El básquetbol a cancha llena
Se cumplen 35 años de la campaña del ascenso de Rivadavia a la Liga Nacional B
Adrian Stolarczuk
Redaccion
“En Necochea nadie había visto cómo se volcaba una pelota” sintetizaba José Ignacio “Polo” De Lizaso en una de sus tantas notas sobre lo que generaron los morochos estadounidenses Leroy Moreno y Neal Robinson en aquellas inolvidables noches de básquetbol en el Piso de Deportes. Se están cumpliendo 35 años de la revolución que generó la participación del Club Atlético Rivadavia en la elite nacional, coronada con el ascenso a la Liga Nacional B.
Fue un ciclo brillante que comenzó con la reorganización misma del básquetbol nacional. Nacía “La Liga” de la mano de León Najnudel y nuestra ciudad no se quedó afuera. Rivadavia apostó por participar en la Liga Nacional C. “El club me dio el apoyo. En esa comisión había muchos jóvenes que les gustaba el básquet, me preguntaron qué se puede hacer”, afirmó sobre la gestación del proyecto el propio De Lizaso.
Ellos
Pero no fue un camino de rosas para el equipo dirigido técnicamente por el uruguayo Santos Alves que, con algunas derrotas en los partidos preparatorios, no alimentaba las expectativas. Las dudas se despejaron con el arribo del estadounidense Cornelius “Neal” Robinson a horas del debut, en un gran esfuerzo por parte de la dirigencia del decano. Robinson había sido goleador en 1984 de la etapa transición de la Liga A. En su presentación había jugado para Pacífico de Bahía Blanca frente a Villa Mitre, convirtiendo 39 puntos. De Lizaso lo había visto jugar en Bahía Blanca y apostó por traerlo. La transferencia desde Pacífico a Rivadavia se hizo sobre la base de 7.000 dólares y rápidamente pagó dividendos: anotó 31 puntos en el último amistoso frente a Costa Sud de Tres Arroyos y también en el debut en la Liga C frente a Comandante Espora de Punta Alta. El plantel ya contaba con otro estadounidense, Leroy Moreno, parte de la legión de cientos que llegaron por esos años al país “alimentando” a la Liga en todos sus niveles. Juntos dominaban los tableros. Se armó un grupo que se consolidó con los partidos, con la base de los experimentados bahienses Ramón Priore y Luis Martínez, el suarense Julio Burkardt y los locales Walter Rossi y Daniel Carranza.
“Los americanos que trajimos desequilibraban solo por el hecho de entrar a la cancha, sin necesidad de que el equipo esté demasiado bien formado, esa era la realidad. Cuándo tuvimos éxitos fue por ellos. Traerlos tuvo su dosis de locura, el apoyo de dirigentes jóvenes y el respaldo de una institución. No sabían qué podía pasar y así como hubo ganadores, en otros lados también hubo dolientes. Para nosotros fue importante mucho después también, porque surgieron “Los Hijos de la Liga Nacional”, esos pibes que entonces veían otro tipo de juego y lo digo por experiencia, jugas a otro nivel”, relató Lizaso a Ecos Diarios.
El camino
El debut en la etapa regional fue en julio, en el Piso de Deportes, con una cómoda victoria por 93-56 sobre Comandante Espora. La formación inicial fue con Burkardt, Moreno, Priore, Carranza y Robinson. También ingresaron Luis Martínez, Carlos Santilli y H. Currien. Jorge Apreda y los juveniles Alejandro Wasowsky, Fabian Zacarías, Fernando Bertelsen y Gustavo Rota, completaban el plantel. Julio Blanco era el utilero y Víctor Montoya, el masajista.
Frente a Grupo Universitario de Tandil en la última fecha, Rivadavia logró su octavo triunfo y ganó la zona, clasificando junto a Kimberley de Mar del Plata, y postergando a los propios tandilenses, Comandante Espora, Independiente de Mar del Plata y Racing de Olavarría.
A cancha llena, continuó su campaña en la siguiente etapa ganando la segunda fase donde se midió con Argentino de Junín, Gimnasia de Pergamino y nuevamente Kimberley. Robinson y Moreno fueron los máximos anotadores con 107 y 91 puntos respectivamente.
