Enfermedades que ya no están y cómo las vacunas las frenaron
Gracias a campañas de vacunación sostenidas, Argentina logró eliminar virus que eran letales.
En Argentina, varias enfermedades que en el pasado causaban brotes, muertes y discapacidades han desaparecido o dejado de ser una amenaza gracias a las campañas de vacunación y las políticas de salud pública sostenidas. La viruela, la poliomielitis, la rubéola congénita, el sarampión endémico y el tétanos neonatal son ejemplos claros de este avance.
La viruela, responsable de millones de muertes en el siglo XX, fue erradicada globalmente en 1980. En Argentina no se registran casos desde los años 70. Fue el primer logro histórico de la vacunación masiva a nivel mundial.
La poliomielitis, que causaba parálisis en niños, fue eliminada en Argentina desde 1984. El uso extendido de las vacunas Sabin y Salk fue decisivo para frenar su circulación. Si bien el virus sigue presente en algunos países, Argentina mantiene la vigilancia para evitar reintroducciones.
Otro caso exitoso es el de la rubéola y el síndrome de rubéola congénita, eliminados del país como enfermedades endémicas desde 2009. El esfuerzo se centró en vacunar a mujeres en edad fértil para prevenir el contagio durante el embarazo. El sarampión también fue eliminado como enfermedad autóctona en 2016, aunque los brotes importados de años recientes demostraron que la amenaza puede regresar si cae la cobertura de vacunación.
Estos logros no fueron espontáneos. Además de las vacunas, influyeron las mejoras en higiene, el acceso a la atención médica y la educación en salud. Pero la vacunación fue el factor más determinante: al generar inmunidad colectiva, evita que los virus y bacterias se propaguen en la comunidad.
El Calendario Nacional de Vacunación argentino, gratuito y obligatorio, incluye más de 20 vacunas desde el nacimiento hasta la adultez. Mantener una alta cobertura es clave para evitar que enfermedades erradicadas regresen.
Los avances logrados pueden perderse. Basta con que la desinformación, el descuido o la desconfianza frenen la vacunación, para que virus antes controlados vuelvan a circular. La salud pública es una responsabilidad colectiva, y cada dosis aplicada es una herramienta de protección, no solo individual, sino social.
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