“El periodista tiene la obligación de ser confiable”
Subrayó Ricardo Ravanelli, director de noticias de Artear, quien reivindica a los medios porque “crean confianza en las audiencias”. Trabajó con Jorge Lanata, a quien considera “irremplazable”
“El periodista tiene la obligación de ser confiable”, subrayó Ricardo Ravanelli, precisando que lo que debería distinguir a un profesional del periodismo de alguien que sin serlo crea contenidos, es la confianza, la credibilidad que su producción genera en la audiencia.
Licenciado en Ciencias de la Comunicación en la Universidad del Salvador, el necochense, de 55 años, es director de noticias de Artear, empresa del Grupo Clarín, teniendo a su cargo los noticieros de la señal de cable TN, así como los de Canal 13. En una realidad en la que el mundo de las comunicaciones es invadido por redes sociales e influencers convertidos en estrellas mediáticas, Ravanelli reivindica a los medios periodísticos, porque “crean identidad” así como “confianza en las audiencias”, sin renegar de las nuevas plataformas.
“Se trata de seguir encontrando nuevas ventanas para comunicarse con las audiencias. Básicamente se trata de eso”, aseguró en una entrevista para “El Ciudadano” (que puede verse en Youtube) cuando se los consultó sobre el streaming y otras nuevas plataformas a través de las cuales se generan y difunden producciones informativas.
“Lo que cambian son las formas de distribución”, consideró el periodista y productor. Y agregó: “Hoy tenemos, a diferencia de otros momentos de la historia del periodismo, de los medios de comunicación, cada vez más maneras de acercarnos a las audiencias y también estamos cada vez más desafiados por esas audiencias, que encuentran otras formas de generar contenido y de consumirlo. Está lo que se llama la economía del creador: cualquiera hoy es creador de contenido. Los medios tradicionales también competimos con eso.
-Se puede decir que hoy por hoy hay audiencias fragmentadas..
-Absolutamente. No es que se consume menos, sino que se consume de manera más fragmentada., Esto es más difícil también de medirlo, de mensurarlo, de saber cómo le está yendo a uno, porque se consume el mismo contenido de mil maneras diferentes.
Lo que vino a traer el formato streaming es no sólo el impacto del contenido en vivo, sino también que ese contenido, al quedar alojado en una plataforma, se puede seguir viendo de manera permanente.
Creo que todas las nuevas formas de distribución que se están sumando sirven para que más gente pueda acceder al contenido que generamos nosotros o que genera cualquier usuario.

-Y en cuanto a los medios periodísticos tradicionales ¿cuál es su realidad?
-Es complicada, porque tienen que adaptarse a estas nuevas formas. Antes, los medios tradicionales tenían el monopolio de la distribución. Hoy, como decía antes, cualquiera distribuye y los medios tradicionales tienen que adaptarse a ello. Obviamente, todo esto vino a alterar también lo que es el negocio de los medios de comunicación, la publicidad. En ese punto es donde se sintió el impacto más fuertemente, en cómo estaban concebidos los medios tradicionales, cómo se financiaban y cómo deben hacerlo ahora, con tanta cantidad de medios que salen a competir y a generar contenido.
-En este contexto ¿cuál es el rol del periodista?
-El periodista tiene concebido esto como profesión, como trabajo, como dedicación y tiene la obligación de ser confiable. Lo que debería distinguir a un periodista de cualquier ciudadano que quiere de alguna manera generar un contenido y distribuirlo, que tiene todo el derecho de hacerlo, es la confianza que ese contenido genera cuando lo hace un profesional.
Uno debería saber que cuando consume un contenido de un periodista reconocido, detrás de él hay una trayectoria, una historia con la que puede o no estar de acuerdo, pero sabe de quién está consumiendo contenido.
Lo que sucede con otras producciones, es que uno no sabe si el contenido es verdadero o no, o qué hay detrás de eso.
Independientemente del tinte político que pueda tener o del contenido que genera, el periodista debería seguir teniendo un grado de credibilidad por encima de cualquier otra persona que lo hace sin tener ninguna obligación de responder por lo que está haciendo.
