de la Generación del ’80 fue mucho más que eso. Abogado, político, diplomático, militar, periodista y docente, gobernó la provincia de Buenos Aires entre 1881 y 1884, fundó La Plata, Necochea, Pehuajó, Tres Arroyos y Coronel Vidal, y fue el primer rector de la Universidad de La Plata. Falleció hace un siglo, el 6 de septiembre de 1921, sin haber cumplido su sueño máximo: ser presidente de la Nación.
Juan José Carlos Jacinto Dardo Rocha y Arana nació en la ciudad de Buenos Aires el 1º de septiembre de 1838. Cuando tenía un año la familia debió emigrar a Montevideo huyendo de las persecuciones de los rosistas. A los pocos años regresaron a Buenos Aires y Dardo inició sus estudios. Cursó la primaria en el Colegio Republicano desde 1846 hasta 1848. Pasó al secundario de latín en el convento de San Francisco hasta 1851 e ingresó a la universidad en 1853.
Cursó el primer año de Filosofía en 1855 y comenzó su incursión en las letras en 1857, con un pequeño ensayo sobre Bernardino Rivadavia.
Comenzó a incursionar en el periodismo –en 1857 funda junto a Felipe Varela el periódico “La Nueva Regeneración»- y al mismo tiempo empezó sus estudios superiores. El 20 de abril de 1863 presentó su tesis doctoral.
El militar
Tuvo, como era habitual en los políticos de la época, una carrera militar muy destacada. Participó tanto de la guerra entre la Confederación Argentina y el Estado de Buenos Aires como de la guerra de la Triple Alianza, entre 1866 y 1867. En esta última tuvo el rango de sargento mayor; allí conoció a Tomás Bradley, quien años más tarde fuera el fotógrafo del acto fundacional de La Plata.
Rocha se casó con su prima hermana Juana Paula Arana Merino el 23 de agosto de 1873. De este matrimonio nacieron cinco hijos de nombres tan rimbombantes como el padre: Dardo Diego Juan José Carlos Rocha Arana, Juan José Carlos Jacinto Dardo Rocha Arana, Dardo Melchor Ponciano Rocha Arana, Jacinta Edelmira Haydée Donata Rocha y María Bernardina Paula Venecia Celia Rocha Arana. Dardo Melchor Ponciano murió siendo un niño, en 1883, pero tuvo una fuerte vinculación con la capital de la provincia de Buenos Aires: La Plata fue fundada el día de su cumpleaños, un 19 de noviembre, y la primera iglesia que se inauguró allí, cuando la ciudad cumplió su primer aniversario, fue San Ponciano.
La política
Cuando empezó a dejar atrás su carrera militar, Dardo Rocha se metió más de lleno en su proyecto político, tejiendo los hilos de lo que sería su importante carrera como funcionario. Obsesionado con la pacificación del país y de las fronteras latinoamericanas, ya en su tesis doctoral de abogacía había abordado la necesidad de federalizar la ciudad de Buenos Aires y crear una nueva urbe capital para la Provincia.
Su primer cargo político fue el de diputado en la Legislatura de Buenos Aires en 1864, a los 26 años. Sin embargo, tuvo participación en la Guerra del Paraguay que empezó ese año, aunque luego de ello se le extendió un certificado de separación del Ejército en septiembre de 1867.
Tras integrar el equipo del gobernador bonaerense Adolfo Alsina, en 1872 fue elegido diputado y luego nombrado senador nacional en agosto de 1874. Garante de la gran alianza política que necesitó el General Julio Roca para llegar a la presidencia en 1880, fue bendecido como candidato oficialista para la Gobernación en 1881.
En sus tres años de administración se construyeron las líneas férreas de Mar del Plata (399 km), Benito Juárez (+160 km) y Bahía Blanca (680 km), entre otras. También se mejoró la red caminera en más de 2 mil kilómetros y se extendió el telégrafo provincial a lo largo de 800 km. A esto se sumaron nuevos hospitales y escuelas. Y le dio un gran impulso al Banco Provincia, con una expansión que incluyó la apertura de 44 centros de atención, la gran mayoría en el interior, como las sedes de Bragado, Saladillo, Olavarría, Mar del Plata o 9 de Julio.
Si bien la fundación de La Plata en 1882 fue su “caballito de batalla”, también en su período logró poner la piedra inicial de Necochea, Coronel Vidal, Pehuajó y Tres Arroyos. Además, impulsó el acceso al agua potable, la nivelación de terrenos y ríos para la navegación, la construcción de grandes puertos y la promoción de los estudios científicos.
Sin dudas fue un político prodigio, un estadista destacado, gran diplomático y periodista comprometido. Y si bien sus primeros pasos fueron dentro del Partido Autonomista Nacional (PAN), pronto fue aislado por amenazar el statu quo político-familiar de Roca y de su cuñado, Miguel Juárez Celman. Pero pese a todo, consolidó un Estado provincial con una floreciente capital, redes de comunicación, desarrollo económico, crecimiento demográfico, educación y un complejo cuerpo legal.
La sucesión de Roca abrió heridas. La grieta en el PAN no tardó en afectar las relaciones entre sus principales líderes. Rocha esperaba ser su sucesor en la Presidencia de Roca, quien tenía reservado ese lugar para el cordobés Celman. Fue por eso que tanto él como Bernardo de Irigoyen, debilitados, se unieron a mitristas y católicos en una coalición conocida como Partidos Unidos. Pese a las buenas intenciones, no eran una amenaza seria.
La maldición
Más allá de los movimientos políticos, para muchos la no llegada de Rocha a la Presidencia, y la de ningún gobernador bonaerense, tuvo que ver con cuestiones de ribetes esotéricos. Algunos hablan de “la maldición de Alsina”, que fue gobernador entre 1866 y 1868.
La otra teoría, más popular, se remite a la fundación de La Plata, el 19 de noviembre de 1882, saboteada, según algunos historiadores, por los seguidores de Roca, quien intentó ponerlo en ridículo para arruinar sus ambiciones políticas. Tras una jornada calurosa, de lluvia y un gran asado que terminó en fracaso, cuenta el mito que algunas personas se vengaron del gobernador. Para ello fueron a buscar una bruja a la zona de lo que hoy sería el barrio de Tolosa y regresaron al sitio donde se había enterrado la piedra fundamental, en Plaza Moreno.
Allí había una bóveda subterránea con una caja de plomo que llevaba en su interior varios elementos: una copia del plano de la ciudad, diarios de la época, un texto del fundador, botellas de vino, monedas y medallas. Los opositores a Rocha profanaron el lugar, robando monedas, destruyendo documentación y tomando las botellas de vino. Siempre según el mito, tras el saqueo, comenzaron un ritual para maldecir a la ciudad, sus pobladores y a su fundador, para así asegurarse que él como el resto de los posteriores gobernadores nunca lleguen a la Presidencia del país.
Los años pasaron, pero ni Guillermo Udaondo que gobernó la provincia entre 1894-1898 ni Daniel Scioli entre 2007-2015, pudieron ponerse la banda presidencial pese a medirse en las urnas nacionales. Solamente Eduardo Duhalde lo hizo, pero no elegido por el voto popular sino por el Congreso tras la crisis de 2001. Y eso que en la campaña electoral de 1999, en un acto había convocado a la gente a “derrotar a la maldición de los gobernadores”. Ni él ni nadie aún pudo con eso.