Cuando el olfato y el gusto no vuelven: la secuela silenciosa de los virus respiratorios
Cada vez más personas experimentan alteraciones persistentes del olfato y el gusto tras sufrir una gripe o un cuadro viral. Qué es la parosmia, por qué ocurre y cómo puede tratarse.
Una gripe fuerte, un resfrío intenso o incluso un caso leve de Covid-19. La mayoría de las veces, estos cuadros se superan sin mayores consecuencias. Sin embargo, para muchas personas, el virus deja una secuela inesperada y persistente: el olfato y el gusto no regresan como antes. Lejos de perderlos por completo, lo que aparece es algo más confuso y frustrante: olores distorsionados, sabores irreconocibles o desagradables. Esta condición se conoce como parosmia, y está siendo cada vez más consultada en los consultorios de otorrinolaringología.
La parosmia es una alteración en la percepción de los olores. Quienes la padecen suelen describir situaciones tan llamativas como oler a “basura” cuando cocinan carne, o sentir que el café huele a “químico” o a “humo quemado”. Estos cambios no son imaginarios: se deben a un daño real, aunque microscópico, en las células sensoriales del epitelio olfativo, ubicado en la parte superior de las fosas nasales. Allí se alojan las neuronas que detectan las moléculas olorosas y envían esa información al cerebro. Cuando ese sistema se ve afectado por una infección viral, las conexiones pueden regenerarse de forma errónea, dando lugar a percepciones alteradas.
El gusto también se ve impactado, ya que gran parte de la experiencia de saborear está vinculada al olfato retronasal. Así, la comida deja de tener sentido, y hasta puede volverse desagradable. Esta condición, conocida como disgeusia, acompaña muchas veces a la parosmia y afecta directamente la calidad de vida de quien la sufre.
Si bien fue durante la pandemia de Covid-19 que estas secuelas ganaron visibilidad, no son exclusivas de ese virus. Otros virus respiratorios estacionales también pueden provocarlas. Lo preocupante es que en muchos casos los síntomas persisten durante meses, e incluso más de un año.
¿Hay tratamiento? La herramienta con más respaldo actualmente es el llamado entrenamiento olfativo. Consiste en oler dos veces por día una serie de aromas definidos (como clavo de olor, limón, eucalipto y rosa), durante al menos 12 semanas, con el objetivo de "reeducar" al sistema olfativo. Este entrenamiento, que puede realizarse en casa, busca estimular la regeneración correcta de las neuronas sensoriales.
También se ha estudiado el uso de suplementos como zinc y vitamina A, aunque su eficacia varía según cada caso. Lo más importante es la consulta temprana con un especialista otorrinolaringólogo, quien podrá evaluar si existe inflamación persistente, lesiones en la mucosa o la necesidad de realizar estudios complementarios como una nasofibroscopía.
La pérdida o distorsión del olfato y el gusto no solo afecta la alimentación. Impacta en el estado de ánimo, en la relación con el entorno y en la percepción del riesgo (por ejemplo, al no poder detectar humo o gas). Reconocer esta problemática, hablar de ella y buscar atención médica es el primer paso para una recuperación posible.
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