“Hay que escuchar más a los jóvenes porque tienen otra mirada”
Ana Clara Parriego confía en la apertura y en la inteligencia de las nuevas generaciones. Sin embargo, advirtió que hay estar más cerca de quienes no tienen oportunidades para que el crecimiento llegue a todos por igual
Julieta Moreno
Redacción
“Para mí la juventud es todo; hay que escuchar más a los jóvenes porque tienen otra mirada de las cosas y de la ciudad también”, expresó la artista Ana Clara Parriego, al pensar en el futuro.
Ana Clara nació en Necochea porque sus padres vinieron un día de vacaciones desde San Fernando y decidieron quedarse. Al terminar el secundario, estudió Artes Visuales en la Escuela Provincial de Arte “Orillas del Quequén” y, tras recibirse, comenzó a trabajar, junto a Sol Goñi, en un proyecto que se convertiría en el taller de expresión plástica infantil “El Jinete Azul”. Empezaron con un pequeño grupo de chicos y llegaron a tener más de 120 alumnos mensuales. En forma simultánea, trabajó como docente en distintas escuelas e incluso desde El Jinete Azul gestionaron el Jardín Divino Infantes. Actualmente, después de 20 años, continúa al frente del taller que funciona en calle 72 entre 65 y 67 y en Tribu, una casa cultural para maternidades e infancias que está en 85 entre 6 y 8. Además, es profesora de la Escuela Municipal de Arte, donde coordina un espacio de adolescentes, y –siempre que puede- se suma a todas las actividades y fiestas locales, organizadas por la Municipalidad, el Centro Cultural Necochea, Actitud Solidaria, entre otras.
En diálogo con Ecos Diarios, dio su punto de vista. Mostró su confianza en las nuevas generaciones y aseguró que “Necochea tiene todo para crecer”. Sin embargo, advirtió que hay que impulsar un crecimiento que incluya a todos y no solo a unos pocos y expresó su preocupación por “los invisibles”, es decir, aquellas personas que sufren y nadie ve.
—¿Cómo ves la ciudad hoy?
—La verdad es que yo siempre le agradezco a la ciudad. Desde que empecé con el taller para chicos, siempre sentí que me dio un lugar, un cobijo. Nunca fue fácil, porque con este tipo de proyectos uno va año a año; hay años que te va bien, otros más o menos. Pero siempre me sentí respetada, escuchada. Necochea me dio la posibilidad de crecer, de desarrollar mi trabajo. Es una ciudad que tiene todo y además la amo y me encanta. Siempre se dice que el necochense es apagado o medio mala onda…
—¿ Y lo sentís así?
—He visto muchos así y, como soy distinta, me corrí de lugares que no eran para mí. El sistema a veces al artista nos juega malas pasadas porque pensamos que podemos hacer todo y después encontramos mentes más cerradas.
Sí veo a Necochea con mucha inteligencia en lo que se viene. Para mí la juventud es todo. Les tengo fe a los adolescentes. Hay que escuchar más a los jóvenes, tienen otra mirada de las cosas y de la ciudad también.
Yo siento que las escuelas ya pasaron de moda. Hay que replantear los espacios donde se enseña y se aprende. Hoy el celular, por ejemplo, es mi mayor competencia. Tengo que lograr que un niño quiera dibujar o pintar en lugar de pasar todo el día con el teléfono. Y aunque el celular sea más atractivo, jamás va a desarrollar lo que te brinda el arte: la imaginación, la creatividad, la expresión.
Para mí, el modelo de estar sentados uno detrás del otro, frente a un pizarrón, es de otra época. Creo que se podrían generar espacios que funcionen de otros modos más cercanos a la realidad que ellos viven. Me apena de cuánto se pierden.
—¿Qué cuestiones te preocupan actualmente de Necochea?
—Me preocupan mucho “los invisibles”, gente que nadie la ve, personas que están mal en cuanto a la situación económica. Uno escucha que en el norte del país, pasa tal cosa, pero acá también pasa. No te tenés que ir muy lejos para ver que las cosas no están bien. En vacaciones de invierno, nosotros organizamos actividades y pedimos alimentos como entrada para después donarlos. Y cada vez hay más comedores, más merenderos. Me encanta que haya solidaridad, pero también me duele porque siento que están al margen, que no los vemos.
