Irma Maceiro, pionera de la enfermería en el Hospital Municipal
Ingresó en 1945 con apenas 16 años y vivió el nacimiento del hospital.
Irma Haydee Maceiro tenía solo 16 años cuando ingresó como mucama al Hospital Municipal de Necochea, el 1° de noviembre de 1945. El hospital llevaba dos años en funcionamiento y había sido construido a las afueras de la ciudad, para alejarlo del foco de una grave epidemia de difteria. “Se hizo lejos del centro porque en esa época era peligroso, y acá la enfermedad estaba pegando fuerte”, recuerda.
Una vocación que nació con el trabajo
El ingreso de Irma se dio casi por casualidad. Padecía sabañones severos y era tratada por el entonces director del hospital, el Dr. Emilio Ferreira. “Me dijo: ‘Cuando te cures te meto en el hospital para tenerte cerca’, y cumplió”, cuenta. Así comenzó su camino como mucama, hasta que con el tiempo, y por su dedicación, fue ascendida a enfermera. “En ese tiempo no se estudiaba, se aprendía en la práctica”, explica.
La formación en Mar del Plata y el surgimiento de la escuela local
En 1947, Irma y otras compañeras como María Elena Núñez fueron llevadas a Mar del Plata para rendir un examen teórico. “Nos autorizaron para trabajar como enfermeras y luego se abrió la escuela de enfermería en Necochea. Íbamos de oyentes para seguir aprendiendo técnicas médicas que antes no nos enseñaban”.
El trabajo diario en un hospital que crecía
Al comenzar, había una enfermera por servicio: cirugía, clínica médica, maternidad y pediatría. “Éramos muy pocas, una por turno, y cuando faltaba alguien, otra debía cubrirla”. Irma pasó gran parte de su carrera en el área de cirugía y quirófano. “No me gustaba trabajar con niños, prefería clínica o cirugía. En el quirófano hacíamos de todo: instrumentar, ayudar, lo que hiciera falta”.
Los médicos de aquellos tiempos
Recuerda a los doctores Zabala, Irala, Guerre y Fiori : Zabala, Irala, Aguerre, Mercante, Bilbao, Rico. “Cada uno estaba a cargo de un servicio. El director era Ferreira, que fue quien me dio la primera oportunidad”. Los médicos solían llegar al hospital a caballo, debido al mal estado de los caminos. “Cuando llovía, eso era barro puro”.
El hospital como centro autosuficiente
El hospital contaba con lavadero y planchadora. “Mi mamá era quien planchaba los guardapolvos. Todo el personal dejaba su ropa ahí, no salía nada afuera”. También existía una organización muy precisa para los francos y las guardias, que se resolvían entre las mismas enfermeras, sin reemplazos extras.
Una vida entera dedicada a cuidar
Irma trabajó 46 años en el hospital. Se jubiló alrededor de los 60, siendo una de las últimas sobrevivientes de esa primera generación de personal. “Estoy contenta de haber sido enfermera. Esa profesión te abre la cabeza, te enseña a valorar la vida y a las personas”, dice emocionada.
Un legado que perdura
A los 96 años, Irma sigue recordando con claridad cada rincón del hospital. “En esa época hacíamos lo que nos tocaba y lo que no también. Faltaba gente, pero sobraba corazón. Hoy ya no queda nadie de mi tiempo, soy la última”.
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