El hotel Victoria tuvo el primer casino de la Argentina
Según la “Historia de partido de Lobería” en el Hotel Quequén funcionó la primera ruleta del país. Fue también un exclusivo centro turístico visitado por lo más de la sociedad porteña
AIgunas fuentes dan cuenta que el primer casino del país funcionó en Tigre, mientras que otros dicen que fue en Quequén, más precisamente en el Hotel Victoria. Con ese nombre se conoció en un principio al Hotel Quequén, que durante gran parte del Siglo XX hospedó a lo más selecto de la sociedad porteña en sus visitas a la costa atlántica.
Según un artículo publicado en el diario La Nación, el establecimiento comenzó a funcionar en 1892. Sin embargo, se toma como año de inauguración 1895, cuando se realizó la ampliación de las instalaciones.
Una lujosa litografía publicada ese año con motivo de la remodelación, explicaba que estaba construido «bajo el modelo de los principales establecimiento de Biamitz, San Juan de Luz, Rentería y tomando de cada uno de ellos lo mejor».
Además informaba que el edificio se encontraba a «quince cuadras de la estación, a cien metros del Océano y a trescientos de la embocadura del rio Quequén Grande».
«Se han establecido aguas corrientes y en cuanto a higiene hemos consagrado nuestra preferente atención y se han llenado las más escrupulosas exigencias empleando para ello los sistemas más modernos y más en armonía con los adelantos científicos, cuyas obras se han construido bajo la dirección del reputado arquitecto Salvador Mirate», agregaba el folleto.
Algunos huéspedes
El hotel tuvo entre sus clientes a Ezequiel Ramos Mejía y al doctor Antonio Bormejo, presidente de la Corte Suprema y personalidad cuyo vigor y conocimiento le permitieron sobresalir con brillo en la historia de la magistratura argentina.
También a Emilio Mitre, director del diario La Nación, Ramón Santamarina, Carlos Becqu, el general Capdevila, Bernardo Iturraspe, Wenceslao Escalante, Santiago Farre, Felipe Jofré y a Dardo Rocha, fundador de la ciudad de La Plata.
Otras personalidades de principios del Siglo XX que visitaron el hotel fueron Angel Estrada, Monseñor Dupret, entonces obispo de La Plata, y Carlos Pellegrini.
Para llegar hasta aquí los turistas tenían que viajar catorce horas en tren o carruajes, aunque si se decidían por este último medio de transporte la aventura podría llevarles varios días.
El hotel de Quequén tenía capacidad para albergar a trescientas personas distribuidas en departamentos, todos con vista al mar.
Por lo general los huéspedes eran matrimonios con hijos, que se trasladaban al lugar acompañados por sus mayordomos, mucamas y niñeras.
Arribaban en coches pertenecientes al hotel y llevaban consigo varios baúles, ya que se quedarían toda la temporada.
Los primitivos propietarios del hotel fueron Juan B. Larraburu y Joaquín Arano, aunque la administración estuvo a cargo José Cano, un vasco arribado de San Sebastián con una larga trayectoria en el rubro hotelero.
Comodidades y lujos
Un volante de propaganda de 1902destacaba, entre otras mejoras, la instalación de una fábrica de hielo y de serviciodirecto de telégrafo.
El precio de los servicios, con pensión completa, era entonces, según dicho volante, de 6 pesos, con precios convencionales «para niños y mucamas
La construcción del puerto de Quequén alejó del mar al hotel y así dejó de dar sobre la playa, privilegio que destaca otra vieja propaganda de 1903: «Unica playa adonde no concurren más que los bañistas del hotel, evitando así los peligros de enfermedades en los niños, temibles en otros puntos”
Pesadas verjas de madera limitaban el espacioso jardín anterior al edificio. A través de anchas puertas se ingresaba al interior, donde estaba ubicada la conserjería. Se continuaba luego hacia el exterior en un patio rectangular que en sus costados tenían anteros floridos y una fuente.
En el sector posterior de la construcción se ubicaba el bar, en una barra había un original cisne de cobre con la base agujereada, del cual se extraía agua helada, el salón de baile donde se celebraba con grandes fiestas el carnaval, y el, amplio salón comedor.
Veladores de opalina, roperos y cómodas de roble, camas de hierro forjado, espejos de cristal y una amplia variedad de objetos de plata eran parte de la decoración.
Cubiertos del mismo material, manteles y servilletas de hilo bordado y platos de porcelana cubrían las mesas del comedor, en el que mozos vestidos de blanco servían el almuerzo y de traje oscuro la comida.
Los señores usaban por la noche smoking y las mujeres vestidos largos.
En «Historia del Partido de Lobería», su autor, el capellán José M. Suárez García, hace referencia a que en el Quequén funcionó antes del 1900 la primera ruleta del país.
Entre las múltiples comodidades que ofrecía a sus clientes hay que enumerar una estafeta de correo propia, un destacamento policial, un telégrafo de la provincia, salas de masaje y baños calientes con agua de mar.
Tenía también una lechería, en la que se elaboraban distintas clases de quesos y productos lácteos, destinados al consumo interno; un lavadero propio y amplias caballerizas, donde se guardaban los coches de la época.
Su cocina era de leña y su iluminación, al principio fue de carburo, luego de gas y, finalmente… eléctrica.
El tiempo transcurrió y el Hotel Quequén siguió, verano a verano, recibiendo a las mismas familias, por sucesivas generaciones. Centro de veraneo ya tradicional, su formalidad originaria se fue transformando poco a poco en algo más informal, aunque siempre reinó un clima de familiaridad y amistad general.///