Heredar el amor por la tierra
La familia Iriberri, cuatro generaciones trabajando en el campo
Encontrar un trabajo que te guste puede hacerte sentir que más que un trabajo es tu pasión. Y en ocasiones esas pasiones pueden superar fronteras y generaciones. Así es el vínculo que la familia Iriberri ha entrelazado con la tierra, con cuatro generaciones trabajando en el campo, como productores, en servicios agropecuarios y en la venta de insumos.
El productor local Juan Leoncio Iriberri se acercó al campo a partir de su herencia familiar y abrazó esa pasión como propia. “A los 14 o 15 años, iba todos los veranos al campo, porque en aquella época se hacía el laboreo de la tierra para que rindiera más. Después nos daban las tareas menos trabajosas, como juntar los caballos. En aquella época se utilizaba la tracción animal para todo, había muchos caballos que había que juntar en la caballeriza. Y ya a los 18 años fui como personal, aprendiendo todos los trabajos inherentes, como sembrar, arar, cosechar, fumigar…”. Su apuesta laboral, la siente como una elección: “Decidí no estudiar. Elegí el campo porque fundamentalmente siento un gran cariño y amor por lo que hago. Disfrutábamos mucho el campo y trabajábamos con orgullo. Había otros hermanos también, pero se hacía no porque no había otra posibilidad sino porque se quería. Yo lo hacía con mucho cariño”.
De los barcos
Como muchas otras historias de vida, esta también en sus orígenes se “bajó” de un barco. Juan “Basko” Iriberri, sabe que su pasión por el campo la heredó de su abuelo Leoncio, llegado como otros inmigrantes a nuestro país. “En el País Vasco hay mucha gente en la agricultura, ahí nace el amor a la tierra. Mi abuelo y luego mi padre Bautista, primero arrendaron, y con el tiempo llegaron a ser propietarios”, relató.
Nacido en nuestra ciudad, y ya superando los 80 años, se reconoce parte de otra generación del trabajo: “Siempre nos acordamos con los amigos que uno de los orgullos era cuando salíamos a arar más temprano que el vecino. Veía la luz del vecino y quería salir antes para trabajar, era ese el orgullo que teníamos. Era otra época, otra mentalidad, la manera cómo nos divertíamos, pero lo recuerdo con mucho cariño”.
Un cuadro
Y ese cariño logró transmitirlo a sus hijos. “Cuando veo un trigo hermoso, una avena hermosa o un sembrado, disfruto como si viera un cuadro de un gran pintor o un gran artista. Lo disfruto así y eso lo fuimos transmitiendo a mis hijos y en la familia. El campo lo está siguiendo mi hijo, Juan Bautista, con el derivado además de los cereales, con unA empresa que fue siguiendo las distintas ramas que van surgiendo”, apuntó sobre la empresa de servicios e insumos que fundó en 1966. Su otra hija, Josefina, es psicopedagoga y nutricionista. Sus dos nietos, uno de 7 meses y el otro de 2 años, también van al campo. “Al mayor le encantan los tractores, siempre se lo ve con mucho entusiasmo”, anticipó.
Orgullo
Hoy, en el Día de la Agricultura Nacional, es un motivo de orgullo sentir el campo como propio y unido en él a la familia. “Sentimos gran satisfacción, siempre con ganas de trabajar. Mi abuelo y mi padre eran gente muy trabajadora y el camino que ellos trazaron me marcó un camino hermoso para transitar, con la frente bien alta y gracias a su forma de actuar. Argentina tiene un gran futuro en lo que produce en el campo y la tierra, tenemos que defenderla y quererla un poco más”, remarcó.
Según pasan los años y la tecnología
Testigo de los cambios que las nuevas tecnologías aportan a los trabajos de hoy, Juan Leoncio Iriberri recuerda vívidamente cuando a sus 18 años y para iniciar su trabajo en el campo, su padre compró un tractor y una cosechadora nueva. “Hasta entonces todo era tracción animal. Mi padre compró con orgullo una cosechadora 9950 McCormick. Y en 1958 fuimos de las primeras siembras en la zona en utilizar fertilizantes. Se llamaba Súper Fosfato Triple Calcio recuerdo, porque me bautizó en todo eso. He tenido muchos tipos de cambio y de aprendizaje en el campo”, afirma “Basko”. “Primero hubo que aprender las tareas con tracción animal, luego se vino la época de las maquinarias con gas oil, que venían de Estados Unidos con un gran avance”.
Y todo siguió evolucionando. “Se cambió también la genética y se mejoró el sistema de sembrado. Antes en el verano se hacía el barbecho, con dos o tres arados. Y ahora se demostró que es mejor cuando menos se mueve la tierra, lo que se llama labranza cero y es lo que más rinde porque se mantiene mejor la humedad, la planta se desarrolla mejor y con los herbicidas se controlan las malezas. Se han elevado los rindes y bajado los costos”.
Aún hoy se sigue cambiando, con maquinarias que trabajan a control remoto para fumigar y arar: “Ahora se comenzó a trabajar con lo que se llama cultivo de cobertura, sembrados dos cereales, maíz y avena, por ejemplo, mezclando las semillas con distintos momentos de maduración. Se busca aprovechar al máximo el tiempo de la tierra y a su vez beneficiar al medio ambiente”.