El Cottolengo de la orden Don Orione
Una obra de caridad que echó raíces en Quequén y permaneció durante más de 50 años
Ecos Diarios
Archivo
La colonia de la orden Don Orione funcionaba en una casilla de madera, frente al mar. Trabajos hasta llegar a tener su propio edificio y capilla.
El 11 de febrero de 1922 llegaron los primeros orionitas a la Argentina. Ese mismo día llegó Don Orione, acompañado por el padre José Zanocchi, quien fue designado primer superior en este país. El padre Zanocchi se hizo cargo de la iglesia que en 1927 se erigió como Parroquia Nuestra Señora de la Guardia, en la localidad de Victoria, diócesis de San Isidro.
La obra de Don Orione nació en Italia en 1915, su país de origen, durante su paso por el seminario de Tortona empezó a dedicarse a trabajar por los niños pobres, abriendo un pequeño colegio. Su entusiasmo lo inspiró a encarar su propia obra, los hogares y Pequeños Cottolengos, en la actualidad distribuidos en 28 países.
En su segundo viaje a la Argentina Don Orione colocó la piedra fundamental del Pequeño Cottolengo Argentino de Claypole, un 28 de abril de 1935, este establecimiento fue el primero en nuestro país.de Don Orione, su obra siguió difundiéndose por todo el mundo, sostenida en sus dos pilares fundamentales: la fe y la caridad.
En Quequén se encontraba el Hogar Stella Maris, que el último tiempo funcionó como centro de día pero que tuvo sus comienzos como Cottolengo.
Desde comienzos de la década del 50 llegaban niñas a pasar sus vacaciones en la colonia del Pequeño Cottolengo Argentino, las niñas que padecían problemas físicos eran atendidas por las religiosas, integrantes de la Congregación Pequeñas Hermanas de la Caridad.
Construcción
Eran alojadas en una construcción de madera, sencilla pero de excelente calidad y estilo, que estaba ubicada sobre el médano, en proximidades de donde hoy se encuentra el Club La Virazón, entre el Monte Pasuvio y la vieja Rambla de madera (cercana a la Escollera), en aquel entonces no había ningún edificio alrededor, recién en el año 1960 empieza la construcción de la Colonia Pinocho.
Los primeros contingentes que llegaron a esta colonia provenían del Cottolengo de Avellaneda y pasaban la temporada veraniega recibiendo recreación. Arribaban a nuestra ciudad en ómnibus facilitados por la Dirección de Turismo de la Provincia en compañía de tres religiosas.
La labor solidaria de esta congregación se sostiene gracias al aporte voluntario de la población, por ejemplo era habitual que encararan campañas solidarias, o se pusieran alcancías en las bolearías de los cines locales para contribuir a sostener esta empresa, y fue gracias a esa generosidad de la gente que en 1960 pudo ser inaugurado el edificio definitivo, donde actualmente desarrolla su actividad.
En julio de 1960 comenzó a llamarse Hogar de Niñas Don Orione, por disposición de las autoridades de la institución, con sede en Italia. La orden se fundamentó en que Cottolengo eran los dedicados a atender únicamente a niñas con problemas físicos, mientras que en los hogares se podía albergar niñas que se hallaran en estado de desamparo, ya sea huérfanas o que sus padres estuvieran imposibilitados de atenderlas.
Comisión
Merced al apoyo de los vecinos y de la colonia veraniega de Quequén, coordinadas las tareas por una comisión de damas, se logró encarar la ampliación del edificio. A fines de octubre de 1961 las obras estaban avanzadas y constituía un orgullo verlas concretarse al recordar que hasta hacía pocos años el hogar funcionaba en un edificio de madera, donde las comodidades eran limitadas.
El edificio sufrió a lo largo de todos estos años diversas modificaciones, se efectuaron reparaciones cada vez que fue necesario, se hizo llegar el servicio de agua corriente, más tarde el gas natural. Todas mejoras encaradas por instituciones y gente imbuidas de un generoso espíritu solidario.
El Hogar de Niñas Stella Maris en el transcurso de su actividad ha atendido y dado amparo a numerosa cantidad de niñas, allí se daba contención a sus necesidades, además de brindarles acceso a la educación. En su momento alojaba a alrededor de 25 niñas cuyas edades oscilaban entre los 5 y 12 años. La abnegada labor de las religiosas fue fundamental en el desarrollo de las actividades pero además siempre hubo voluntarios dispuestos a ayudar en lo que estuviera a su alcance ya fuera planchando, cortándole el cabello a las pequeñas, todo servía. Pero sostener esta gran casa con 25 hijos no era fácil, y en 1997 la necesidad de encarar importantes obras hizo que se cerrara el internado y las niñas fueron destinadas a otros establecimientos. Con gran alegría en diciembre de 1998 fue reabierto, en principio, como hogar de día.
El establecimiento ubicado en 502 Nº 1132, de Quequén, a cargo de las Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad alberga en la actualidad a personas que llegan por descanso y también recibe a grupos de catequesis o de retiro espiritual.
El abordaje para la atención de las niñas, hoy día, implica un trabajo interdisciplinario que hizo necesario realizar una pausa para que el proyecto a encarar sea bien diseñado, considerando la realidad edilicia y los recursos humanos con que cuenta la orden.
Es importante recordar que en Quequén sigue en pie una excepcional obra asistencial, que continúa con la principal actividad de la Obra Don Orione, la atención de personas indigentes o de escasos recursos con discapacidades mentales o físicas. Y en el resto del país también lleva adelante una incipiente tarea en el campo de los menores en situación de riesgo; cuenta con instituciones educativas de todos los niveles; y anima santuarios, parroquias y capillas.