La apuesta económica de Rivadavia al proceso también pasaba por jugar ante su público y logró ganar la licitación para ser anfitrión del cuadrangular decisivo de la provincia de Buenos Aires. Sin embargo, el camino se hizo más sinuoso y terminó quedando tercero detrás de Sporting de Punta Alta y Sporting de Mar del Plata. La derrota en casa ante los puntaltenses estuvo plagada de incidentes, constituyendo una página negra en la recordada campaña. Un grupo de aficionados locales agredió al planillero de Punta Alta que anotó una falta inexistente en el casillero de Robinson. A pesar de la intervención policial los ánimos no se apaciguaron y hasta el propio presidente de Rivadavia, Juan Arano, tuvo que pedir calma con un micrófono. La bronca por una derrota se canalizó de la peor manera.
Robinson igualmente fue otra vez el goleador con 111 puntos en tres partidos. El moreno, hábil y carismático, se convirtió rápidamente en ídolo del público que trasformó el básquetbol a un acontecimiento de la ciudad.
El octogonal
Con ese tercer puesto en la final provincial, para llegar al torneo octogonal decisivo rumbo al ascenso, Rivadavia debió sortear otra etapa más. En tanto, Sporting de Punta Alta y su homónimo de Mar del Plata, al igual que los vencedores de la zona Metropolitana, Gimnasia de Buenos Aires y Gimnasia de La Plata, y los dos ganadores de la Zona Sur (Neuquén, Chubut, Río Negro y La Pampa), quedaron a la espera de otros dos clasificados que surgirían de un cuadrangular que disputaron Rivadavia, Gimnasia de Villa del Parque, Argentino de Junín y Racing de Avellaneda. Para esta etapa decisiva se posibilitaba modificar la lista de buena fe y Rivadavia optó por incorporar al destacado juvenil Gastón Zagrodny, proveniente de Argentino de Junín, en otra operación que costó 7.000 dólares.
Rivadavia logró clasificar al octogonal de noviembre del 85, y en el inicio de la nueva campaña, en La Plata ante Gimnasia, el propio León Najnudel, entrenador además de la selección nacional, se acercó a ver el partido del decano necochense. En la etapa final se cruzó una vez más con Argentino de Junín, mientras que los representantes de la Zona Sur fueron Deportivo Roca y Deportivo Madryn. Después de un arranque parejo no había un dominador en la zona. Con cuatro victorias en nueve partidos, el equipo necochense marchaba sexto en la tabla, aunque expectante a dos puntos de los líderes. Una seguidilla de buenos resultados en la recta final, incluyendo un valioso triunfo ante Deportivo Roca en el Piso de Deportes, lo dejó a un paso del ascenso.
La noche “mágica” fue el domingo 22 de diciembre, venciendo como local a Madryn por 131 a 114. Rivadavia formó inicialmente con Zagrodny, Pellegrino, Moreno, Robinson y Priore, ingresando luego Rossi y Carranza. José “Polo” De Lizaso ya era el director técnico del equipo y lo seguiría siendo en la nueva etapa al año siguiente.
Ya en 1986, en la Liga B, y con el mismo plantel, se vivieron más jornadas gloriosas en una campaña que tuvo al albiazul muy cerca de arribar a la máxima categoría del básquetbol nacional, cayendo finalmente en semifinales.
En 1987, ya con la guía de Domingo Peri, proveniente de Peñarol de Mar del Plata, se sumaron Diego Simone, Néstor Pasetti y Roberto Craig, pero al desvincularse Robinson a mitad de temporada, por problemas económicos, el equipo apenas salvó su lugar en la divisional. Al año siguiente, con una base mayormente joven, el decano perdió la categoría a manos de Ciudad de Buenos Aires. Fue el final de un ciclo inolvidable, que marcó nuestro básquetbol y nuestro deporte. Forma parte de esos hitos que se nombran en las charlas deportivas de aquellos que peinan canas. El valor de un momento histórico y desde entonces, irrepetible. Estación Quequén en el Nacional B, las selecciones juveniles campeonas, las carreras del TC, los Juegos Panamericanos o Luz y Fuerza dueño del vóleibol nacional. Pilares de nuestra historia deportiva que seguirán latiendo a pesar del paso de los año. Pequeñas grandes hazañas para no olvidar y que las nuevas generaciones deben conocer. ///