Sentado junto a la ventana de este nuevo rincón que descubrí en la ciudad, Café Helecho con una pastelería que merece ovación de pie, apoyo el pocillo sobre el platito, estiro las piernas y miro hacia la vereda.
Todo cambia, dicen, y a veces, para bien. Cambié de café, pero no de costumbre: sigo leyendo el diario, escuchando conversaciones ajenas y observando cómo late esta ciudad.
Acá, entre budines y medialunas tibias, empieza otra semana. Y como siempre, con las palabras justas y el oído atento, vamos repasando lo que nos dejó la calle, la política, el deporte y la vida.
—Bueno… quedó firme la condena a Cristina. La Corte no hizo lugar al recurso. Se tiene que presentar en Comodoro Py, y de ahí… vaya uno a saber: domiciliaria o directamente detenida.
—Y como era de esperarse, se desató el revuelo. Marchas, cortes de calles, tomas de colegios y facultades.
—Acá no se condenó a una persona. Se condenó un sistema de corrupción que funcionó durante años.
—Y mientras tanto, en el PJ local también se reacomodaron las fichas. Hubo reunión en la sede, con dirigentes que hacía rato no aparecían. Flavia Scaglia fue clarita: “Este golpe nos hace más fuertes y nos empuja hacia la unidad”.
—Dicen que fue la más numerosa en mucho tiempo. Estuvieron todos: Movimiento Evita, Patria Grande, Frente Renovador, concejales... hablan de reorganización y de armar lista de consenso.
—Scaglia también lo dijo: “La realidad de los trabajadores es pobreza, despidos, falta de insumos en los hospitales”. Parece que el llamado a la unidad llega justo cuando más lo necesitan… aunque no todos están convencidos.
—Es que la calle arde, la política se recalienta, pero la heladera está vacía.
—Y ahí está el punto, pueden unirse, marchar, denunciar lawfare o armar listas. Pero si no bajan a la vida real de la gente… el café se enfría solo.
—Che… ¿y vos que sos de San Cayetano? ¿Cómo viene lo del teatro?
—Mal. Noelia Peón pidió informes y… nada. Ni una respuesta. El teatro no tenía seguro. Y no sabemos si el resto de los edificios municipales sí lo tienen.
—¿Y si pasa otra desgracia? Otra vez lo pagamos nosotros. Y Gargaglione, bien gracias. Se pasea como patrón de estancia y no da explicaciones.
—Mirá vos, un teatro incendiado, sin seguro, promesas en video y... ¿ni un papel con fechas ni plazos?
—Es el clásico: el que no tiene seguro, se las arregla con el bolsillo ajeno.
—Cambiemos de tema, Pedro. ¿Viste lo de la final de básquet?
—¡Sí, un disparate total! El cabezazo ese… ahí se fue todo al diablo. Una locura.
—Entiendo que son partidos intensos, que hay emociones… pero eso no lo justifica nadie.
—Exacto. Una cosa es pasión, y otra perder la cabeza. Y lo peor es que después los pibes miran eso y lo copian. Si los grandes no dan el ejemplo, estamos fritos.
—Y no quedó ahí nomás. La Confederación Argentina de Básquetbol salió a hablar del tema. Dijeron que el comportamiento fue inaceptable y que ya iniciaron actuaciones disciplinarias. No es habitual que intervengan por una final local…
—Eso te marca la gravedad. Si desde la CAB tienen que salir a poner orden en una cancha del interior, es porque cruzamos un límite. El deporte no puede ser escenario de violencia.
—Es un juego, che. Un juego hermoso. Pero cuando se transforma en ring… pierde todo el sentido.
—Che Pedro… ¿sabías que fue el Día del Donante de Sangre?
—Sí, claro. Vi que en el Hospital Ferreyra armaron una jornada especial a la mañana. Donación voluntaria, sin turno, bien temprano. Eso es compromiso, no show.
—El lema era “Doná sangre, doná esperanza”. Me pareció simple, pero potente.
—Y sí. Porque en este país donde todo parece dividirnos, donar sangre es uno de los pocos actos que realmente nos iguala. No hay grieta cuando alguien necesita una transfusión.
—Encima escuché que más del 40% de las donaciones siguen siendo por reposición. Eso tiene que cambiar.
—Tal cual. Tendríamos que naturalizarlo. Como ir a votar o lavarse los dientes. Un acto cívico, humano. No algo que se hace solo cuando hay una urgencia.
—Ojalá que la jornada sirva para que más de uno se lo plantee. Porque la sangre no se fabrica… y cada tres minutos alguien en Argentina la necesita.
—Y la verdad, hay pocos gestos tan simples que valgan tanto.
—Totalmente. Si no damos ejemplo ahí, ¿en qué?
—Che Pedro… se te agarró la garganta con esto, ¿no? Dos médicos faltan de golpe. Uno en la Ruta 55, el pediatra Fernando Lamas, viajaba a cubrir la guardia en Lobería y chocó de frente; murió en el acto y dejaron dos mujeres heridas.
—Y cinco días antes, en la Ruta 88, otro médico —Diego Quirós, de Mar del Plata— perdió la vida junto a un nene de 9 años cuando su auto chocó contra un camión con cereal.
—Dos profesiones, dos tragedias en distintas rutas. Ambos comprometidos con la salud. Y la pregunta viene sola: ¿qué pasa con las condiciones de nuestras rutas?
—Ni señalización, ni mantenimiento… ni camiones controlados. Un cartelito fuera de lugar, un camión sin VTV, y se te lleva todo por delante.
—Mientras tanto, adentro, el hospital se queda sin guardia. Afuera, los pibes miran y dicen: “así es manejar”. Y así no va.
Apuro el último sorbo, mientras me acomodo el abrigo. Pero antes de irme, levanto la voz con una sonrisa sincera:
—Y a todos los padres que se levantan temprano, que empujan, que enseñan y que están… ¡feliz día, muchachos! Porque el mejor legado no se hereda: se transmite con el ejemplo.
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