Flancos débiles en el proyecto oficial
Son tiempos de desconcierto e incertidumbre sobre la pospandemia, una segunda ola de contagios y la confianza en el Gobierno
El momento está signado por el desconcierto. Más la incertidumbre frente sobre los tiempos que vienen, la pospandemia o una segunda ola. Es que el “factor confianza” en el Gobierno, que se mantenía en los primeros tiempos a flote, se ha diluido. Y esto produce parálisis o huidas.
Muchos ignoraron la cuarentena y la calle se llenó de automóviles, en pleno pico de víctimas del Covid 19.
El peso argentino no tiene valor, pierde consistencia y respeto: en Uruguay, cerca, cruzando el río, no lo reconocen. En la pandemia, según encuestas, seis de cada diez argentinos venía ahorrando en dólares, pero en el último mes los que depositaron le temen a un corralito similar al del 2002.
A partir del súper cepo los depósitos en dólares cayeron a la menor cifra de los últimos cuatro años. Impera la falta de fe en los títulos porque hay posibilidades –aseguran los entendidos– de un nuevo default en 2024, en el primer año de un nuevo gobierno, o de una segunda presidencia cristinista.
Los corrillos políticos se cubrieron de rumores, hipótesis de cambio y los dimes y diretes de la vida en el poder. Remoción del gabinete y enroques de puestos claves en las decisiones políticas. El cristinismo arremetió, despechado, por la actitud de la Corte Suprema en el tema de los jueces que juzgan la corrupción kirchnerista y pidió el juicio político para Carlos Rosenkrantz, su presidente. No conforme con ello, al día siguiente los “gurkas” del Parlamento pidieron el mismo juicio a todos los integrantes de la Corte.
Vivir en conflicto
Es ya una tradición. El cristinismo necesita vivir en conflicto persistente, odia a las empresas privadas y al periodismo, plantea siempre interrogantes y perturba el mundo de la política.
Olivos y la Casa Rosada parecen estar en otro mundo. Tienen otro libreto. Los que rodean a Alberto Fernández no quieren avalar las movidas de los diputados anti-Corte, toman distancia, prefieren la moderación. En eso coinciden con gran cantidad de empresarios que salieron a defender la máxima instancia de la Justicia, la división de poderes.
Además, los seguidores del Presidente se muestran molestos por la arrogancia e insistencia de Cristina Fernández de priorizar la solución de los juicios a su favor antes de hablar de la pobreza, las ocupaciones de tierra, la seria crisis de la clase media. Dicen que el cristinismo no tiene una propuesta para resolver la puesta en marcha de la producción, la configuración de una nueva economía.
Confían en los dólares que aporten las exportaciones rurales. No quieren frenar la ocupación de tierras, parecería que sólo viven del discurso político oportunista y nada más. Sí hablan de otorgar más subsidios y regalar fútbol en la televisión, aunque se perjudiquen las arcas fiscales.
En un amplio encuentro con el sector privado, el gabinete económico pidió el acompañamiento del ámbito fabril para salir de la crisis, un constante apoyo para las reuniones de los empresarios con la delegación del Fondo. El FMI se propone sondear distintas opiniones de expertos y trasladarlas a Washington. Nadie está hablando de la resolución de la deuda de 45.000 millones de dólares de capital con el organismo financiero. Y de una eventual financiación. No asoman negociaciones formales para un futuro plan económico oficial.
El albertismo es el responsable del diálogo con el FMI. Los parlamentarios oficialistas no participarían de las conversaciones. Si los de la oposición. Se prevén conversaciones con reconocidos economistas privados. Los mismos que aseguran una salida a través de la inversión. ¿Pero quién invertirá en las condiciones actuales del país y del mundo? ¿Tendrá la Argentina una suerte especial? El Presidente, confiado, quiso reunirse para todos los efectos con la cúpula de la Unión Industrial. Su intención es que todos ayuden a frenar la trepada del dólar y reactiven sus plantas fabriles.
Se trata de un intento de recuperación de todo lo perdido. Para los funcionarios oficiales han disminuido los pedidos de ayuda de los empresarios para pagar salarios. Pero la UIA y los distintos rubros del mercado minimizan un repunte productivo.
Los expertos advierten que negociar con el FMI no será fácil. Además, para ellos la Casa Rosada debe presentar un plan económico que no se visualiza. Entretanto es en extremo prudente que el sector público no intente financiarse en el mercado internacional, si es que lo consigue. Se podría considerar esa movida para dentro de tres o cuatro años. Hasta ahora no aparece un programa de acción integral.
Impuesto a la riqueza
El Gobierno se aferra, por ejemplo, a la implementación del impuesto a la riqueza. Podría recaudar más de 300.000 millones de pesos. El peligro está en la generación de un desequilibrio fiscal como corolario de una caída de las inversiones y un muy posible éxodo de capitales. Este gravamen llega los que creyeron en la inversión productiva y lo considerarán confiscatorio con toda la razón del mundo. Es algo que aumentará la mala imagen del país en los mercados externos.
Este proceso tiene correlación en lo político. El Presidente viene cayendo la imagen, producto de los avances y retrocesos en sus decisiones. Cristina Fernández, desde su costado, toma iniciativas conflictivas, se mueve en distintos sentidos y genera polémicas.
Por Daniel Muchnik- Analista de política