El sueño de generar energía
Un año con varios aniversario vinculados al tema: hace un siglo se proyectó la construcción de una central hidroeléctrica en el río Quequén. En 1931 un grupo de vecinos formó el núcleo de lo que luego sería la UPC. Sesenta años atrás comenzó la construcción de la termoeléctrica
Hace 90 años, en 1931, varios vecinos, entre los que se encontraba Sebastián de María, preocupados por el precio del servicio eléctrico, formaron un grupo que con el tiempo darían forma a la Usina Popular Cooperativa.
Habían pasado más de dos décadas desde la puesta en marcha de un motorcito marca Tosi, que tenía una potencia de 150 HP, y alimentaba 45 lámparas de arco de las calles necochenses.
La generación de energía siempre fue una preocupación de los habitantes del distrito. Hace cien años, se proyectó la construcción de una central hidroeléctrica en el río Quequén. El proyecto se frustró, pero la idea de generar electricidad a gran escala en el distrito persistió.
Precisamente días atrás, el 15 de enero, se cumplieron 60 años del inicio de la construcción de la Central Termoeléctrica.
Mientras que hace un año entraba en funciones el parque eólico Vientos de Necochea.
Hace 100 años
En la década de 1920, los ingenieros Manuel y José López Echániz formaron la Compañía de Fomento Industrial, que tenía por objetivo la construcción de una central hidroeléctrica que aprovechara como fuerza motriz los saltos de agua del Río Quequén en las Cascadas.
Llegaron a reunir un capital de 284.500 pesos suscriptos en acciones en Necochea y otras localidades de la región.
Se pretendía obtener energía eléctrica a un precio inferior al que se obtenía con los motores alimentados a petróleo.
Pero los esfuerzos del directorio de la empresa tropezaron con inconvenientes económicos que malograron la iniciativa. Sin embargo, la “Hidroeléctrica” continuó con el impulso de los esforzados vecinos.
Se efectuaron algunas obras, se realizaron planos y trabajos técnicos que fueron achicando los capitales de la empresa, hasta que se decidió su liquidación.
En el paraje Las Cascadas quedan todavía algunos canales cavados y cementados que formaban parte del ambicioso proyecto.
Generación local
A pocos días del inicio del invierno de 1904, el diario El Nacional publicaba un artículo que dejaba al descubierto la precariedad del servicio eléctrico de la ciudad a principios del siglo pasado: “Alumbrado público. Cuarenta faroles más”, era el título de la nota.
En aquellos años, la ciudad era todavía una pequeña aldea, con la mayoría de las calles de tierra, oscuras por las noches. Los necochenses se alumbraban con velas o faroles.
“En diversas ocasiones este vecindario se ha quejado por las muchas dificultades de que adolece el alumbrado público. Atendiendo a tan justas quejas el comisionado interino ha ordenado al encargado del alumbrado que proceda a dar mayor amplitud a éste”, señalaba la nota del periódico fundado por Samuel y Antonio Ignacio.
“Con tal motivo, el señor Orlando Somaini informó la conveniencia de colocar cuarenta faroles más, los que se distribuirán equitativamente, en todos aquellos lugares donde la falta de alumbrado es manifiesta”, agregaba el artículo.
En ese momento la joven población sólo contaba con 90 faroles, por lo que la instalación de otros cuarenta sería un progreso significativo. “En algunos barrios, por ejemplo en la calle General Belgrano desde la avenida Alsina hasta la estación, el alumbrado es completamente deficiente, cada cuadra ostenta dos faroles cuanto más”, indicaba la nota.
“En los alrededores de la plaza, por la calle San Martín, Boulevard Del Valle, etc., también se carece de un número conveniente de faroles”, añadía el artículo.
Mantener el alumbrado eléctrico significaba un gran esfuerzo para la comuna, ya que en aquella época la localidad no contaba con una usina. Recién en 1908 se puso en marcha el primer motor generador.
El motorcito marca Tosi, tenía una potencia de 150 HP y el dínamo alimentaba 45 lámparas de arco de las calles necochenses.
La modesta central estaba ubicada en calle 51 entre 56 y 58, en el mismo lugar donde después se levantaría el edificio de la Compañía Anglo-Argentina.
La modesta usina comenzó a funcionar por iniciativa de la Sociedad Anónima Molino Quequén, pero un año después pasó a manos del principal accionista de la entidad, un tresarroyense de apellido Carrera.
Pero con el paso de los meses aumentó el número de abonados y la potencia de la usina se vio superada por la demanda de la población.
