El Parque Miguel Lillo en el centro de la controversia
La comunidad y especialistas de Necochea debaten su estado, gestión y futuro, divididos entre la estricta preservación y la necesidad de aprovechar su potencial
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El Parque Miguel Lillo, considerado por diversos entrevistados como un "tesoro" que pocas ciudades tienen y la "postal de Necochea", se encuentra en el centro de un debate recurrente sobre su estado, mantenimiento y futuro.
Aunque se le reconoce su valor "inmaculado" ante el mundo y sus características únicas junto al mar, río y campo, también se lamenta el estado general de algunos de sus sectores.
Se ha señalado que hay "sectores que se están viniendo abajo por la falta de acuerdo a tiempo", y que los árboles están entrando en un "fin de ciclo de vida y cada vez se secan más", con mención específica a árboles caídos y la necesidad de sacarlos y plantar nuevamente.
La falta de poda y reforestación es una crítica recurrente. La gestión y el mantenimiento actual del parque reciben diversas valoraciones.
Algunos se lamentan de la "desidia del abandono" y señalan que "el Parque se está muriendo solo por no tocarlo".
La responsabilidad de la situación se atribuye tanto a la dirigencia política como a los propios ciudadanos.
Existe la percepción de una falta de planificación urbana multidisciplinaria que equilibre al ser humano y el medio ambiente, y se critica que las decisiones sobre el parque no siempre tienen en cuenta estudios previos realizados por especialistas.
La falta de integración entre las autoridades y la comunidad necochense para trabajar en equipo también es mencionada.
A modo de contraste, se comparan parques como Central Park en Nueva York, que a pesar de ser más pequeño es utilizado intensamente día y noche, o Cariló, un lugar turístico con desarrollo intensivo a pesar de que su bosque tampoco es natural.

Un uso mixto
Un eje central de la discusión es la posibilidad de realizar concesiones, privatizaciones o fomentar un uso mixto del Parque.
Existe una postura firme que defiende que el parque "no se toca", que es "intocable" en su interior, y que "no hay que privatizarlo, pero sí mantenerlo".
Esta visión se contrapone con la de quienes consideran que se deben hacer "algunas intervenciones" para aprovechar su potencial.
Las intervenciones sugeridas incluyen complejos gastronómicos y deportivos, emprendimientos turísticos, espacios vinculados al paseo recreativo, pequeñas islas para emprendedores o casitas de té.
Se plantea que cualquier intervención debe ser "muy bien estudiada", con "condiciones claras de cómo utilizar el territorio", siempre a través de concesiones y "no vendido".
Generalmente, se rechazan los desarrollos urbanísticos o loteos permanentes en el interior del parque.
La discusión sobre el Parque es vista por algunos como un reflejo de las "grietas" y la "mezquindad" que impiden avanzar.
Las propuestas y visiones a futuro para el parque son variadas pero a menudo convergen en la necesidad de planificación y consenso.
Se insiste en la importancia de tener un plan consensuado, una planificación urbana multidisciplinaria que considere estudios existentes como el del Lisea.
Escuchar a todos
Se propone "poner el tema sobre la mesa", "escuchar a todos los sectores", "buscar consensos", y convocar a una "mesa local que busque una respuesta", incluso un consejo consultivo de ciudadanos notables o encuestas/plebiscitos para definir qué hacer.
Se menciona la necesidad de articular el sector público y el privado. Además de la necesidad de reforestación y raleo, se sugieren ideas específicas como crear un paseo comercial, instalar emprendedores cerca del anfiteatro, o aprovechar espacios cercanos a la Av. 10.
Se afirma que el parque "no es una barrera" para el crecimiento y se sugiere que "hay que intervenir el Parque en forma urgente".
El Parque Miguel Lillo no es solo un espacio físico; tiene un profundo valor simbólico, natural e histórico. Es visto como un "pulmón muy importante", fundamental para la biodiversidad, el cuidado del agua y el aire, y como atemperador del clima.
Su valor para el turismo es indiscutible. La discusión sobre su futuro se remonta a décadas, con propuestas de intervención que datan de más de 50 años. Es parte del "patrimonio histórico y cultural" de Necochea.
En síntesis, el debate sobre el Parque Miguel Lillo refleja la tensión entre la preservación de un patrimonio natural y la necesidad de desarrollo y aprovechamiento turístico-recreativo.
Las voces consultadas coinciden en que el estado actual requiere atención y que el futuro debe definirse a través de la planificación, el diálogo y el consenso entre todos los actores de la comunidad, dejando atrás las posturas extremas y la "Necochea del No".
La gran pregunta que subyace es cómo lograr este equilibrio y pasar de la discusión a la acción organizada y consensuada.
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