El último gran triunfo
Se cumplen 25 años de la consagración de Mataderos en el Argentino B
Adrian Stolarczuk
Redacción
Con un “Gol de Oro” de Roberto Clérico, en una definición electrizante en el tiempo suplementario, el Club Atlético Social y Deportivo Mataderos de Necochea escribía su página más gloriosa consagrándose campeón del Torneo Argentino B al vencer en la final a San Martín de Monte Comán, de la provincia de Mendoza. Se están cumpliendo 25 años de de ese inolvidable momento y a la vez de un vacío doloroso. Aquel histórico ascenso del club de Barrio Norte al Torneo Argentino A es también la última gran victoria de nuestro fútbol a nivel nacional.
Tanto tiempo pasó que hoy el Torneo Argentino B es un recuerdo como certamen de AFA. Justamente Mataderos y Almirante Brown de Arrecifes fueron los ganadores de la edición inaugural 1995-1996. El Torneo Argentino A y B reemplazaron al Torneo Regional que desde 1971 le había dado al campeón el ascenso al Nacional B. En 2014 se lo bautizó como Torneo Federal B. Actualmente, como cuarta categoría, se encuentra el Torneo Federal Regional Amateur, luego el Federal A y finalmente la Primera Nacional, ex Nacional B.
El camino
El “Rojo” había comenzado a forjar este gran equipo en el campeonato de la Liga Necochea, meses antes. En julio de 1995 había dado por primera vez la vuelta olímpica en Primera ganando el Torneo Apertura y en octubre lo rubricó sumando su primera estrella venciendo en la final anual a Defensores de Juan N. Fernández. Como campeón liguista hizo su debut a nivel nacional, comenzando su campaña en el Argentino B directamente en la segunda fase en enero de 1996.
Aunque siempre hay expectativas cuando un equipo de nuestra Liga encara este tipo de competencias nacionales, sin dudas la campaña fue una grata sorpresa, avanzando entre 126 equipos de todo el país que formaron parte del certamen. Por nombrar algunos nombres que quedaron en el camino entonces, podemos citar a Huracán de Tres Arroyos, que pocos años más tarde llegaría a la Primera de AFA, Liniers de Bahía Blanca, Defensores de Belgrano, Independiente de Río Negro, Huracán de Comodoro Rivadavia, Alianza de Cutral Có y Ferro de General Pico.
Mataderos se clasificó a la etapa decisiva ganando su grupo, postergando a Sporting de Punta Alta, San Lorenzo de Mar del Plata y El Linqueño de Lincoln, que contaba con los hermanos Schiavi. En semifinales se cruzó con Unión Deportiva Catriel, resolviendo la eliminatoria con una tranquilizadora goleada por 3-0 en el partido de ida, que apaciguó la derrota 2-1 en Río Negro.
Definición caliente
El certamen otorgó dos finales por el ascenso. En la otra llave, Brown de Arrecifes doblegó a Sarmiento de La Banda. Mataderos, en tanto, debió viajar primero a Monte Comán, el 7 de abril de 1996. El fútbol fue precedido por un clima de violencia, luego de que la delegación necochense fuera agredida, siendo el colectivo apedreado. En la revancha, jugada en el estadio Panamericano del Club Rivadavia, la hinchada local se tomó una lamentable revancha y por el “ojo por ojo, diente por diente”, apedrearon el micro de los mendocinos y tres jugadores terminaron con heridas. Ante este incidente producido el día antes del partido, los de Monte Comán evaluaron la posibilidad de no presentarse a jugar el partido al día siguiente, pero finalmente lo hicieron. Un centenar de policías formaron parte del operativo de seguridad.
En la cancha, el primer partido fue para San Martín, con un triunfo 3-1 en el estadio de Sportivo Pedal. Con gol de Durán, Mataderos había igualado las acciones en el primer tiempo, pero terminó exponiéndose en defensa y sufrió dos goles en los últimos veinte minutos.
En la revancha, el domingo 14 de abril, Mataderos tenía la obligación de golear para dar vuelta la historia. Y lo estaba logrando a poco del final. Jugando un gran partido en lo colectivo, se puso en ventaja en el primer tiempo con gol convertido por Arturo Cantón, una de las figuras de la cancha, a los 21 minutos. En el complemento, a los 16 minutos amplió la diferencia Héctor Oliva y de allí hasta el final, Mataderos manejó las acciones, de la mano de una gran tarde del barilochense Javier Villanueva, pero no podía desnivelar. Hasta que a los 44 minutos, otra vez Cantón anotó el gol que le daba el ascenso al Rojo. Era cuestión de que se consumieran pocos minutos para desatar el festejo, pero cuando se jugaban 5 minutos de tiempo adicionado, un penal inexistente que sólo vio el árbitro Gustavo Müller, le posibilitó a Jorge Cervera anotar desde los doce pasos para enviar la definición a un tiempo suplementario y silenciar las tribunas colmadas que se preparaban para el estallido.
Pero los nervios no se extendieron a los 30 minutos del alargue, al imponerse el “gol de oro”, es decir que se decretaría ganador al primer equipo que convirtiera y allí se terminaría el partido. Cuando se jugaban apenas 40 segundos, apareció el defensor Roberto Clérico para transformarse en héroe en plena posición ofensiva, conectando un centro de cabeza, con el parietal derecho, para vencer la resistencia del arquero Castillo y desatar la locura interminable que se extendió de la cancha a las tribunas, y del estadio al corazón de Barrio Norte y a toda la ciudad que vivió como propia la conquista, sin importar los colores. La corrida, con salto incluido, la boca llena de gol y revoleando la camiseta de Roberto Clérico, fue sin dudas la postal que quedó en la historia de Mataderos, como su hora más gloriosa.
El plantel
La formación inicial de Mataderos en aquel partido final estuvo conformada por José Luis Ducca; Luis Del Negro, Sergio Portugal, Fernando Lastra y Roberto Clérico; Gustavo Arnedo, Jorge Racich, Javier Villanueva y Arturo Cantón; Héctor Oliva y Fabián Durán. A lo largo de la campaña, también sumaron presencias Pablo Villarreal, Diego Fernández, Gustavo Portugal, Javier Fraile, Marcelo Jacin, Eduardo Salto, Gustavo Vázquez, Mauro Del Valle, Rubén Jensen, Rodolfo Lucifora, Maximiliano Portugal y Martín Deis. El director técnico fue Julio Portugal, el ayudante de campo Carlos Lizaso, el preparador físico Carlos Rens y el ayudante físico, Héctor Galarza.
Un grupo que tuvo la conjunción perfecta que tanto se busca en el deporte: un gran plantel, con muchos valores locales, un cuerpo técnico trabajador y una dirigencia que estuvo siempre a la altura del desafío, en cada detalle.
Desde entonces, ningún equipo de nuestra ciudad volvió a conquistar un título o participar en un nivel tan alto en el fútbol nacional. Un vacío de 25 años que hace valorar aún más lo que lograron estos jugadores.///