“Amo mi trabajo, lo que hago y lo defiendo a capa y espada”
Mirar para adelante. Liliana Espíndola es masajista, instructora de gimnasia aeróbica y maestra de EGB
Por María Cecilia Gotta
Redacción
La historia de vida de Liliana Espíndola se puede resumir en una historia de superación, ya que pasó por momentos muy difíciles, pero a pesar de las adversidades y los obstáculos que se le presentaron, siempre eligió quedarse con la parte positiva, con la esperanza de que iba a poder concretar sus metas. Después de haber transitado un largo recorrido, disfruta de sus logros y con mucho orgullo señaló “soy masajista, amo mi trabajo, lo que hago y lo defiendo a capa y espada. Hoy me siento realizada y quiero empezar a disfrutar”.
Ella nació en Chaco, Las Palmas, en el límite con Paraguay donde se crio junto a sus cuatro hermanos y recordó que “no tener para comer fue lo mínimo que me pasó, siempre fue difícil conseguir trabajo en Chaco”.
A los 16 años tuvo a su primer hijo y con su pareja de aquel entonces llegaron a nuestra ciudad cuando tenía 19 años. “A él lo habían trasladado por el trabajo y nos vinimos”.
Acá se enamoró de Quequén y Necochea, del mar y el paisaje.
“Me acuerdo que yo quería tener una familia grande porque es lo que se estila en Chaco, allá las mujeres tienen ocho o nueve hijos, pero en mi caso tuve dos hijos, Sebastián de 27 años y Juan Manuel de 21”, relató.
Cuando llegó recordó que nada le fue fácil y sufrió discriminación por su forma de vestir, de hablar, pero a pesar de estos malos momentos, Liliana tenía firme su idea de seguir adelante y que a los 40 años iba a estar trabajado de lo que amaba.
Además de mostrar una gran pasión por el estudio, los deportes siempre estuvieron presentes en su vida. “Toda mi vida hice mucho deporte, hice fútbol, atletismo, vóley y mi idea era ser profesora de Educación Física”, dijo.
Liliana afirmó que le gustaba la anatomía, las ciencias naturales y se anotó en el profesorado del Instituto Superior Nº 163, pero al separarse de su pareja, tuvo que cambiar los planes para mantener y criar a sus dos hijos.
A lo largo de su vida, trabajó en la playa de estacionamiento de camiones en Quequén, hizo el curso de perito en granos, fue personal trainer, dio pileta escuela, aquagim y estudió el instructorado de gimnasia aeróbica y masajista.
“Cuando me separé tuve que remarla desde cero otra vez y a los 23 años con lo que trabajaba me pude comprar una casa modesta y chiquita en Quequén y seguí trabajando”, recordó.
Liliana tuvo la suerte de cruzarse con personas que le dieron buenos consejos y le tendieron una mano en el momento que más lo necesitaba. Al respecto detalló que “en un momento me quedé sin trabajo y mi amiga, Ana Prieto, me aconsejó empezar hacer masajes y al poco tiempo me crucé con Carlos Rens, quien junto a Javier Salazar me sumaron a su equipo de trabajo”. Inclusive detalló que le prestaban los boxs y equipos para que pudiese trabajar. Asimismo, también mencionó a Fernanda Menéndez quien también le facilitó un espacio para que trabajara como masajista y con todos está muy agradecida.
Para adelante
Durante todo el tiempo que trabajaba, su ex cuñada que también había venido a radicarse a Necochea, le ayudaba con sus hijos, se los cuidaba mientras que ella salía a trabajar. En este sentido, recordó sus comienzos. “Me acuerdo que llevaba la camilla para hacer masajes en el colectivo, trabajaba en las colonias de vacaciones, en un momento me pude comprar la moto, y de a poco me fueron pasando cosas buenas y tenía mucho trabajo”, detalló.
Hoy con casi 45 años puede mirar para atrás y está orgullosa de sus logros, aunque aseguró que para ella también fue necesario hacer tres años de terapia para resolver temas del pasado e inclusive entender y aceptar sus raíces. “Antes no quería escuchar chamamé y cuando hoy suena uno se me pone la piel de gallina, tengo muchas costumbres de allá que me gustan y las continúo y defiendo su cultura”.
RETRATO
Pasión y estudio
Liliana también logró formar nuevamente su vida en pareja, conoció a Sergio Zabaletta con quien descubrió el amor, la compañía, el afecto y la entrega y es quien también la acompaña en su proyecto laboral y personal.
“Ahora estoy cumpliendo otro sueño que es la enseñanza de mi pasión. Capacito a jóvenes para que aprendan y hagan su propio camino, para que tengan una salida laboral”, dijo.
Liliana aseguró que “nosotros trabajamos con la mano y la palabra y hacer masajes también se aprende y se debe enseñar”.
Sus dos hijos están vinculados con su actividad, uno de ellos está por recibirse de kinesiólogo y el otro es masajista.