De Necochea a Netflix: La historia del vestuario de El Eternauta
Manuela Villagra trabajó en la serie y busca abrirse paso en Europa
ROCÍO MAGALÍ SÁNCHEZ
Para Ecos Diarios
Desde Palma de Mallorca, donde actualmente confecciona vestuario para shows en vivo, Ecos Diarios dialogó con Manuela Villagra, quién nació y permaneció en Necochea hasta los 17 años, cuando partió a Buenos Aires para estudiar y formarse en el mundo del diseño y la realización de vestuario. Hoy, su nombre figura entre los créditos de una de las series argentinas más esperadas y resonantes del último tiempo: El Eternauta.
Villagra formó parte del equipo técnico de vestuario de la adaptación producida por Netflix, basada en la histórica historieta de Héctor Germán Oesterheld. Trabajó bajo la dirección de la diseñadora de vestuario Pato Conta, y su aporte consistió en la realización y confección de prendas clave de la serie, muchas de las cuales debieron ser replicadas varias veces para permitir el rodaje de escenas con cambios de clima, desgaste o posibles daños.
“Me tocó hacer una réplica del suéter de Favalli. El cuello que se usa en la serie lo tejí yo, fue algo que surgió de apuro y terminó quedando”, contó la vestuarista. La producción, que exigía prendas que simularan haber sido encontradas por los personajes en un contexto apocalíptico, combinó un estilo ochentoso con elementos atemporales. “Había que generar esa sensación de que era ropa usada, que tenía historia”.

Antes de esta experiencia, Villagra ya había participado en otra producción de alto perfil: La sociedad de la nieve, también de Netflix, que le valió al equipo de vestuario un premio Goya. En esa oportunidad trabajó en la preproducción desde Buenos Aires durante tres meses, realizando vestuario de época y enfrentando el desafío de crear ropa con características específicas para escenas que requerían realismo, repetición y resistencia.
Una amplia formación
Aunque el centro de su trabajo ha sido el vestuario, su formación es mucho más amplia. “Estudié de todo. Me gustaría desarrollar más la parte de iluminación y por eso estoy aprovechando mi trabajo actual, que son los shows en vivo. También estudié maquillaje pero no lo disfruto tanto”, reconoció. Este perfil versátil le permite adaptarse a distintas propuestas, especialmente en el ámbito de los espectáculos en vivo, donde se exige un conocimiento técnico integral.
“Trate de como siempre volcarme a la confección, pero hay que saber todo dentro de vestuario porque la caracterización del personaje tiene las tres cosas: maquillaje, peinado y vestuario. Entonces, cuanto más tengas integrado todo, mejor. En lo técnico y en lo estético también”, explicó.

Actualmente, Villagra vive en Palma de Mallorca, donde se incorporó a un taller que confecciona vestuario para espectáculos nocturnos. “En verano los shows en discotecas tienen muchísima inversión y desarrollo”, explicó. Su objetivo ahora es insertarse en el circuito audiovisual español: “Acá no me conocen, entonces sé que cuantas más herramientas tenga, más posibilidades tengo de que me llamen. El primer paso siempre es el más difícil”.
Su paso por el Teatro San Martín de Buenos Aires, donde trabajó durante cuatro años en un taller fijo, le dio una base sólida que hoy combina con nuevas experiencias y desafíos. “Ahí éramos siempre los mismos realizadores y los diseñadores venían de afuera. Aprendí mucho”, contó la entrevistada.
Aunque aún no sabe si será convocada para una eventual segunda temporada de El Eternauta, sabe que esa posibilidad existe. “Por ahora no se sabe nada. A veces el equipo cambia, a veces se repite. Todo depende de la producción”, comentó.
Desde su nuevo hogar en Europa, Villagra no pierde la conexión con sus orígenes. Hace pocos meses volvió a Necochea para pasar las fiestas en familia. Y aunque su carrera la lleva por distintos caminos, su historia personal sigue teniendo un fuerte anclaje en su ciudad natal.
Con cada paso, Manuela Villagra construye una carrera con proyección internacional. Desde los talleres del Teatro San Martín hasta los estudios de Netflix, y ahora entre bastidores europeos, su trabajo sigue tejiendo —literal y simbólicamente— los hilos de grandes historias.
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