El maltratado sueño de los Díaz Vélez
Tras años de ser arrastrados por vaivenes políticos e intereses de todo tipo, los antiguos dueños de las tierras donde se construyó la villa balnearia ofrecieron donar tierras para conservar la casona familiar, donde hoy funciona el Museo Histórico, pero se la expropiaron
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Ecos Diarios
El 16 de junio de 1945 Ecos Diarios reproducía un solicitada que el ingeniero
Belisario Alvarez de Toledo había publicado el día anterior en el diario porteño “La prensa”.
“El pueblo denominado Villa Díaz Vélez, que constituye el balneario de Necochea, se formó sobre terrenos que pertenecieron a don Eustaquio Díaz Vélez. Consta de 16 manzanas, parte de las cuales correspondieron a mi esposa por herencia de su padre don Carlos Díaz Vélez, en el año 1925”, señalaba la solicitada.
Alvarez de Toledo era el esposo de María del Carmen Felicitas Díaz Vélez, heredera de las tierras sobre las que se construyó la villa balnearia. La casa principal de la estancia era el edificio en el que en la actualidad funciona el Museo Histórico Regional.
Precisamente la solicitada publicada por Alvarez de Toledo era una reacción a la decisión del gobierno provincial de expropiarle la casona a la familia.
“Siempre fué pensamiento de la familia de mi esposa propender al desarrollo y prosperidad de la hermosa playa de Necochea. Dió pruebas de ello haciendo rematar en el año 1931, liberalmente, en 100 mensualidades, los 500 lotes que se le adjudicaron en la referida herencia”, agregaba la nota.
“A 14 años de aquella subasta la mitad de esos terrenos vendidos para fomento del balneario, están sin edificar, en propiedad de un reducidísimo número de personas, que han paralizado prácticamente las actividades de compra-venta por los precios exagerados que piden. Constituyen un baldío”, se quejaba Alvarez de Toledo.
“Ahora el Gobierno Provincial expropió una finca que es en parte lugar de veraneo y parte explotación ganadera. El objeto de la expropiación, que alcanza a 120 hectáreas, es el de construir un hotel casino y urbanizar el resto”, precisaba.
Y luego añadía: “Para la construcción del hotel casino, en las diligencias que precedieran al decreto de expropiación, y que han durado dos años, ofrecí la donación gratuita del número de manzanas que fueran necesarias para ese objeto, es decir, ofrecí regalarlas a la Provincia sin retribución ninguna”.
“No entro a juzgar la conveniencia de expropiar al resto del campo con destino a expansión urbana, Sin embargo, parece lógico pensar que estando todavía sin edificar la mitad de los lotes que se dieron a la venta en el año 1931, este ensanche, no ha de favorecer el movimiento de capitales dedicados a inmuebles”, opinaba.
Agregaba que “la urbanización de tan extensa fracción de campo puede ser plausible, pero no ni con mucho indispensable. Mar del Plata, tal vez la ciudad balnearia más importante del mundo, no contó jamás con tal plan de urbanización integral, sino solamente la cooperación oficial en las naturales actividades de oferta y demanda. Añadir a la planta urbana de Villa Díaz Vélez 120 hectáreas es agrandar un baldío sin beneficio, para nadie”.
El escrito publicado por Alvarez de Toledo repetía una y otra vez la buena intención de su familia y el interés del desarrollo de la villa balnearia: “El trámite para la expropiación que acaba de decretar la intervención provincial se inició después del 4 de junio de 1943. El suscripto siguió asiduamente las gestiones de los distintos comisionados que desde esa fecha actuaron en Necochea y los de las fuerzas vivas de la ciudad, que la impulsaban”.
La familia había hecho un último intento para retener la casona: “Cuando éstas (gestiones), hace dos meses, tomaron impulso, el suscrito realizó dos entrevistas con el Ministro de Hacienda, doctor Riguera, y no para obstaculizar el propósito del Gobierno, cualquiera que fuese el juicio sobre su conveniencia, sino para proponerle dos soluciones: la primera, la citada donación gratuita de todos los terrenos que se juzgara necesarios para la construcción del hotel casino; la segunda, para ofrecerle la tierra, en venta privada y en forma amistosa, excepción del chalet de veraneo, que no tendrá utilidad alguna para los destinos de la expropiación, y una pequeña superficie circundante. Lo ofrecido comprendía todo el frente al mar”.
