El aventurero que creció frente a la plaza Dardo Rocha
Jorge Iriberri inscribió el nombre de Necochea en una de las más grandes aventuras de la humanidad en el Siglo XX, el cruce del Océano Atlántico en la balsa de troncos Atlantis
Por Juan José Flores
Redacción
“Yo siempre me sentí más necochense que marplatense”, afirma Jorge Iriberri, que se fue de Necochea a los 17 años para estudiar abogacía en la Universidad de Mar del Plata y a los 72 sigue viviendo allí.
Por ese sentimiento de arraigo es que el nombre Necochea está presente en una de las más grandes aventuras del Siglo XX, la de la balsa Atlantis, en la que Iriberri y cuatro amigos cruzaron el Océano Atlántico en 1984.
El viaje 5.000 kilómetros desde Tenerife hasta Venezuela demandó 52 días y sólo se puede comparar con la legendaria expedición realizada en 1947 por el explorador noruego Thor Heyerdahl a bordo de la Kon-tiki.
En la actualidad, Jorge se encuentra prácticamente retirado y reparte su tiempo entre la administración de algunas propiedades, varias de ellas en Necochea, la vida familiar y la fotografía de aves.
La dimensión de la balsa Atlantis se agiganta con el paso del tiempo, pero para Jorge no opaca las otras expediciones realizadas con sus amigos entre principios de los 70 y fines de la primera década del Siglo XXI.
“De todas las expediciones, la de la Atlantis fue la que tuvo más notoriedad y más llegada al público. Pero hicimos muchas expediciones antes y después de Atlantis”, explicó.
Siempre Necochea
Jorge hizo sus estudios primarios en la Escuela N° 2, cuando funcionaba en la esquina de 58 y 61. El secundario lo realizó en el Colegio Nacional.
“Alguien dijo alguna vez que uno pertenece al lugar donde hizo el secundario”, dijo Jorge que tal vez por esa razón y a pesar de vivir en Mar del Plata hace 55 años, todavía se siente necochense.
Su padre le compró a su abuelo materno la talabartería que se encontraba en la esquina de 58 y 61 y allí instaló una empresa dedicada a los materiales eléctricos que funcionó hasta hace unos pocos años.
Su familia todavía posee varias propiedades frente a la plaza Dardo Rocha y Jorge también tiene gran parte de su familia en Necochea. “Los Iriberri, los Irungaray, los Balsategui, los Rasmussen, todos son primos míos”, afirmó Jorge, quien junto a su esposa Adriana tiene tres hijos.
“Estoy en un grupo de Facebook en el que nos pasamos comentado las fotos viejas de Necochea, cosas que hoy ya han desaparecido”, explicó Jorge que a los 72 años se mantiene muy activo.
Si bien obtuvo el título de abogado en Mar del Plata, nunca ejerció y se dedicó al comercio.
En la actualidad su principal aventura es la fotografía de aves. Concurre varias veces por semana al gimnasio y una vez por año se reúne con sus compañeros de la expedición Atlantis para hacer una travesía en kayaks desde Dolores a San Clemente.
Pero, dice Jorge, ya no planean grandes expediciones. “Alfredo tiene 70 años, Horacio tiene 74… A esta altura estamos más para disfrutar de la familia y eventualmente transmitir a los jóvenes el amor a la naturaleza, al deporte, a la vida sana y que vean que son capaces de lograr sus sueños sin necesidad de ser un superhombre”, afirmó.
A pesar de las increíbles aventuras emprendidas con sus amigos a lo largo de más de 30 años, Jorge nunca se sintió un superhombre. “Crecí en Necochea, mido 1,70 y nunca hice otra cosa que jugar a la paleta, andar en bicicleta, nadar un poco y remar”, señaló.
“Para cada viaje nos fuimos preparando, instruyendo, aprendiendo y ese ha sido siempre el camino para hacer nuestras expediciones”, dijo Jorge y explicó que nunca tuvieron “un problema, un accidente o un percance”.
Eso a pesar de haber cruzado el Atlántico en balsa, el Caribe en kayak, los Andes en globo y haber hecho cumbre en el Aconcagua y el Kilimanjaro.
El secreto
Jorge explicó que el secreto de las expediciones está en la planificación. “No vamos a ver qué pasa, a probar si con un poco de suerte podemos lograrlo. Nosotros antes de salir tenemos todas las respuestas, ese es el secreto. De esa forma el éxito está asegurado”, señaló.
Todas esas experiencias también han sido muy significativas en la vida personal de Jorge. “Aprendés que cuando las cosas se hacen bien, terminan bien”, explicó.
“El objetivo de nuestras expediciones siempre fue volver a casa. Si veíamos que no podíamos lograr el objetivo lo dejábamos”, dijo Jorge quien explicó que recién en el quinto intento su grupo pudo hacer cumbre en el Aconcagua, porque jamás se expusieron a sufrir un accidente.
“Alguien dijo una vez que cuando más loca es la aventura más cuerdo tiene que ser el aventurero”, señaló Iriberri.
Y la más loca aventura fue sin dudas fue la expedición Atlantis, aunque Jorge afirmó que en aquellos 52 días su vida nunca estuvo en peligro.
Hoy, dijo Iriberri, esa expedición no se podría realizar. “Para entender Atlantis hay que ponerse en el lugar y en la fecha. Se hizo en otro mundo. Hoy no se puede repetir”, afirmó.
“Cuando hicimos la expedición, nosotros no teníamos Google, GPS, email, teléfonos celulares, era otro mundo”, explicó. “La gente hoy no se da cuenta del salto enorme que pegó la humanidad con la aparición de Internet”.
Guía de aventuras
Jorge Manuel Iriberri nació el 18 enero 1947. Vive en Mar del Plata desde los 17 años.
En 1973 junto a un grupo de amigos navegó todo el curso del Río Colorado (1400 kms.) durante 27 días, desde la cordillera de los Andes hasta Pedro Luro.
Entre 1978 y 1983, fue varias veces campeón y subcampeón argentino de buceo y fotógrafo submarino.
En 1984 integró la expedición Atlantis, que se proponía demostrar que navegantes africanos podrían haber cruzado hacia América en balsas de troncos atados con cuerdas vegetales, sin motor ni timón.
En 1990 y 1991 realizó junto a su grupo expediciones al Aconcagua (cumbre más alta de América).
En 1993 participó en el cruce de los Andes en globo.
En 1995 realizaron el ascenso al Kilimanjaro (cumbre más alta de África).
En 1999 cruzaron el mar de las Antillas en kayak (1600 kms. a remo), desde Venezuela a Puerto Rico, tocando 23 islas de 13 países.
En 2007 realizaron la expedición Finis Terra durante campaña antártica, que incluyó escalada, kayak y 48 días a bordo del rompehielos Almirante Irizar.
Finalmente, en 2009 el grupo realizó su última gran expedición, una caminata de 180º rodeando el macizo Fitz-Roy/Torre por el campo de hielo continental chileno.