En los 90 había tres clínicas para una ciudad de 73.000 habitantes
Un repaso por una época con amplia oferta en salud. Dos de ellas quebraron. La población creció y se satura la atención en el Hospital
RAUL JAUREGUI
Redacción
Del esplendor del sector privado de la salud en cuanto a clínicas, al presente con un solo establecimiento de este tipo y como consecuencia la saturación de la atención en el sistema público, fueron descriptos en la columna radial basada en el archivo de Ecos Diarios, que cada semana se difunde en el programa “Desde Temprano”, por Ecos Radio.
En la oportunidad se resaltó un dato contundente: hasta mediados de los 90 se contaba con tres clínicas en una ciudad que tenía unos 73.000 habitantes. Hoy, con 100.000, solo hay una: la Cruz Azul.
La Regional
Al recordar a estos centros asistenciales, se comenzó con la Clínica Regional, que fue inaugurada el 2 de agosto de 1935 por los médicos Eleazar P. Seiler y José Campoamor, quienes conformaron una sociedad con Elizari Zabalza y Bernardo Leiva.
En sus primeros tiempos funcionó en un inmueble de calle 62, y en 1939 el sanatorio Regional, como se lo denominó en sus inicios, se trasladó a la esquina de calle 53 y 66, a un edificio construido para tal fin, donde funcionó durante casi ocho décadas.
En los primeros 20 años de la clínica, desarrollaron actividades alrededor de 60 médicos, y en enero de 1955 el establecimiento fue convertido en policlínico.
A su vez, a partir del 7 de febrero de 1987 contó con servicio de terapia intensiva (la primera que hubo en Necochea), mientras que el 8 de octubre de 1999 comenzó a funcionar el Centro Materno Infantil (Cemin).
Sin embargo, en 2005 empezó una larga crisis de la Regional, que llegó a su punto crítico en 2008, cuando se produjo un cierre temporario. Al mismo le sobrevino una reapertura temporal; pero la historia se complicaría cada vez más, hasta la quiebra de la empresa y cierre definitivo en 2018. Todo en un marco de disputa y protestas del personal, preferentemente las enfermeras, que por años se manifestaron para cobrar sus salarios impagos.
En cuanto al edificio, en un marco de quiebra de la sociedad fue vendido en subasta judicial hace unos dos años.
Amenaza de bomba
Como hecho curioso del rico historial, en la columna radial se hizo foco en la tarde del 19 de abril de 1982, cuando se produjo un llamado telefónico a través del cual un anónimo advirtió que había un artefacto explosivo en el inmueble, y que explotaría “en breve”.
La llamada produjo zozobra, debiéndose evacuar no solo al personal sino a los numerosos internados, algunos de avanzada edad hacia otros centros asistenciales, en autos y ambulancias, que haciendo sonar sus sirenas alteraron a tranquilidad barrial.
Tras la labor de la brigada de explosivos, tres horas después se verificó que tal artefacto no existía y todo volvió a la normalidad de a poco.
Cerrando la referencia a la Regional, se nombró a profesionales de la salud que atendieron a lo largo del tiempo en la clínica de 53 y 66, entre ellos los hermanos Gastón y Eduardo Fernández Palma, los Landa padre e hijo, así como también los Haun, los Gabino, Pedro y Daniel Poujol, Julio Municoy, José Luis Do Pico, éste a cargo de la terapia intensiva, los anestesiólogos Castro y Vilma Parodi, actual directora del Hospital Ferreyra, Pérez Laspiur y el traumatólogo Julio Mailland.
Una clínica en Villa Díaz Vélez
El 9 de junio de 1962 quedó habilitado un moderno establecimiento asistencial en la Villa Díaz Vélez: la Clínica Privada Atlántica SRL, que funcionó en el ex hotel Rubí, en calle 77 casi avenida 10.
El establecimiento ofreció una amplia atención, incluyendo las áreas de Maternidad y Cirugía, pero tras 23 años de labor y producto de una debacle económica, cerró sus puertas en 1995.
En ese marco se produjo la quiebra de la sociedad propietaria, con demandas salariales del personal, quedando el abandonado edificio a merced de los robos y vandalismo, hasta que en febrero de 2001 y tras una autorización judicial, la Municipalidad procedió a tapiar las aberturas y evitar que ingresaran personas a pernoctar o provocar roturas.
Aproximadamente 4 años después el edificio fue adquirido por privados, en una subasta judicial.
Indudablemente que la desaparición de la Atlántica impactó fuerte, ya que dejó sin clínica a una creciente zona balnearia, cuya población ha aumentado en miles de personas; y hoy en día es una real necesidad contar con un centro de este tipo en la Villa.
Entre los profesionales que se desempeñaron allí se cuenta a Gabriel Nieto Suárez, Navas, Héctor Pando, Julio Badíe, Eduardo Sartori, Delfín y Eduardo Haun, Martínez Puente, Rosas Ortiz, Daniel Molina, De los Ríos, Pavone y los traumatólogos Chousa y Quinteros, entre otros. A su vez se recuerda a una monja, de nombre María Paz, que por varios años fue jefa de personal.
La Cruz Azul sigue en pie
La única clínica que ha seguido en pie es la Cruz Azul, que comenzó a funcionar en mayo de 1968 en la calle 66 entre 57 y 59, con seis consultorios, pero ante la alta demanda que generó se trasladó en 1981 a su actual sede en calle 60 entre 53 y 55, un inmueble más grande, que incluso años después se amplió con la planta superior, sumando a sus atenciones, en diciembre de 2001, la terapia intensiva
En 1991 la sociedad formativa se transformó en anónima y la Cruz Azul ha podido sortear problemas económicos y hasta la encrucijada que significó la pandemia, para mantenerse hasta la actualidad y acompañar a los hospitales en la atención sanitaria de la población.
Entre los profesionales que trabajaron en el establecimiento se recuerda a los hermanos Guido y Antonio Careri, Eduardo Ríos, Héctor Hernández Rubio, Lorenzo Guarracino, José Elverdín, José Luis Dopico, Arturo Giraldo Petro, Claudio Lobato, el cardiólogo Hugo Christensen, Aldo Eseverri Manara Paz y Eduardo González Landolfi, entre otros.
Durante un pasaje de la charla radial, basada en el archivo de Ecos Diarios, también se dio cuenta de que hoy existe otra clínica, en este caso en la especialidad de la psiquiatría (“José Ingenieros”), que abrió en 2007; y se recordó que a mediados del siglo pasado existieron dos centros para atender nacimientos: la maternidad Boldrini, en calle 66 entre 57 y 59; y la clínica de Señoras y Maternidad, propiedad del doctor Leonardo Aguerre, que funcionara en 55 y 60, donde desde hace años existe la sede de la Aduana.
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