Ilustre, entre el asombro y el olvido
José Squadrone fue tan elogiado como ignorado. Creó el primer museo bromatológico de Sudamérica, pero su maravillosa obra estuvo a punto de desaparecer
JUAN J. FLORES
Redacción
El 20 de junio de 1974, el museo bromatológico fue transferido a la guarda del municipio de Necochea, que le impuso el nombre de su creador: José Squadrone. Sin embargo, aquel reconocimiento no evitó que el destacado vecino fuera olvidado.
En 1995 los vecinos se escandalizaron al enterarse de que iban a ser destinados al osario del Cementerio Municipal los restos del doctor Squadrone, el hombre que le dio a Necochea un museo bromatológico que fue el primero de su tipo en América del Sur.
De urgencia, intentado enmendar el olvido, el Concejo Deliberante lanzó una ordenanza mediante la cual declaró al doctor Squadrone ciudadano ilustre –post mortem- en reconocimiento de su “valorable obra para con la comunidad” y se hizo cargo del pago de la sepultura.
La ordenanza también estlabecía la restauración del Museo Bromatológico, que al igual que su creador, se encontraba totalmente en el olvido.
Asombroso
“Todas las muestras eran en yeso, no había nada en natural, para no impresionar y que no fuera difícil de conservar”, manifestaba hace unos años el recordado historiador Egisto Ratti.
Squadrone “tomaba un pollo, lo pelaba, lo abría y lo mostraba cómo era cuando estaba en condiciones de comer, infectado con tal enfermedad o pasado de tiempo en la heladera”, añadía Ratti.
“Los trabajos presentados eran maravillosos, incluso dicen que era el mejor museo bromatológico de América del Sur. Venían estudiantes aún de Perú y de Chile a estudiar bromatología”, explicó Ratti a Ecos Diarios en 1995.
Este museo había surgido en 1942, cuando el médico veterinario José Squadrone, con el propósito de enseñar a la comunidad a alimentarse y a equilibrar su dieta, comenzó a preparar una muestra bromatológica.
Su objetivo era enseñarle a la gente a seleccionar los alimentos, a descubrir fraudes y adulteraciones en los productos alimenticias para evitar enfermedades microbianas y parasitarias.
Además de las ciencias veterinarias, Squadrone dominaba técnicas de las artes plásticas, ya que era un apasionado de éstas. Por eso no le resultó difícil moldear y colorear piezas de yeso hasta darles la apariencia de reales.
El “hobby” de Squadrone se transformó rápidamente en el Museo Bromatológico “General Necochea” y comenzó a recorrer nuestras provincias y el país como una muestra itinerante.
Tiempo después la Municipalidad colaboró con su tarea y apoyó la creación del Museo Bromatológico, que con posteridad fue provincializado y pasó a depender del Ministerio de Salud Pública.
Ciudadano ilustre
El doctor José Squadrone nació en Alcorta, provincia de Santa Fe, el 21 de noviembre de 1898, pero pasó su infancia en Rufino y cursó sus estudios primarios y secundarios en Buenos Aires.
Obtuvo el título de dotor en veterinaria en la Universidad de La Plata.
De sus años estudiantiles surgió una amistad con el también desaparecido doctor José García Landera, que motivó la radicación de Squadrone en nuestra ciudad, en 1931.
Aquí desarrolló sus actividades profesionales, siendo designado médico veterinario municipal y ocupando en su trayectoria diversos cargos, desde los cuales sirvió a los intereses públicos con la honradez y eficacia que han hecho respetable su nombre y su memoria.
Además, participó en diversos proyectos nunca concretados, como el acuario marítimo y el zoológico de animales de la zona.
En 1941 integró la comisión de la Agrupación de Artistas “Orientación”, que formó la vieja Academia Municipal de Bellas Artes, donde ocupó distintos cargos.
En 1942 creó el Museo Bromatológico “General Necochea”.
Tenía la sensibilidad y la fantasía de un artista, controladas con el rigor de un científico.
Debieron pasar dos décadas de su fallecimiento para que la ciudad lo reconociera ciudadano ilustre.
En el olvido
El 20 de junio de 1974, habiendo fallecido Squadrone, el museo fue transferido a la Municipalidad, que lo designó con su hombre. En exhibición permanente existían 3.500 piesas de yeso, moldeadas y coloreadas.
En 1977, el museo debió desocupar el edificio en el que funcionaba para la iniciación de los trabajos del Centro Cívico.
A partir de allí se iniciaría un largo peregrinaje que termiaría recién el 6 de diciembre de 1983, cuando obtuvo su propio edificio en el complejo museológico del Parque Miguel Lillo.
Pero, lamentablemente, entre tantas idas y vueltas, gran parte del material que el mismo Squadrone había elaborado con sus propias manos, se perdió, rompió o deterioró.
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