Sin embargo, concluía Alvarez de Toledo: “Ninguna de estas dos sugestiones fue aceptada, promulgándose en cambio, el decreto que resuelve la expropiación total”.
Sueños de pioneros
Aquella solicitada publicada a mediados de junio de 1945 era un capítulo de una serie de interminables dificultades que enfrentó una familia que siempre soñó con el desarrollo de una ciudad turística pero se vio arrastrada por los intereses políticos y particulares.
A fines de 1901 Eustaquio Díaz Vélez (heredero del general Eustoquio Díaz Vélez) había comenzado las gestiones para la fundación de un pueblo entre el ejido de Necochea y el océano.
En febrero de 1902, el ingeniero Carlos Paquet presentó un proyecto. Los herederos del dueño de la tierra proyectaron un trazado de avanzada turística, superior al de Pinamar.
El Departamento de Ingenieros de la Provincia de Buenos Aires dictaminó que el proyecto debía ser modificado, pues la extensión de las manzanas era considerada excesiva.
Allí comenzaron los inconvenientes y no por Díaz Vélez, sino por las autoridades. Fue el Concejo Deliberante el que no aprobó el proyecto.
El 26 de septiembre de 1927, al aprobarse la ley 3.928 de ensanche del ejido de Necochea en 10.000 hectáreas, los herederos de Díaz aceptaron también el ensanche de lo que ya comenzaba a llamarse Villa Díaz Vélez.
En 1939, la señora Mathilde Díaz Vélez de Alvarez de Toledo solicitó la aprobación de la división de tierras en lo que hoy es la villa balnearia.
Intervino el ingeniero Justo Duggan y la dirección de Geodesia aprobó el proyecto, ya que se trataba de una ampliación del ejido y las reservas de uso público sobrepasaban el porcentaje establecido por la ley.
Sin embargo, este proyecto encontró oposición en la Municipalidad de Necochea por considerarse que la «subdivisión es inconveniente para una ciudad balnearia cuya población estable y de temporada no es de gran densidad».
Se consideraba que era inútil la ampliación de la zona balnearia en «regiones actualmente despobladas».
La Dirección de Geodesia expresó en ese momento «que no puede privarse a un particular la facultad que tiene de dividir o vender su propiedad, siempre que se ajuste a las reglamentaciones vigentes».
El asesor del Gobierno adhirió a la opinión de Geodesia y aconsejó la aprobación del fraccionamiento. El Consejo de Obras Públicas de la Provincia consideró que podían aprobarse las subdivisiones propuestas.
El Comisionado Federal, por decreto 6.043, aprobó el proyecto. Pero la Municipalidad de Necochea, basándose en opiniones de la Asociación de Fomento y de la Cámara Comercial local, dictó una resolución que estableció “oponerse en forma terminante a la ampliación del ejido” de la villa balnearia.
Recién en 1945 las autoridades municipales y entidades locales parecieron ponerse de acuerdo al respecto y comenzaron a exigir la aprobación del proyecto de expropiación de las tierras que pertenecían a doña María del Carmen Felicitas Díaz Vélez de Alvarez de Toledo.
En junio de 1945, la Provincia de Buenos Aires decretó la expropiación de 119 hectáreas y 2.030 metros de frente costero para la ampliación del balneario local. La resolución se tomaba luego de intensas gestiones realizadas por las entidades locales.
Ecos Diarios informó que el viernes 8 de junio, a las 15.30, el comisionado municipal “recibía en la Casa de Gobierno una copia autenticada del decreto número 8.762, fechado y suscripto ese mismo día”, por el que se resolvía “expropiar una superficie colindante con la Villa Díaz Vélez, hacia el Sur, que comprende 119 hectáreas y 2.030 metros cuadrados”.///