A menudo escuchamos que el futuro de las sociedades está en las jóvenes generaciones con capacidad innovadora y creativa. En los tiempos que corren, la creatividad es sin dudas una herramienta muy poderosa, casi convertida en un mandato social fuertemente arraigado, que sirve no sólo para diseñar el presente, sino también para proyectar el futuro.
En un comienzo la creatividad fue concebida como algo ajeno a la experiencia humana para luego dar lugar a pensarla como una capacidad de todo hombre. Tiene que ver con el pensamiento divergente, es decir a mirar desde múltiples perspectivas, a desarticular modelos rígidos, a buscar más de una respuesta y a ensayar o establecer nuevas asociaciones.
Si bien J. Dewey o Max Wertheimer ya habían hablado del tema, fue en 1950 cuando J. Guilford pronuncia un discurso ante la Asociación Americana de Psicología, y su estudio adquiere mayor fuerza.
Muchas son las definiciones que se le han asignado al término, como la posibilidad de romper el molde (Bartler), cambiar las reglas y contribuir a la resolución de problemas (Wollschlager), o que la resultante de ella sea un producto que tenga novedad o cierto valor para la sociedad (Simon).
Generalmente, está asociada a otra palabra: originalidad. Esta última surge cuando la persona interactúa con otros desde su condición de ser único y sólo es posible cuando alguien expresa lo que tiene de irrepetible y singular. Así como no se crea de la nada, tampoco se crea en la nada, dice López Pérez. La creatividad es originadora, propone algo que no existía o que no se tenía.
Saturnino de la Torre sostiene que la creatividad no es una habilidad específica, sino la síntesis de múltiples operaciones de índole cognitiva, afectiva y tensional y sería la resultante de saber observar, analizar, sintetizar, formular y verificar hipótesis, interrogar e imaginar. Dice Mael: “desarrollar la creatividad es enseñar el uso inteligente de la propia imaginación”.
¿Se puede aprender la creatividad?
No se es creativo de una vez y para siempre. Si bien depende del esfuerzo y las posibilidades individuales, también del aprovechamiento de las oportunidades que se presentan a diario. Decía Pasteur: “la casualidad sólo favorece a los espíritus preparados”. Más conocida aún es la frase de Tomás Edison: “el genio consiste en un 2% de inspiración y un 98% de transpiración”. Un ejemplo de esto es J. Miró que produjo, a lo largo de sus noventa años, dos mil pinturas al óleo, quinientas esculturas y más cinco mil dibujos y collages.
Un estudio realizado por Anne Roe, en el cual examina la vida de sesenta y cuatro científicos, concluye en que la característica común en todos ellos era la dedicación al trabajo, una gran apertura y curiosidad por un lado y una perseverancia casi obsesiva por otro.
Pareciera, entonces, que la creatividad es posible en todos los ámbitos, como producto de la estimulación y el trabajo arduo, por lo cual también es viable en el espacio escolar, generalmente asociada a las disciplinas artísticas como música o plástica. Si bien, afirma Pérez de Cuellar en el seno de la UNESCO, las artes son las formas más inmediatas reconocidas de creatividad pues son el fruto de la imaginación pura, frecuentemente se olvida que es una fuerza social que crece en el terreno de los actos más rutinarios del hombre.
Cambio curricular y docente comprometido
Pero para que la creatividad sea parte de la institución escolar, todo cambio que se promueva, debe ser asumido, en primera medida, por los profesorados y, por lo tanto, habrá que centrar el interés de promoverla en la formación de grado. No podrá haber cambio curricular impuesto desde arriba, sin un docente comprometido desde el aula a provocar dichos cambios. Este deberá tener claro que la creatividad no sólo afecta los conocimientos trabajados en el aula, sino, incluye también las habilidades y las actitudes, pero, a su vez, deberá estar presente en todos los componentes: objetivos, metodología, y evaluación para contribuir a la estimulación de la misma.
La flexibilidad del docente para cambiar planes o clases que no aportan nada o muy poco es un indicio de actitud creativa por parte de este último. Es evidente que el conformismo, la verticalidad y el disciplinamiento no son el terreno adecuado para la creatividad. La sabiduría consiste en mantener una actitud abierta al saber, en la convicción de la incompletud y falibilidad, manteniendo un equilibrio entre la certeza y la duda.///
Carina Cabo, doctora y profesora en Ciencias de la educación (UNR).
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