En 1910, la usina fue comprada por la Sociedad Siemens Schuckert, que montó dos nuevos motores diésel de 250 HP cada uno y al cambio de las líneas, que totalizaron 20.000 metros.
Dos años después, la empresa fue adquirida por la Compañía Eléctrica del Sud, que se hizo cargo del servicio.
Pero el progreso registrado en esos diez años se vieron interrumpidos de pronto, al comenzar en Europa la Primera Guerra Mundial, en 1914.
La crisis económica mundial generada por la Gran Guerra obligó a paralizar los proyectos de ampliación de la usina local, lo que incidió notablemente en el aumento de las instalaciones y las mejoras en el servicio.
Hace 90 años
En 1931 la usina local se transformó en filial del grupo Ansec y pasó a denominarse Compañía de Electricidad del Sud Argentino.
En aquellos días, un grupo de vecinos preocupados por el precio del servicio, entre los que se encontraba Sebastián de María, formó un grupo que años más tarde pondría en marcha la Usina Popular Cooperativa.
Recién en 1923, cuando la Compañía Eléctrica del Sud cedió la usina a la Compañía de Electricidad Anglo Argentina, se iniciaron en nuestra ciudad los estudios de las ampliaciones del servicio de corriente eléctrica diurna sin interrupciones.
Hasta ese momento, los pocos necochenses que contaban con el servicio eléctrico sólo podían encender las luces de noche.
Según un artículo publicado por Ecos Diarios el 15 de abril de 1924, hicieron uso de este servicio “establecimientos comerciales e industriales, tanto para fuerza motriz como para iluminación”.
El nuevo servicio significó un importante impulso para el comercio y la industria local, que hasta entonces debía utilizar motores nafteros a explosión ante la carencia de fluido eléctrico.
El 12 de junio de 1925, Ecos Diarios publicó un artículo que refería la firma de un contrato entre la Municipalidad y la Compañía Anglo-Argentina y que reflejaba cómo era el servicio de aquellos años:
“La compañía rebaja el (precio del) alumbrado público por cada lámpara de 800 bujías en esta proporción: $29.50 por mes en vez de $31, en lo que respecta a las lámparas que se encienden durante el año”.
Como referencia de los precios, vale destacar que en aquella época el diario costaba 10 centavos y un traje a medida se podía adquirir por 75 pesos.
En cuanto al alumbrado particular, el artículo comenta que pasaría a constar de “45 centavos el kilowatt a 40 y la fuerza motriz de 25 a 23 centavos.
En 1927 la Anglo-Argentina instaló un nuevo motor y transformó el sistema de corriente continua en corriente alternada, iniciando así una nueva era en la distribución de energía.
Dos años después se instaló un motor diesel Carrel y al año siguiente se incorporó otro similar, con lo que la potencia de la central llegó a 2.460 HP.
Habían transcurrido 22 años desde la instalación de la primera usina y el servicio cubría el centro de la ciudad y la zona balnearia, Quequén, el Puerto y Estación Quequén.
La extensión total de la red eléctrica del núcleo urbano era de 700.000 metros.
La idea de De María y un grupo de vecinos de formar una cooperativa local, tuvo innumerables trabas, pero la UPC se puso finalmente en marcha el 1º de marzo de 1939.
El 30 de abril de ese mismo año se inauguró la sede de avenida 42 y 59.
Al año siguiente de su creación, la UPC ya contaba con 2.386 socios.
Hace 60 años
El pasado 15 de enero se cumplieron 60 años de la puesta en marcha de las obras de construcción de la Central Termoeléctrica.
La historia de este proyecto había comenzado en 1957, cuando bajo la tutela del entonces ministro de Obras Públicas bonaerense, Horacio Zubiri, se resolvió convertir a Necochea en un gran centro energético.
El 15 de agosto de 1959 se suscribió en la Municipalidad de Avellaneda el convenio para la instalación de la central entre el gobierno bonaerense y representantes de la empresa Ansaldo y miembros ejecutivos de ELMI, Dimas y Ormas.
El contrato se refería a la provisión y puesta en marcha de la futura central turbogeneradora con una capacidad inicial de 66 mil kilovatios.
Finalmente, el 31 de octubre de 1964 quedó inaugurada la Central Eléctrica Regional de la Dirección de Energía de la Provincia de Buenos Aires (DEBA).
Fue un hito en la historia de la ciudad y también lo que que significó el sueño de un grupo de hombres que siempre habían aspirado a que Necochea se convirtiera en un centro generador de energía.
Hace un año, se produjo otro hecho significativo en ese sentido, cuando en febrero entró en operaciones el parque de aerogeneradores Vientos de Necochea. ///