Borrados por el tiempo
Muchos de los edificios que en otro tiempo caracterizaron la ciudad, han quedado en olvido. Cayeron bajo la piqueta del progreso
Luego de un 2020 que para muchos pareció no haber ocurrido y mientras transcurren los últimos días de un 2021 que pasó volando, hoy parece más evidente que nunca la certeza de que el paso del tiempo es irremediable.
Y no sólo para las personas, también para los edificios, a pesar de que en nuestra región los constructores se han esforzado históricamente por utilizar materiales perdurables.
Hoy habitada por bisnietos y tataranietos de los primeros pobladores, la ciudad mantiene el perfil bajo, de calles amplias y el aspecto provinciano que siempre la ha caracterizado.
Pero muchos de los edificios que otras épocas definían su paisaje, han desaparecido.
Algunos fueron derribados, otros se encuentran en ruinas y algunos perduran, pero casi irreconocibles tras varias modificaciones para adecuarse a las necesidades de estos tiempos.
Hotel Vasconia
En 59 y 66, donde hoy existe un baldío tapiado, funcionó durante años el Hotel Vasconia. Según una publicidad de 1934, se trataba de un establecimiento “moderno y confortable”, con “agua corriente en todas las habitaciones”.
El hotel de Ramón Galpasoro estaba ubicado en la esquina de la avenida Alsina y la calle 14 de Julio y contaba con un servicio gastronómico de “primer orden”.
“Cuando viaje usted o su familia a Necochea, no deje de hospedarse en este hotel estrictamente familiar. Hallará el máximo de comodidad al mínimo precio. Es el único, por sus precios, que tiene todas las habitaciones con balcón o ventana”, aseguraba la publicidad.
Se hallaba en pleno centro de la ciudad y contaba con garage y “baños con agua caliente”.
En 1934, la habitación, desayuno, almuerzo y cena costaban entre 5 y 7 pesos.
Confitería tradicional
Una publicación de principios del siglo pasado, define a La Armonía como “uno de los más estimables adelantos que se han registrado en Necochea en los últimos años”.
El edificio ubicado en avenida 59 entre 60 y 62 se convirtió en poco tiempo en una de las confiterías más tradicionales de la ciudad.
La publicación antes citada se refería al recordado café como “moderno, confortable y lujoso”, además de “preferido de las familias, de las gentes de negocios, de los veraneantes y también de cuanto de representativo tiene la sociedad necochense”.
El salón contaba con billares, mesas de juego y servicios lunch, té y banquetes.
Una industria
El Molino Quequén, propiedad de Molinos Harineros y Elevadores de S.A., fue uno de los establecimientos industriales más importantes de la ciudad. Hace unos años la estructura del edificio, ubicado en avenida 59 entre 14 y 16, comenzó a derrumbarse.
En 1930 los productos del molino gozaban de mucha aceptación por la calidad. Allí se elaboraban anualmente de 18.000 a 22.000 toneladas de harina triple cero, doble cero, cero, especial, afrecho y afrechillo, cuya materia prima procedía de los partidos de Necochea, Lobería, Balcarce y General Pueyrredón.
Se trataba de un molino modelo, tanto por su gran edificio como por las comodidades de todas sus dependencias. Merecía especial mención su sala de máquinas y todos los enseres destinados a la molienda de trigo, contando con un conjunto de equipos mecánicos tan modernos como poderosos.
Una parte del edificio estaba constituida por los grandes silos en los cuales se almacenaban una enorme cantidad de toneladas de cereal.
El personal del establecimiento, aparte de los jefes y empleados de escritorio, lo formaban unos 40 o 50 operarios.
El hospital
“Libros desparramados por los pisos, pedazos de cimientos, restos de un pasado labrado en dolor y comprensión humana, ya poco y nada queda de aquello que fue fuente de salvación para muchos enfermos”.
El texto era parte de un artículo publicado el miércoles 26 de diciembre de 1979 en Ecos Diarios y hacía referencia a la demolición del viejo Hospital Díaz Vélez, que en esos días aún permanecía de pie en la intersección de la avenida 42 y Jesuita Cardiel, frente a la Escuela Industrial.
“Este pedazo ya moribundo de la historia de nuestra ciudad ha sido condenado a la desaparición por el paso inexorable del tiempo, que lo ha llevado a una situación permanente de posible derrumbe, razón por la cual la Municipalidad de Necochea ha comenzado días atrás su demolición”, añadía el artículo.
Hasta principios de agosto de 1979 había funcionado en el viejo edificio del Hospital Díaz Vélez la Escuela Diferenciada Nº 502.
El edificio, que cayó bajo la piqueta a fines de 1979, hace 30 años, había sido el primer hospital de nuestra ciudad y también uno de los más importantes de la región a principios del siglo XX.
Símbolo de un tiempo
Otro edificio emblemático de la ciudad fue el Hotel España. Ubicado en lo que hoy es 63 y 64, el hotel de Gregorio Zubillaga y Manuel Zubigaray, era, según una publicación de 1931, “por excelencia el hotel de los banquetes”.
El edificio, de estilo arquitectónico imponente, contaba con 33 habitaciones y un salón comedor con capacidad para más de 120 comensales.
De otras estructuras y edificios que delinearon el perfil de Necochea, quedan sólo partes o han sido modificados de tal modo que ya no son los que recordamos. Tal es el caso de la rambla, de la que sólo se preservan, en ruinas, las bases.
Si bien en la actualidad es solo una gran explanada frente al mar, en otros tiempos fue una gran galería comercial. Fue uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad, pero fue derribado porque hubo quien sostenía que no permitía ver el mar.
El mismísimo Puente Colgante, ha perdido su color metálico tradicional, mientras que el Casino, símbolo de la explosión turística de los años ’70, es un complejo en ruinas que da pena ver.