El desafío que nos queda
Nuestra sociedad, en su crisis, no es capaz de reflexionar, de debatir un modelo, de asumir la necesidad de una convivencia digna entre adversarios que se respeten
El Gobierno sufrió una derrota electoral y decidió ignorar tanto el resultado como las razones que la causaron. Más allá de algunas interpretaciones conspirativas, que Sergio Massa actúe de manera diferente al Senado, que Luis D´Elia cuestione los cortes de calle, que el Presidente tenga diferencias públicas con la Vice, todo marca un proceso de divisiones que sin duda debilita al Gobierno, o mejor dicho, al kirchnerismo. Fueron derrotados en las Universidades, no logran configurar una política exterior coherente y ahora deciden enfrentar a la Suprema Corte como si hubieran olvidado que hoy son minoría. El presidente de la Corte, Horacio Rosatti tiene una foja transparente, fue ministro de Néstor Kirchner y renunció cuando tenía que firmar una contratación poco transparente, no abundan ese tipo de renuncias en nuestra historia reciente. Respecto de los otros tres miembros, dos fueron elegidos por el peronismo. Cada tanto alguno recuerda el burdo error de Macri al intentar nombrarlos por Decreto y creo que deberíamos conocer al asesor que se lo propuso, sin embargo, lo cierto es que transitaron el curso normal y la votación del Senado.
Esta Corte es sin duda la mejor que nos regala la casualidad para un momento que expresa nuestra impotencia de coincidir en nada. Escuchar a algunos defensores del Gobierno asombra. Bastan como ejemplo algunos ex jueces que pretenden explicar decisiones irracionales de jueces menores y fuera de lugar, personajes utilizados al servicio de la coyuntura, intentan defenderlos con el banal argumento de que así se renueva la justicia. Asombra cómo actúan sin la menor responsabilidad de las consecuencias, si perdemos esta Corte nos quedaremos carentes de toda referencia, si no logramos acordar un simple delegado, sin duda nos quedaríamos sin Ley. Eso no quita que muchos, demasiados, sueñen con el estallido de nuestras débiles instituciones.
El ministro de Economía es otro de los cuestionados, claro que por izquierda y por derecha asoman pretendidos sucesores que sin duda no tienen demasiado para aportar. La Suprema Corte y el ministro de Economía son en la actualidad dos baluartes de la poca, escasa, estabilidad que nos queda. Las acusaciones y las denuncias intentan ocupar el lugar de la ausencia de proyectos. Habitamos la desesperanza en medio de la deformación del pasado. Interrogarnos sobre el futuro duele, por momentos reaparecen proyectos, gasoductos, desafíos productivos, carnes, granos y minerales. Entre el subsidio y la necesidad de mano de obra, entre el salario y el esfuerzo, buscar un trabajador es un desafío difícil de resolver, dejamos perder esa pasión de nuestros mayores por el esfuerzo. Mi padre era colchonero de máquina al hombro, mi madre costurera y ama de casa. ¿Cómo olvidar su disfrute del esfuerzo y del cansancio? Tenían esa fuerza que les hacía difícil y a veces con culpa, el descanso. Me vienen a la memoria esos pequeños terrenos que los europeos alquilan para trabajar la tierra durante su tiempo libre, ese placer que genera estar ocupado.
Perón solía decir que quien no produce al menos lo que consume no tiene derecho a vivir. Sale a remate una pintura con su firma, nada que valga desde el punto de vista artístico, pero sí es una muestra de su pasión por el arte y la cultura. También escribió “Toponimia Araucana” en el año 29. Escuché más de una vez algún pretendido intelectual decir que el peronismo no tenía explicación y resulta un poco absurdo creer que la interpretación es más importante que la misma realidad, por suerte los hechos son más vigentes que sus intérpretes.
Macri difunde una foto con Trump, nada casual, un personaje que expresa el poco valor de la democracia y terminó cuestionando su mismo resultado electoral. Como decían las abuelas, “dime con quién andas y te diré quién eres”. Nuestra sociedad, en su crisis, no es capaz de reflexionar, de debatir un modelo, de asumir la necesidad de una convivencia digna entre adversarios que se respeten.
Hace ya nueve años recibíamos con alegría y asombro la elección de un Papa argentino. En tiempos donde el entonces Cardenal Jorge Bergoglio nunca había podido mantener un diálogo con el presidente Néstor Kirchner, fui vocero de su eminencia en comunicarle a mi entonces amigo Néstor su voluntad de encuentro. Ya casi pasó una década, sería muy significativo que el Santo Padre visite su país y que nos pongamos de acuerdo en recibirlo. Podemos coincidir o no con su pertenencia religiosa o sus posturas políticas, ser creyentes o ateos, pero sin duda su persona tendrá siempre la consideración como el connacional más distinguido y su palabra es hoy la más respetada en todo el mundo. Alguna vez me animé a decirle que, si la historia nos había regalado un Papa y no disfrutábamos su visita podía estar más cercano al trauma que al honor. Convocarlo, invitarlo, recibirlo podría generar el acercamiento necesario entre nosotros, ayudaría a salir de una grieta donde todo se convierte en denuncia y fracaso.
El Papa Francisco logró rezar en el Muro de los Lamentos junto a un Rabino y a un religioso musulmán, ese hecho histórico superador de conflictos y de diferencias es un ejemplo a imitar. La circunstancia de invitar a Su Santidad a que recorra su tierra y ser capaces de compartir tanto la invitación y como la recepción puede ser un gran desafío que necesitamos atravesar. Seamos realistas, probemos hacer posible lo imposible, la venida del Santo Padre es una oportunidad. Solo falta intentarlo.
Por Julio Bárbaro
Politólogo y Escritor. Fue diputado nacional, secretario de Cultura e interventor del Comfer