Doce horas para llegar en tren a Quequén
Tras una serie de reveses, a principios de los años 80, el tren de pasajeros entraba en una irreversible decadencia
La nostalgia suele actuar como un edulcorante sobre los recuerdos y puede parecer que todo pasado fue mejor. Sin embargo, como está de moda decir ahora, los datos matan al relato.
Es común escuchar a gente decir que es necesario recuperar el tren por lo económico y cómodo del servicio. Pero muchos olvidan que durante años se trató de un servicio barato pero deficiente.
Hace 40 años, enero de 1983, Ecos Diarios publicó un artículo que hacía referencia a los tediosos viajes desde la Capital Federal a Quequén.
“El servicio de trenes que entrelaza nuestra ciudad con la Capital Federal, siguen provocando quejas de los viajeros, que protestan por las demoras que se producen, especialmente en el trayecto de Tandil a Necochea, donde el estado de las vías no es el ideal”, señalaba el artículo.
La nota explicaba que unos días antes, “el tren Brisas del Mar, que sale habitualmente de Plaza Constitución a las 23.05 debiendo arribar a Quequén a las 9.33, lo hizo con dos horas de retraso”.
Uno de los pasajeros entrevistados señalaba que estaba “feliz por llegar a Necochea, ciudad que visito desde hace 13 años, pero el viaje en tren resultó muy agotador”.
Otro se quejaba de que a pesar de lo extenso del viaje, el tren no ofrecía servicio de bar o comedor, pero lo que más le molestaba era la demora.
Mientras que algunos no estaban dispuestos a repetir la experiencia. “Es una lástima el servicio que se presta al usuario. No se puede viajar. Cuando regrese lo haré por otro medio, el tren nunca más”.
Aunque no había duda de que era un servicio extremadamente barato y quizás por eso insostenible. Un pasaje en la clase turista costaba 290.000 pesos, lo que al cambio oficial de la época eran unos 4,18 dólares.
En decadencia
Para aquel verano de 1983, el servicio de trenes arrastraba más de 15 años de decadencia. A fines de los años ‘60s, los servicios de ómnibus de larga distancia y la falta de mantenimiento del puente ferroviario comenzaron a atentar lentamente contra la continuidad del tren en Necochea.
El desgaste del puente hizo que el paso de trenes fuera cada vez más dificultoso, hasta que en diciembre de 1968 se decidió clausurarlo y Necochea se quedó definitivamente sin tren. Si bien la estación continuó funcionando durante varios meses más como expendedora de boletos.
Para atenuar el impacto, a fines de agosto de 1973 se terminó la construcción de un apeadero ferroviario en la zona portuaria de Quequén, al norte del puente Ignacio Ezcurra.
La construcción del apeadero pretendía ser una solución transitoria al problema de la distancia existente entre la estación más próxima, la de Quequén, y la Villa Díaz Vélez.
Pero con la caída del puente Ezcurra en abril de 1980, el apeadero dejó de ser útil.
Los pasajeros debieron resignarse con llegar hasta Quequén, mientras que el servicio de pasajeros se mantuvo durante unos años más, pero en la década del 90 comenzó a ser cada vez más deficiente.
La falta de inversión y mantenimiento también comenzó a degradar el servicio de trenes de carga que llegaban directamente hasta los elevadores de Puerto Quequén.
Finalmente, en los primeros años del nuevo siglo, el tren de pasajeros dejó de llegar hasta Estación Quequén. Fue en 2003 cuando se produjeron los últimos viajes entre Constitución y Quequén. Después, comenzó una lucha de años para tratar de recuperar el servicio.
La utópica idea de recuperar alguna vez el servicio se hizo humo el domingo 29 de julio de 2018, alrededor de las 19, cuando un incendio destruyó el histórico edificio de la Estación Quequén, ubicado en 563 y 580.///