El recuerdo de Monzón, a través del cariño eterno de un fanático
Se cumplen 50 años de la consagración frente a Benvenutti en Roma. José Luis Pellejero lo conoció en Santa Fe y fue invitado por el campeón del mundo al Luna Park
También cayó de sábado aquel 7 de noviembre de 1970. Por entonces con 18 años y trabajando en el campo junto a su padre, José Luis Pellejero, como tantos otros hinchas argentinos, se prendió a la radio para conocer las alternativas de la pelea que se estaba desarrollando en Roma y que terminó consagrando a Carlos Monzón por primera vez como campeón del mundo, con su histórico KO en el décimo round sobre el italiano Nino Benvenutti.
Pellejero no se perdería nunca más una pelea de Monzón, comenzando un cariño por este ídolo del boxeo nacional que aun persiste hoy, 50 años después. Es uno de los tantos seguidores. Aunque Pellejero tuvo el privilegio de conocerlo personalmente en sus años de esplendor. “Soy un fanático de Monzón” se auto referencia este reconocido taxista de nuestra ciudad, recordando cómo esa idolatría lo llevó a intentar conocer a Monzón en medio de un viaje de bodas y terminó siendo invitado por el propio campeón del mundo a verlo al Luna Park.
Parada técnica
“Me casé el 21 de marzo de 1974, en Buenos Aires, y como viaje de bodas íbamos a ir a Cataratas. Pero yo quería pasar por Santa Fe, y cuando se me pone algo, lo hago. Le dije a mi mujer que era lindo Santa Fe. Yo me propuse ubicar a Monzón, no le dije nada”, relata sobre el gen de aquel encuentro. Así fue como José Luis, pidiendo instrucciones en el bar de la esquina del hotel, contando su historia de fanático venido desde Necochea, consiguió llegar a la casa de Monzón. “Toqué timbre y salió un pibe, era Abelito, y me dijo que su papá había salido. Atrás salió la madre, la Pelusa (Mercedes “Pelusa” García). Y le expliqué que me gustaría conocerlo aunque sea. ‘Mirá que es difícil’ me dijo, porque no daba notas o accedía a cosas así. Me dijo que volviera, que andaba en un auto Fiat 125 color borravino. Salí a dar una vuelta con mi señora por Santa Fe y lo esperé. En un momento lo veo venir, con el auto a fondo. Pero cuando se bajó no me dio tiempo a decirle nada, me quedé impresionado…”
Casi 10 rounds
Pellejero tomó fuerzas para volver a golpear la puerta de la casa y recibió la mejor de las respuestas: “Ella me hizo pasar al hall y ahí vino él, me preguntó de dónde venía, y le recordé que lo había visto pelear en Mar del Plata, cuando era amateur, frente a Aguilar. ‘Fue una de las pocas peleas que perdí’ me dijo. Estuvimos charlando de boxeo, casi media hora. En un momento fue adentro y me trajo una postal y me la autografió. No tenía medías ni nada de boxeo porque ya estaba radicado en Buenos Aires. Estaba con poco tiempo, con arreglos de la casa y preparando su próxima pelea. Me preguntó si yo iba a Buenos Aires. Ahí me invitó para que fuera a verlo allá cuando volviera del viaje”.
Aguatero y espectador
Sin nada más que la invitación de palabra de Monzón, Pellejero buscó ese reencuentro. Fue al Luna Park y conoció a su entrenador Amílcar Brusa. “Qué raro, mire que es difícil” volvieron a decirle sobre la personalidad del campeón. “Pero si le dio la palabra, quédese tranquilo que la cumple”. Y así fue. José Luis pudo ver el entrenamiento junto a otros fanáticos, hasta que en un momento, el propio Brusa lo llamó con señas. “No lo podía creer. Carlos se acordó y me dijo ‘me vas a dar el agua”. Y como aguatero improvisado, lo acompañó en el entrenamiento: “Era un animal. Estaba media hora pegándole a todo sin parar, hasta que se tomaba un descanso. Estuve tres horas con él. Cuando nos despedimos, me dio un abrazo y me dio una tarjeta preferencial, para verlo pelear desde el ring side, para mi y mi señora”.
El 5 de octubre de 1974, José Luis volvió a Luna Park pero esta vez no entró por la puerta de atrás, sino directo a los asientos preferenciales. “A pocos lugares míos estaba ella, Susana Giménez”, recordó. Fueron 7 rounds inolvidables para él. Los que necesitó Monzón para noquear al australiano Tony Mundine y sellar la 11º de las 14 defensas exitosas que lograría. “Pensar que me podría haber dicho, hola, chau. Para un fanático, conocer así a su ídolo… es lo máximo”, atesora José Luis, hoy con 68 años.///