En cuanto a la salud, para mí el hospital es todo. Mi hijo nació prematuro, pesó apenas un kilo. Pasamos dos meses inolvidables; creo que estuve en el mejor lugar desde el punto de vista humano y de salud para mi hijo. Cuando finalmente nos dieron el alta, yo no me quería ir. Trabajan un montón y sé que hacen lo mejor que pueden con lo que hay. Y creo que la ciudad también ha crecido en esto, en hacer con lo que hay, lo mejor que se pueda. En estos últimos años, yo he notado un cambio. Quizás ahora la veo más en pausa.
—Mencionaste la esperanza que tenés en los jóvenes, ¿crees que tienen oportunidades para quedarse en la ciudad?
— Yo tengo cuatro sobrinas y ninguna vive acá. Una está en Barcelona, otra en las Islas Canarias, otra se está por ir, y la cuarta está en Buenos Aires. Se fueron muy bien preparadas, con excelente formación. Eso habla bien de las instituciones locales, como la Técnica Nº 3. Pero no sé si hay tantas oportunidades reales para desarrollarse profesionalmente acá. En mi caso, yo no me pude ir a estudiar afuera, así que busqué qué podía hacer acá. Empecé Artes Visuales, y era lo que me gustaba. A veces, hay que confiar más en lo que tenemos cerca porque hay un montón de carreras en la Escuela Provincial de Arte y también en los institutos terciarios.
—¿Qué opinás sobre el edificio del casino? ¿Qué te parece que se podría hacer?
—Me gustaría que no esté. No me gusta cómo se ve. No quiero entrar en temas sobre los trabajadores, que me parecen importantísimos y deben ser tenidos en cuenta sus derechos. Pero ese espacio no va más, es un edificio oxidado, viejo y con peligro de que se caiga o que se produzca un accidente. No suma a la costa tan hermosa que tenemos. No sé si hay que venderlo, pero sí hay que transformarlo en algo que genere trabajo y turismo, quizás un nuevo casino.
—¿Qué postura tenés sobre el parque? ¿Estás de acuerdo que se hagan intervenciones?
—Cuando he visitado otras ciudades de la costa, me gusta lo que veo, pero a mí me encanta el parque como está. Me parece que tenemos un parque único y no tenemos ni idea del valor que tiene. Pero también me gusta que la ciudad esté cada vez más linda. Si hay propuestas que permitan que la ciudad esté mejor, a todos nos va a gustar. Sé que hay diferentes formas de ver el tema y, por eso, se dice que el necochense es medio chato y que no se anima a cosas nuevas. Tampoco van a poblar todo el parque. Seguramente hay detalles que yo no sé, pero sí me parece que hay que crecer.
—¿Cómo evaluás la gestión del intendente Arturo Rojas?
—Lo veo bien. Yo estuve con él al principio, me convocó para acompañarlo desde la parte cultural. Después no me animé a continuar porque son espacios que uno tiene que estar seguro para asumir una responsabilidad tan grande. Fue una experiencia muy distinta a todo lo que había vivido. Valoro mucho que me haya convocado. Creo que hizo muchas cosas por la ciudad, aunque no pudo hacer todo lo que quería, un montón de proyectos que quedan ahí.
Yo creo que venga quien venga o siga quien siga, para mí lo importante es que se apueste al crecimiento de todos, no solo de unos pocos.
—¿Cómo ves el futuro?
—Yo pienso mucho en los jóvenes. Antes me sentía joven, ahora me doy cuenta de que ya no tanto (ríe). Pero confío profundamente en ellos porque tienen otra mirada. Nuestra ciudad tiene todo para crecer y para estar cada vez más linda. Solo necesitamos no olvidarnos de los que están alrededor. A veces basta con caminar dos cuadras para ver una realidad distinta. Lo veo también a través de amigas que son trabajadoras sociales, lo que se hace desde la Municipalidad o en los centros de atención primaria. Hay mucho trabajo barrial, mucho compromiso. En eso veo, más organización. También en la Escuela Municipal de Arte donde trabajo, intentamos siempre abrir las puertas al que no puede pagar algo privado.
Creo que tenemos todo para estar mejor. Ojalá podamos, por nuestros hijos.
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