Hace 40 años Quequén se sumaba al Partido de Necochea
Por decisión del gobierno provincial. Un hecho histórico con miradas divididas aguas. Las actuales demandas de una comunidad que fue creciendo y sigue teniendo un enorme futuro
“El gobernador de la Provincia de Buenos Aires sanciona y promulga con fuerza de ley que las secciones de la ciudad de Quequén, del Partido de Lobería, integrarán el Partido de Necochea a partir del día 1º de julio de 1979”, rezaba la norma 9.327, fechada en La Plata el 22 de mayo del citado año.
Esperada para algunos, un “balde de agua fría” para otros, la determinación del Poder Ejecutivo Bonaerense, ejercido por el general Ibérico Saint Jean, era el puntapié inicial para la conformación del posteriormente llamado Núcleo Urbano de Necochea-Quequén.
En sus fundamentos la ley destacaba que “Quequén en su quehacer industrial, comercial, de prestaciones de servicio… está unida por el río Quequén a la ciudad de Necochea”.
Y aclaraba en un segundo párrafo que “la importancia del Puerto hace indispensable una revitalización y reordenamiento de la ciudad, actualmente deprimida en su potencial y desarrollo, no por causas imputables a la comuna de Lobería, sino por las dificultades para su administración… por la distancia entre Quequén y Lobería”.
A cuatro décadas de tan significativa determinación, las sensaciones de los “quequenenses genuinos” se dividen entre quienes se muestran conformes o indiferentes por pertenecer a Necochea; y aquellos que consideran que Quequén sigue siendo “el patio de atrás” de Necochea.
En esta última posición abrevan muchos residentes que pugnan por la autonomía de esta ciudad, cuya actual población supera las 20.000 almas.
Un poco de historia
En el lapso de tiempo transcurrido entre el momento en el que la Provincia estableció el paso de Quequén a la jurisdicción de Necochea, y su concreción oficial en la jornada del sábado 30 de junio, se alzaron voces en contra, por el lado del municipio y buena parte de la comunidad de Lobería, y a favor de no pocos residentes de la vecina orilla, entusiasmados por “un futuro mejor” bajo la órbita de Ejecutivo necochense, que por entonces encabezaba Alberto Vicente Percario.
En una de sus tradicionales notas de la sección “La mesa de los domingos”, Ecos Diarios publicaba en su edición del 18 de junio de 1979 las positivas y expectantes opiniones respecto a la anexión de los comerciantes Andrés Ferrer y Avelino García y la profesora de educación física Alicia Canale. Eran expresiones que representaban el pensamiento de buena parte de la población de la vecina orilla, integrada por entonces por unos 12.000 ciudadanos.
Ya en la antesala del traspaso, el intendente Percario anunciaba el 25 de junio una serie de realizaciones que se pondrían en marcha en Quequén, tales como el asfaltado de las avenidas Lobería y Machado de entonces y la calle Juncal.
Percario enunciaba en la oportunidad que “pedimos la comprensión y paciencia del vecino. Creo que en un año empezará a observarse una transformación de Quequén y que en tres años se concretará una realidad tangible”.
Mientras que en Quequén y Necochea se palpaba un marcado interés por el acontecimiento histórico que se avecinaba, en Lobería se manifestaba un marcado repudio a la decisión del gobierno provincial. De hecho, en la jornada previa a la que se produjo la entrega administrativa, el 99% de los comercios loberenses cerraba sus puertas en protesta por lo acontecido.
Traspaso sin estridencias
La crónica de Ecos Diarios del domingo 1º de julio destacaba las palabras “sentatez” y “cortesía” para describir la firma del acta firmada el día anterior por el jefe comunal de Lobería, Manuel Leitao, y su par de Necochea, Alberto Percario. La nueva integración de Quequén, en cumplimiento por lo dispuesto por la ley 9.327 quedaba rubricada.
Por solicitud del intendente loberense el periodismo no pudo ingresar a la delegación municipal de Quequén para presenciar el breve acto, en el que no se brindaron discursos. Apenas diez minutos duró la ceremonia en la cual quedó concretada la transferencia.
Al otro día tuvo lugar un acto en la plaza Hipólito Yrigoyen, oportunidad en la que Alberto Percario definía a la actitud de la población de Quequén como “El coraje de saber esperar”.
Ya en el cierre de su alocución citaba: “Desde hoy Necochea y Quequén comienzan a unir sus voluntades. Quiera Dios guiarnos para que juntos alcancemos ese anhelado mañana. Confiamos plenamente en la potencialidad del sector y en la fuerza dinámica de sus habitantes”.
La actividad se cerraba con una misa en la parroquia Nuestra Señora de la Merced, que concelebraban el entonces cura párroco del lugar, Justino Fernández y monseñor José de Luis.
Demandas pendientes
Transcurridos cuarenta años de aquél acontecimiento, los sentimientos encontrados entre los residentes en Quequén, en especial los nacidos en ese suelo, se mantienen vivos. Unos se sienten cómodos de pertenecer a Necochea y otros no resignan su lucha por lograr la autonomía.
En este punto vale citar que el movimiento autonomista es anterior a la anexión. De hecho se luchó mucho tiempo por la emancipación de Lobería.
Asimismo se pugnó por tal independencia con el argumento que por contar con mayor población, Quequén debía ser cabecera de un partido que comprendiera a Lobería, es decir al revés de lo que aconteciera hasta la anexión a Necochea. Como ejemplo se tomaba el antecedente de Pigüé, que tras pertenecer al partido de Saavedra se invirtió la situación cuando pasó a contar con más habitantes.
Más allá de los posicionamientos, Quequén, como también ocurre con Necochea, mantiene demandas primordiales para su desarrollo, principalmente la construcción de la planta de tratamientos de efluentes cloacales, que termine con el ataque al medio ambiente que se produce en la costa del vecino punto con el vertido de residuos al mar.
También se necesita de más servicios cloacales y de agua corriente, a la vez que no pocos residentes se muestran inquietos por el avance de la erosión en sectores de la costa.
En contrapartida hay esperanzas que se concrete la construcción del anunciado nuevo puente portuario, que reavivaría un barrio de la ciudad que virtualmente “se murió” cuando se derrumbó el “Ignacio Ezcurra” y que siga en ascenso un desarrollo turístico, aún en ciernes, pero que genera interés.