“El hambre y la necesidad no tienen límites, pero tampoco la generosidad”
Alejandro Martínez párroco de la Medalla Milagrosa coordina el comedor “Esperanza y gozo” que triplicó su concurrencia durante el mes pasado.
ROCÍO MAGALÍ SÁNCHEZ
Para Ecos Diarios
El aroma de un estofado recién hecho inunda el salón comunitario de Cáritas Medalla Milagrosa. Son casi las 19 y los voluntarios apuran los últimos detalles antes de abrir las puertas. Lo que hace apenas seis semanas comenzó como una pequeña ayuda para algunos vecinos en situación vulnerable, hoy es un comedor solidario que alimenta a más de 20 personas.
“Hoy tenemos tres veces más cantidad de gente que viene a cenar. La necesidad es enorme”, contó Mabel, una de las voluntarias que, junto a Rosana, Vicky y Santiago, forma parte del equipo que cocina, recolecta donaciones y organiza cada jornada.
La comida se sirve a las 19, aunque los voluntarios llegan entre las 17 y las 17.30 para comenzar con la preparación. “Todos trabajamos durante el día, así que esto lo hacemos en nuestro tiempo libre. Pero venimos con ganas, porque sabemos que hace falta”, explicaron.
Y añadieron: “Esto, se subvenciona con donaciones. Propias de la parroquia, también con colaboraciones de la parroquia de Santa Teresita, de la gente que dona que vamos pidiendo desde el boca a boca. Y todos los voluntarios salimos a las verdulerías y demás comercios del barrio a pedir que colaboren y bueno, los voluntarios aparte de hacer la mano de obra también hacemos la recolección de los productos para las cenas”.
Las opciones que se brindan son abundantes, completas y variadas “Hacemos la comida como si fuera para nuestra casa. Y la mayoría de las veces brindamos una entrada, plato principal y un postre”, explicó Rosana.

Mucho más que un plato de comida
No se trata sólo de un plato de comida caliente. Quienes se acercan al comedor lo hacen también para sentirse acompañados. “Es un momento de estar con otros. Hay algunos que sí, se llevan la comida, sobre todo quienes tienen chicos o están estudiando y no llegan a horario, pero el resto cena acá, en comunidad, agregaron.
El comedor lleva el nombre de “Taca”, en homenaje a un hombre en situación de calle muy querido en el barrio, que fue asistido por la parroquia y que colaboraba siempre que podía. “Es nuestro modo de recordarlo y honrar su historia”, dijo Rosana.
Para Pablo, uno de los asistentes al comedor, el lugar tiene una importancia vital: “Gracias a la obra de los voluntarios y del padre Alejandro yo puedo comer una comida caliente todos los días. El fin de semana, que acá está cerrado, sobrevivo con las facturas que me donan en las panaderías”

Además del comedor, en el mismo espacio funcionan un ropero comunitario y un programa de entrega de bolsones de alimentos para 15 familias de la zona del puerto. Todo se sostiene gracias a la colaboración de la comunidad y al trabajo incansable de los voluntarios, que también salen a pedir a las verdulerías y negocios del barrio.
“El hambre y la necesidad no tienen límites, pero tampoco la generosidad”, expresó el padre Alejandro Martínez, párroco de Medalla Milagrosa y responsable del centro barrial Gozo y Esperanza, ubicado en 22 y 51. “
El padre Alejandro destacó que el espacio no sólo brinda alimentos para el cuerpo sino también para el alma. “Muchos de los que vienen no tienen un hogar, otros están atravesando situaciones muy difíciles. Acá se sientan, conversan, se sienten escuchados. Empiezan a recomponerse, a pensarse de nuevo”, explicó. “No es sólo servirles comida, es acompañarlos, compartir con ellos, brindarles contención emocional”.
Y agregó: “Yo creo que estos chicos, estas personas, nos dan la oportunidad a nosotros. No es que nosotros los estamos ayudando a ellos, es al revés. Nos sacan de nuestro confort y nos enseñan a vivir más humanamente”.
La experiencia del comedor “Taca· muestra que, cuando la comunidad se organiza, es posible tender redes solidarias concretas y efectivas. Quienes deseen colaborar con esta iniciativa pueden acercarse a la parroquia Medalla Milagrosa o al centro Gozo y Esperanza, a partir de las 17.
“Siempre hay alguien preparando la comida, conversando, compartiendo un momento que sirva para sacar al menos por un rato a las personas de su difícil realidad. Siempre hay una mano que se necesita y también otra que estará dispuesta a ayudar “concluyó Martínez.
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