Escuela Municipal de artes de Quequén: cultura y comunidad
Variedad de talleres gratuitos para niños, adolescentes y adultos la sede de 519 Nº 2670
ROCÍO MAGALÍ SÁNCHEZ
Para Ecos Diarios
En la EMAQ, el arte se respira, se mueve y se comparte. Allí, lejos de la rigidez de los formatos educativos tradicionales, la Escuela Municipal de artes de Quequén ofrece un universo de posibilidades donde niñas, niños, adolescentes y adultos pueden encontrar un espacio para expresarse, crear y vincularse con otros desde el juego, el movimiento y la sensibilidad.
“La verdad que estamos muy bien. Por suerte, con una matrícula completa en casi todos los talleres”, contó Verónica Choperena, directora de la institución “Tenemos todos los espacios cubiertos, y desde febrero arrancamos con las inscripciones. Las clases comenzaron junto con la semana del colegio en todos los talleres que ofrecemos”.
Opciones para todos y todas
Las opciones que se ofrecen son diversas y se adaptan a distintas edades e intereses. Desde plástica, cerámica y teatro infantil, hasta danza creativa, guitarra para todas las edades y un espacio llamado “Movimiento y color” para niñas y niños de entre 3 y 6 años, que integra corporalidad, juego, dibujo y pintura en un formato lúdico e inclusivo. “Es un lugar que busca más el movimiento que estar sentados. Que los chicos exploren y se expresen libremente”, explicó Choperena.
Uno de los aspectos más destacados de esta escuela es que todas sus propuestas son gratuitas y abiertas a la comunidad. “La inscripción está abierta durante todo el año. Si alguien llama, y hay cupo, lo ingresamos. Solo se necesita una planilla, fotocopia del DNI, y listo. Lo que importa es que quieran venir y participar”, señaló.
El acceso sencillo y directo al arte es una de las banderas que esta escuela defiende con orgullo. “Siempre estamos disponibles para quien quiera sumarse”, agregó la directora, quien además destacó que hay talleres pensados también para adultos, como danza y movimiento los martes a las 8:30 de la mañana.
Pese a las limitaciones de espacio físico, la escuela sigue funcionando con tres aulas activas y una intensa dinámica diaria. “A veces tenemos tres clases simultáneas, todo muy pegadito, pero funciona. Porque acá todo se hace con amor”, señaló.
La institución también se caracteriza por su fuerte articulación con otras organizaciones y programas. “Trabajamos con la escuela de adultos de primaria, que usa nuestras instalaciones los lunes y jueves. También viene un equipo con un proyecto de literatura llamado ‘Pido la palabra’, dirigido a jóvenes de entre 16 y 21 años. Y la semana que viene recibimos a una escuela especial para una actividad conjunta”.
La escuela no se limita a recibir, también sale al encuentro. “La semana pasada estuve en el Pasaje Taraborelli dando un taller de movimiento creativo. Siempre que puedo, salgo. Es parte de lo que buscamos: estar en contacto, expandir el arte, llegar a otros” expresó, la entrevistada.
Volver al movimiento
Uno de los ejes fundamentales de esta propuesta es el valor de lo sensible, lo corporal y lo expresivo como contrapeso a las dinámicas digitales que muchas veces invaden la infancia. “Todo esto es muy necesario hoy. Necesitamos volver a tocar, a movernos, a hablarnos. Los chicos acá se encuentran en un espacio diferente a la escuela formal, y eso les encanta”, afirmó la docente.
Cada año, los estudiantes eligen diferentes talleres, van rotando, explorando, probando. “Es como una casa que ellos habitan. Con respeto, con horarios, con cuidados. Pero es su lugar”, concluyó con una sonrisa.
Esta escuela es mucho más que una grilla de talleres: Es una comunidad. Donde lo importante no es el resultado final, sino el proceso de compartir, de moverse, de sentir. En tiempos en que el arte muchas veces queda relegado, este espacio demuestra que crear también es una forma de resistir y sobre todo, de vivir.
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