Cuando ir al colegio da miedo
Las cifras en relación a las situaciones de violencia escolar son alarmantes y muestran el lado menos humano y menos amable que tiene la escuela
Por Laura Lewin (*)
Colaboración
Las últimas noticias en relación a situaciones de acoso y de violencia escolar le ponen los pelos de punta a cualquiera. Desde peleas físicas feroces, ataques verbales, pasando por una nueva: ¡alumnos que le pusieron una combinación de sedantes y estimulantes en una bebida a un compañero de 13 años! Pareciera que ya nada sorprende.
¿Se puede aprender con miedo? No. Así de claro: no. Las cifras en relación a las situaciones de violencia escolar son alarmantes y muestran el lado menos humano y menos amable que tiene la escuela. La violencia escolar es uno de los flagelos más terribles para niños y jóvenes, ya que muchas veces se encuentran a la buena de Dios en el medio de situaciones conflictivas que no pueden manejar por sí mismos, con adultos indiferentes que miran para otro lado.
La violencia escolar atormenta, distrae y desconecta a los chicos del principal objetivo que tiene la escuela: su educación.
Y si de educación hablamos, ¿quién les enseña a los chicos que acosan a otros a ser empáticos, a relacionarse de maneras positivas, a comunicarse o a expresarse de manera asertiva?
¿Quién les enseña a desarrollar su autoconocimiento, la autoconfianza y la autoestima necesaria para no tener que salir a lastimar a otros para no enfrentarse con sus propios demonios? ¿Y quién contiene, acompaña y brinda herramientas a los que padecen esta violencia en las escuelas?
El problema es tan complejo que requiere de todo un engranaje que involucre a todos los actores para abordarlo: escuela, alumnos, familias y hasta a la sociedad toda. Debemos dejar de naturalizar estas situaciones que atentan contra la dignidad de los chicos.
Crecer es difícil. Los chicos necesitan de adultos referentes que los guíen y acompañen. El mundo se ha vuelto un lugar muy violento, con ejemplos de conflictos mal manejados en la vía pública, en el trabajo, en los hogares, en todos lados.
Para respetar, los chicos deben sentirse respetados. Los niños aprenden de lo que ven. La escuela debe ser un lugar en donde no solo se aprenda a ser alumno, sino también a ser persona. Persona de bien. Debemos pasar de la escuela del saber a la escuela del ser, con escuelas que pongan tanto énfasis en el desarrollo académico de los chicos, como en su desarrollo socioemocional.
Aprendizaje
Deben trabajar el autoconocimiento, algo tan difícil como necesario: esto es cómo reconocer sus emociones y autogestionarlas para que les jueguen a favor y no en contra. Cómo manejar la frustración, la ira, el desborde emocional…
Deben aprender a dialogar, a resolver conflictos, a no estar de acuerdo pero a expresarlo de manera cordial, el respeto a las diferencias, a mejorar sus argumentos en vez de descalificar al otro, a escucharse, a respetarse…. Deben aprender a desarrollar su creatividad, su pensamiento crítico, a trabajar en equipos, a complementarse….
Es decir, tanta violencia necesita de un contrapeso y ese contrapeso debe ser la escuela: una escuela que prepare para la vida, para un mundo más amable en donde quepan todos, no algunos. Para ello, tendremos que preguntarnos si la escuela de hoy está a la altura de las circunstancias. ¿Están los docentes y directivos preparados para afrontar el nivel de violencia que se vive en las escuelas? ¿Será necesario, tal vez, involucrar a equipos interdisciplinarios para que colaboren teniendo en cuenta que esta problemática viene mostrando un crecimiento exponencial? Imposible sostener las mismas estructuras de siempre con realidades tan diferentes a lo que se vivía años atrás. Si todo cambia, la escuela también debe cambiar.
Docentes y directivos deben asumir un rol de liderazgo y comprometerse con la seguridad emocional de los alumnos. A través de programas relevantes, capacitación, acompañamiento y recursos, deben poder ponerse al frente de una batalla épica: la de garantizar espacios de aprendizaje seguros para todos. Sin seguridad, no hay aprendizaje.
Las familias deben comprometerse a conversar con sus hijos y concientizarlos acerca del valor de las diferencias y la sana convivencia. Y el Estado debe hacer su parte: implementar políticas socioeducativas actuales y pertinentes que se ajusten a los alumnos y no al revés.
Algunas otras sugerencias:
– Mejora de los programas académicos: las escuelas siguen enfatizando las habilidades cognitivas y poco se está haciendo para el desarrollo de las habilidades socioemocionales. Los programas académicos deben incluir materias tales como resolución de conflictos, negociación efectiva, habilidades de comunicación, etc., no trabajados en compartimentos estancos, sino de manera transversal a lo largo de toda la vida escolar de los alumnos.
– Carta compromiso anti bullying: todos los directivos, así como los padres, alumnos y docentes deberían firmar una carta de compromiso anti-bullying como un compromiso voluntario que permita crear una comunidad escolar en la cual este flagelo no exista ni sea tolerado.
– Capacitación continua para alumnos, docentes, directivos y familias: este flagelo se puede erradicar si cada uno, desde su rol, trabaja activamente para que el bullying no sea tolerado.
– Profundizar mecanismos de alerta temprana: contar con docentes comprometidos que puedan estar “presentes” en el recreo, conversar con los alumnos, estar en la entrada y salida de alumnos, etc.
– Herramientas jurídicas: el sistema legal debe estar del lado de la víctima ofreciéndole soporte legal en caso de necesidad.
– Escuela para padres: no siempre las familias saben qué hacer en estos casos. Sería bueno que el colegio pudiera ofrecerles una serie de charlas de modo de brindarles herramientas de acción y prevención, y evacuar dudas.
Sin empatía resulta imposible ponerse en el lugar del otro y saber qué siente cuando se lo acosa. Necesitamos programas que incluyan la educación emocional en todos los niveles y debemos imponer una política de Tolerancia Cero al bullying en todas las escuelas.
Cuando todos nos unimos para decirle “no“ a la violencia escolar, estamos creando instituciones educativas que favorezcan el desarrollo no solo cognitivo, sino además socioemocional de nuestros alumnos. Nadie debe tener miedo de ir a la escuela. Es nuestra responsabilidad como adultos, la de garantizar la seguridad emocional de los chicos. Como adultos, somos custodios de su autoestima.///
(*) Capacitadora, autora y consultora en temas de gestión educativa, neuroeducación y manejo del aula