De los subsidios a la producción, del dinero a las oportunidades
Los programas de refuerzo del ingreso directo de las personas deben contemplar un plazo, pues de mantenerlos afectan a la sociedad
Los subsidios son instrumentos que los gobiernos utilizan para distribuir ingresos con el objeto de compensar males sociales o como una manera de incentivar la producción de determinados bienes o servicios, que a entender del Estado merecen condiciones favorables especiales.
Algunos de los factores a tener en cuenta cuando de asistencia se trata son la efectividad, la temporalidad y la relación costo beneficio de los programas.
En la mayoría de los casos las razones que dan origen a la necesidad de asistencia económica son transitorias. Por tratarse de recursos escasos planificar y auditar las variables que pongan en evidencia las necesidades es fundamental para que la asignación se adecue a los momentos que sean necesarios solamente.
Los programas de subsidio al ingreso directo de las personas deben también contemplar un plazo, pues el resultado de mantenerlos por mucho tiempo afecta a la sociedad en su conjunto desalentando a quienes trabajan y oficiando de costo de oportunidad para quienes están sin empleo.
La gestión pública en países como la Argentina se basa en la difícil tarea de administrar siempre recursos económicos escasos. Es muy importante que quienes tengan el poder de tomar decisiones analicen la relación costo beneficio de los planes de asistencia. En materia de asistencia social esta relación debe contemplar como resultado positivo el fin de la necesidad de ayuda que los motivó, es decir que un programa que resuelve la necesidad de manera definitiva presentará una relación costo beneficio superadora, pues permitirá pasar a los asistidos al lado de los asistentes.
El mayor objetivo de un subsidio debe ser que quien lo reciba supere las dificultades económicas y deje de necesitarlo lo antes posible.
Sobre el trabajo
En general, las definiciones sobre qué significa “el trabajo” coinciden en relacionarlo con todas aquellas actividades que realiza el ser humano con el objeto de ganar algún sustento a cambio que le permita satisfacer sus necesidades y realizar algunas actividades complementarias. Desde un punto de vista práctico, el fin principal del trabajo yace en su rol de distribuidor del ingreso, repartiendo poder adquisitivo entre las personas.
De hecho, el trabajo es la mejor forma que hasta el momento ha encontrado la humanidad para ordenar y recompensar a las personas.
En tanto la contracara de la economía formal es la denominada economía informal o “en negro”. Sin perjuicio de que existen organizaciones que operan de esta forma para maximizar sus resultados, incurriendo a mecanismos delictivos, la gran mayoría de los integrantes de este sector de la economía real se compone por cuentapropistas, pequeños comerciantes de barrios periféricos, personas dedicadas a servicios personales y domésticos y pequeños productores, sean agropecuarios o manufactureros.
Características propias de la economía informal son la falta de bancarización, el manejo de dinero en efectivo y la utilización de libretas para administrar las cuentas corrientes. Estar por fuera del sistema formal, en apariencias tiene las ventajas de la supuesta no tributación pero está lleno de riesgos y dificultades. Solo a modo de ejemplo podemos anotar la falta de crédito a tasas convenientes y el riesgo al robo del efectivo que manejan.
El efecto concentrador
En la actualidad, en la Argentina, se ha recurrido al sistema de tarjetas de débito como medio predominante para distribuir programas y planes sociales.
Las tarjetas son medios de pagos que restringen las posibilidades de consumo en un selecto grupo de negocios incluidos en la economía formal, que cuentan con determinado volumen de operaciones que les permita afrontar el costo de cuentas bancarias y sistemas de procesamiento y obviamente que tengan acceso a la infraestructura de telecomunicaciones mínima que estas plataformas demandan.
En la Argentina el gasto público consolidado Nación, provincias y municipios se estima representa casi el 50% del Producto Bruto Interno, es decir que 1 de cada 2 pesos que se producen en nuestro país se consumen con ingresos provenientes de las arcas públicas.
Impuestos, deuda y emisión son el verdadero motor de esta economía cada vez más pequeña. El resto del PBI se reparte entre productores de bienes primarios del agro, la minería, nuestra alicaída industria nacional y servicios en general, principalmente financieros.
El Estado es el principal distribuidor de poder de compra de los argentinos, no así, de las oportunidades que tal enorme potencial económico concentrado contiene en sí mismo.
Por estas razones, cientos de miles de pequeños comercios, proveedores de servicios y fabricantes quedaron fuera de este sistema que repartió en forma de compensación poder adquisitivo, condenando a un desierto sin oasis a todos los miembros de la economía informal.
El propósito de los subsidios es resolver circunstancias económicas desfavorables. El objetivo principal, además de servir de paliativo, debe ser brindar el soporte necesario para quienes los reciban puedan valerse por sí solos en un futuro dentro del marco de la economía formal, pues además de atender las cuestiones personales, las actividades registradas cuentan con el marco legal adecuado y colaboran con su aporte al bien social. ¿Es posible entrelazar todos estos intereses en una política común?///
Por Gustavo Ammaturo- Director en Fundación Iberoamericana de Telemedicina