Además de miseria, generan antipolítica
“Ni yanquis ni marxistas, peronistas”. Fuimos eso, sin embargo los parientes de ahora, con el cuento de que son anti norteamericanos defienden al asesino de Putin. Se puede ser “anti yanqui”, allá ellos, pero eso de ser pro rusos es de traidores a Occidente y también a la patria, desde ya. Menem nos quiso hacer disfrutar de las “relaciones carnales” que la mayoría de estos supuestos marxistas parasitaron en silencio. El empresariado que heredamos del viejo Partido Comunista -que supo decir “los sectores progresistas de Videla y Viola”-, esos ricos de izquierda, actualmente se ocupan de deformar nuestra heredad apoyando un genocidio con excusas baladíes. ¿Seguirán hablando de “derechos humanos” después de semejante actitud rastrera? Para completar la descripción, si no digo el número de desaparecidos del dogma después seré acusado de “negacionista”. Esa culpa grave arrastramos los que, como yo, transitamos la heterodoxia de la imbecilidad. La guerrilla, aquella que asesinó a Rucci, aquella que el General expulsó de la Plaza nominando “imberbes” a sus integrantes, derrotada en su insensatez y reivindicada en su suicidio, trata de sembrar sus reglas en el peronismo al que no termina de usurpar pero está logrando destruir. Aquella izquierda con veleidades de revolucionaria y pensamientos condicionados por una profunda incomprensión de la historia, ese conjunto de personajes menores, algunos de cuyos oscuros sobrevivientes todavía siguen expresando sus sandeces, sus limitaciones mentales al resto de los mortales. “Diga treinta mil o será juzgado por la inquisición del grotesco”.
Y también se asoma el otro, el enemigo elegante para mejorar el cuadro y se saca una foto con Trump y sus seguidores hacen un silencio cómplice, sin ninguna vocación política como si se hubieran afiliado al partido de “Mefisto”. Tanto esperar a la nueva generación para encontrarse de pronto con los seguidores de Pilatos. El resultado es el cambalache discepoliano convertido en escenografía viva de un teatro vocacional sin dramaturgo.
Los que abrazan causas que desconocen, olvidan que la violencia fue tan digna contra la dictadura como traidora a la patria en democracia. La violencia de los setenta como toda guerra tuvo héroes pero nunca estrategas ni conducción. Fue una guerra donde casualmente sobrevivió la conducción y murieron los soldados, fue una guerra donde sus jefes tuvieron prioridad absoluta en el final de “a los botes”. El dolor de los deudos sirvió para engendrar una epopeya tan plena de afectos como carente de lucidez. La invención de la “teoría de los dos demonios” acaba como dogma fundador de esta triste secta construida sobre un fracaso sin sentido y la dignidad de los familiares contrapuesta a la ruindad de sus verdugos intenta imponernos un relato que reivindica la demencia de los violentos derrotados.
Las diferencias en el gobierno ya no explican nada, salvo la ausencia de temas políticos serios, amargo fruto del triunfo del energúmeno sobre el pensador, de la acusación sobre la reflexión. La Suprema Corte se sostiene en un momento en que resultaría imposible encontrar coincidencias para modificarla. El ministro de Economía disfruta una fortaleza semejante, la mezcla de izquierda e impotencia gobernante nunca tuvo demasiadas ideas al respecto, salvo una acumulación de consignas. La oposición que engendró la Deuda con el Fondo es tan aficionada a la crítica como temerosa de otra propuesta que no se refiera a bajar impuestos y olvidar derechos laborales. En rigor, los errores de la cuarentena eterna fueron innumerables, guardan coherencia con sucesos del presente. La Suprema Corte y la política económica son los dos restos de cordura que van más allá de nuestros extravíos y mediocridad. No se trata de ser oficialistas, lejos de serlo, importa la capacidad de asumir las burdas limitaciones y convocar el escaso talento existente de ambos lados de la grieta.
Así vamos con el enfrentamiento entre el Presidente y la Vice más la aparición de un liberalismo ácrata que enamora a la anti política, ambos temas tan pequeños y de escaso vuelo que en la repetición se convierten en muletillas. Demasiados esperando la redención del estallido, mientras la izquierda sueña revoluciones y la derecha espera restauraciones, la realidad va asumiendo la estrechez de sus posibilidades. Tanto convocar a los demonios de la libertad, tanto desregular que el resultado fue ver millonarios que huyen con sus ganancias y pobres que agreden con sus necesidades. No quieren asumir que son cuarenta y cinco años de destrucción del Estado -antes dueño de los servicios públicos luego robados- y que hoy las ganancias son de los ricos que las fugan mientras los pobres terminan perteneciendo al gobierno que los subsidia. Casi cinco décadas generando pobreza, ése fue el logro más exitoso de esta democracia que nos jactamos de haber recuperado. Hubo un tiempo donde los políticos les ponían límites a los intereses privados y golpes de Estado donde los empresarios intentaban disolver esas normas. Ahora es distinto, los empresarios se asociaron a los políticos y a los sindicalistas, no a todos, pero a buena parte de ellos. Y la burocracia y la burguesía unidas ya nunca más fueron vencidas. Y aquí estamos, sufriendo nuestra cruel derrota. Además de miseria generan antipolítica, son una parte del mal. El discurso de Cristina expresa al mismo poder que pretende acusar. Las burocracias no son de izquierda y el kirchnerismo jamás lo fue. Luego están las arengas, aparentan fundacionales tardíos cuando sólo están de despedida. Mientras transitar el poder enriquezca en materia y empobrezca en espíritu, no tendremos sabios que nos devuelvan un destino. El resto es la realidad, harina de otro costal.///
Por Julio Bárbaro – Politólogo y Escritor. Fue diputado nacional, secretario de Cultura e interventor del Comfer.