Censura: entre el ridículo y la tragedia
Las prohibiciones y persecuciones a artistas durante la última dictadura, reflejada en una muestra que se ofrece en el Centro Cultural Municipal
“La cultura es la sonrisa con fuerzas milenarias/Ella espera malherida, prohibida o sepultada/A que venga el señor tiempo y le ilumine otra vez el alma”, escribió León Gieco en 1980, viéndose obligado a quitar una estrofa de la canción para poder quedarse en el país. Un jefe militar, con un arma sobre su escritorio, así se lo “sugirió”.
Aludía el cantautor santafesino, en aquel texto censurado, al cierre de la Universidad de Luján y al destierro al que eran empujados representantes de diversas expresiones del arte disidentes con el poder establecido por la fuerza.
Con la democracia, podría decirse parafraseando a Gieco, llegó el señor tiempo y la cultura vio iluminada otra vez su alma.
Aquel episodio protagonizado por el general José Montes fue uno de los tantos que se produjeron en la última dictadura con relación a la cultura, llegándose a prohibir canciones, libros y obras teatrales.
Testimonio de aquella censura es el material que forma parte de una muestra que se exhibe en el Centro Cultural Municipal de la calle 62 y 45, titulada “Memorias de la dictadura. Represión en la cultura. Canciones prohibidas”.
Alejandro Andersen, profesor de historia, se refirió a aquellos años de censura y plomo. Y en particular a la muestra, que se mantendrá abierta hasta el 25 de octubre. Lo hizo en el programa “El Ciudadano”, emitido este miércoles en televisión, que ya se halla alojado en Youtube.
La muestra fue gestionada en forma conjunta por el Archivo Municipal de la Memoria (del que Andersen es responsable) y el Centro Cultural Municipal (que dirige Sebastián Serqueira). Es material obtenido por la Comisión Provincial por la Memoria y se exhibe en todo el territorio bonaerense.
“Es importante mostrar distintos aspectos de lo que significó la última dictadura cívico-militar, para dar cuenta de los alcances que tiene un gobierno totalitario o autoritario”, expresó Andersen, señalando que “por supuesto, generalmente nos concentramos en las consecuencias más trágicas de la dictadura que tienen que ver con la muerte y desaparición de personas”. No obstante, consideró que “es importante visualizar que se utilizaron distintos mecanismos que también permitieron esa parte más trágica de la dictadura, porque la desaparición de personas venía conjuntamente con la opresión, desde el gobierno dictatorial, sobre el conjunto de la sociedad”,
Asimismo, evaluó la necesidad de “brindar indicadores de cómo la dictadura se descargaba sobre toda la sociedad, no solamente sobre algunos sectores que podrían ser sus víctimas directas a partir de cuestiones sociales y políticas.
Cuando observamos los mecanismos de represión sobre las expresiones culturales, la censura, la persecución de algunos actores culturales también podemos visualizar una especie de modelo o de guía que tenia ese gobierno para generar algún cambio en la sociedad”.
LISTADOS Y MOJIGATERIA
Andersen recalcó que “una de las expresiones más afectadas fue el folclore”, debido al “fuerte contenido social en sus creaciones artísticas”. No en vano algunas de sus máximas figuras debieron exiliarse, ya que figuraban en “listas negras”.
Otros listados contenían títulos de canciones con el nombre de sus respectivos autores, considerados “disolventes”, entre otros rótulos acusatorios empleados por entonces. “La muestra que nosotros exponemos refiere a los archivos que se encontraron en lo que era la la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires”, indicó Andersen.
“Hay otras listas más amplias que elaboraba el Comfer (Comité Federal de Radiodifusión), que dependía de la SIDE (Servicios de Inteligencia del Estado).. En general, lo que más conocemos son letras o textos con algún contenido social o político. Pero la mayor parte de expresiones censuradas tenían que ver con un modelo conservador, pacato, mojigato”. A modo de ejemplo, indicó que se prohibió una canción porque su título era “Me quiero divorciar”
A su criterio, hay “una especia de astucia de la mojigatería, que es la prohibición. Nunca un debate sobre lo que es recomendable escuchar o leer. También implicó la intromisión en la vida privada de las personas. La vida privada se evapora y lo que queda al descubierto es una sociedad desguarnecida frente a este tipo de políticas”.
TATO NO ESTABA SOLO
Dicha política no se implementó por capricho de un funcionario, sino a través de un aparato burocrático montado para ello. Existía el Ente de Calificación Cinematográfica, por ejemplo, en manos de Miguel Paulino Tato, un periodista y crítico de arte cuyo nombre quedó asociado indisolublemente a la censura.
“Tato quedó para la historia como el gran censor. Uno se imagina a un hombre en un lugar oscuro, clasificando, cortando y tachando material, pero en realidad había todo un aparato burocrático que ejercía esa función”, recalcó.
Andersen insistió en la necesidad de “pensar la dictadura o un gobierno autoritario donde las decisiones no son ni caprichos, ni ocurrencia de un individuo que aprovecha un lugar de poder, sino que es el poder mismo constituido que tiene ese, entre otros objetivos”.
Siempre con una visión crítica y analítica de lo sucedido en aquellos años transcurridos entre 1976 y 1983, reflexionó sarcásticamente que, evaluando algunas prohibiciones, puede decirse que éstas hicieron que se estableciera “una especie de pedagogía del ridículo”, ya que en algunos casos resultan incomprensibles, como el de la canción vedada sólo por su título, considerado “hereje” desde una supuesta visión “occidental y cristiana”, pregonada por la dictadura.
Andersen está convencido de que “es importante la conexión entre el ridículo y lo más pesado” de aquel régimen autoritario, en alusión a la represión indiscriminada, secuestros, torturas, muertes, desapariciones y apropiaciones de niños. Ambas cosas sucedían al mismo tiempo.
Recalcó el docente que a través de la persecución a los artistas, no sólo se los obligó en muchos casos al exilio, sino también “a la interrupción de su actividad profesional”, a su medio de vida.
CONTENIDO PEDAGOGICO
En cuanto a la muestra propiamente dicha, subrayó que “tiene un contenido pedagógico muy importante”, por lo cual se extiende hasta casi fines de octubre, de modo que pueda ser visitada por estudiantes locales.
A su entender, observar este material “no sólo permite conocer los comportamientos represivos o censuras que se ejercieron hace casi 50 años, sino que tiene como contrapartida la valoración de las libertades que podemos gozar en el presente”.
Asimismo, advirtió que “cuando las crisis se prolongan o se profundizan, cuando las representaciones se desdibujan y no hay una enseñanza concreta sobre estas cuestiones, aunque lo pensemos inimaginable, nunca está garantizado que no se retroceda a estos niveles” de violencia e intolerancia.
Finalmente, reflexionó que en tiempos de dictadura y autoritarismo prevalece el individualismo, promoviéndose una sociedad “donde cada uno desarrolla su vida como puede”. Y enfatizó que “recomponer un espíritu social, más allá de todas las diferencias que se puedan tener, también es importante en el sentido de poder sentir como propia la coerción de la libertad de otro”.
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