-¿La inteligencia artificial cómo irrumpe en este contexto?
- Si nos referimos al uso de la inteligencia artificial en los medios de comunicación o del periodismo en particular, creo que es una buena herramienta para algunos mecanismos de producción, donde puede facilitar algunas tareas (traducción, subtitulado y generación de notas de contenido que no sean opinión, resúmenes deportivos). Ahí, claramente, la inteligencia artificial puede hacer el trabajo que nos llevaba más tiempo a los periodistas. Todo eso tiene que estar curado, editado, por una persona que ingresa el material y luego lo edita.
La inteligencia artificial, en términos de producción, lo que nos facilita es tiempo para dedicarnos a otras cosas.
Para la generación de contenido es un problema, porque el grado de verosimilitud que tienen los contenidos generados por la inteligencia artificial hace que hoy no podamos distinguir lo que es verdad de lo que no lo es.
Y ahí vuelve a entrar en juego el rol del periodista para determinar si algo es correcto o no.
-Más allá de quienes trabajan con la comunicación, ¿las audiencias cómo pueden detectar si lo que se les informa es verdadero o falso?
- Es un problema. Te diría que básicamente es una cuestión de educación de la audiencia. También es un fenómeno de estos tiempos la llamada confirmación de sesgo. Uno lee, ve y consume aquello que concuerda con la manera de pensar y nadie soporta un espíritu crítico de alguna posición que hemos tomado.
Esa confirmación de sesgo hace que uno consuma cada vez más solamente aquello que tenga que ver con lo que uno quiere. La respuesta más simple sería educar a la audiencia, pero quién la educa, cómo se educa. Es el interés de cada uno por indagar un poquito más…
-¿Cómo te acercaste al periodismo? ¿Cuál fue el germen de ello?
-El germen fue familiar, ya que mi familia fue creadora, fundadora de “Ecos Diarios”. Mi tío es Guillermo Ignacio, director del diario durante muchos años, también presidente de ADEPA en varios períodos, así que el germen periodístico lo tengo por la sangre. Inicié mis tareas en “Ecos Diarios” cuando todavía cursaba el secundario, escribiendo columnas sobre música. Después me fui a estudiar periodismo a Buenos Aires e inicié mi carrera por allá.
-Tuviste oportunidad de trabajar con Jorge Lanata. ¿Qué significa su pérdida?
-Es uno de esos tipos con los que podés o no estar de acuerdo, pero que son irremplazables. Al margen de que uno pudiese o no coincidir con su trabajo periodístico, es un comunicador de los que creo no ha existido en la Argentina. Era un tipo que estaba todo el tiempo provocando en función de la comunicación. Lanata se ocupaba de que aquello que él quería decir llegara a las audiencias. Tuve una relación personal en los últimos 10 a 12 años en que trabajamos juntos, en una época bastante compleja para el periodismo y para el país, Lo llegué a conocer bastante bien. Su pérdida en lo profesional es irremplazable.
-¿Qué le dirías a un joven que hoy quiere ser periodista?
- Primero, que no sólo piense en las marcas personales. Hoy veo en periodistas o en chicos que arrancan, que creen que, por eso de que las redes ayudan mucho a la individualización, pueden construir nada más que una marca personal. Eso puede tener hoy algún fruto pero yo sigo creyendo en el valor de los medios de comunicación, independientemente de los nombres.
Los medios son los que crean una identidad. Los medios son los que crean una confianza en las audiencias. Y hoy es apasionante la cantidad de formas de distribución que tenemos, que antes no existían. Antes escribías o tenías un programa de radio o de televisión y nada más. Hoy eso se amplía por equis cantidad de pantallas en lo digital, con lo cual el universo de distribución que tenemos es amplísimo. Pero, al mismo tiempo, los desafíos para ser confiables, para ser creíbles y para que el trabajo sea honesto, son mucho mayores a los que teníamos nosotros.
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