“Se piensa que lo justo es lo ideal, y así es; pero no para todos, sino para los iguales. Se piensa por el contrario que lo justo es lo desigual, y así es, pero no para todos, sino para los desiguales.”
Aristóteles
El niño interior del conformismo se contenta con un rato más de descanso.
Se regocija en el calor de su lecho, moviendo con placer sus extremidades perezosas sin siquiera pensar.
Un tímido sol amanece el día que siendo presente expone su juego e invita a jugarlo.
La energía del cuerpo se equilibra, la columna erguida para ser guía de la marcha de ese hoy que persigue y conquista el mañana.
El ser y el estar inician su duelo. Son dos competidores fuertes, arraigados en sí mismos y sin voluntad de ceder uno ante el otro.
Ser parte avanza con la fuerza y la insolencia que su espíritu altivo, resuelto, renovado y deseoso de cambio le da. Muchas veces de manera inconsciente, impredecible, otras con la sola visión de una corazonada y un ¿Y por qué no? Es como gana casilleros en el laberinto del camino.
En cambio, el estar como parte estancado en sus decisiones, temeroso de lo venidero se mantiene agazapado, expectante y paralizado. Siempre a la espera del movimiento del otro contrincante y especulando el salto para pasar de casillero sobre la espalda de su competidor y de esa forma adaptarse al avance o culparlo de su retroceso o estancamiento.
Uno por todo, otro por nada se disputan la meta condicionada por ambos y peleándola cada uno con sus estrategias y habilidades.
El éxtasis del triunfo es el motor que los impulsa, que los maneja, que los domina.
Las miserias, ataduras, cobardías, arraigadas como cayos impiden el andar.
Los deseos, ganas, adrenalina, tatuadas en la carne desgarrada dificultan el camino.
Jueces y verdugos de un mismo tiempo, amanecer y ocaso de una misma vida. Verdad y ficción de una misma idea. Asumir o ¿solo transitar?
Cuál es la verdad y justicia, cual platillo de la balanza se inclina más y hacia dónde.
¿Qué lado es el justo, el bueno? El que se juega el todo por el todo sin medir las consecuencias. O el que prefiere quedarse en lo seguro sin sobresaltos.
Cuantas veces se comete el error de decir “Hay que dar un giro de 360º para cambiar las cosas y cuan desacertado es eso. De hacerlo se vuelve al mismo lugar, 360º es un giro completo sobre sí mismo que termina en el punto de inicio igual, sin modificaciones.
Un giro por ejemplo de 180º es más que un ángulo llano, permitiría ver sobre la misma línea a los dos jugadores; al que quiere Ser su vida y el que se conforma con solo Estar en su vida.
Si son visibles las dos fichas se puede lograr un juego equilibrado para que un punto medio separe y diferencie la cobardía de la precaución, la espera del estancamiento, la excitación del pánico, la inconsciencia de la inquietud.
Las instrucciones del juego explican detalladamente que sucede en algunos casilleros, en unos se avanza rápidamente, en otros se pierde el turno por pensar demasiado algo sencillo de definir. Están los que premian el esfuerzo, los que castigan la no acción.
En el largo laberinto del camino hay también seres casi mitológicos, extraños, desconocidos. Pero esos casilleros son poco leídos porque son de explicación muy largas por las consecuencias de haber caído en ellos. Se los pasa por alto por tener la letra más pequeña y amontonada, total “Quien va a caer ahí”. Hasta que llega el primer participante que, con una mezcla de desesperación y curiosidad leen el veredicto que tan prolijamente y para no ser leído tiene la caja impresa.
El desafío, el reto será la decisión interna e individual de ser o estar, juez o verdugo de la objetividad que no se puede lograr de uno mismo.
Los dados se confabulan para llegar a un mismo resultado para que, cada ficha por separado caigan en un casillero común con la leyenda “Gnosis interior o supervivencia del mas apto”.
En este lugar el jugador debe hacer un resumen de no mas de 60 segundos sobre sus triunfos, frustraciones, temores y deseos concretos. De no lograrlo en el tiempo estipulado deberá volver al comienzo y pierde tres turnos para replantear sus prioridades.
Y como verdugo de los errores y juez de los aciertos el remolino de los anhelos se vuelve protagonista del destino de los jugadores.
Y como un trompo que gira, deseoso de no perder la inercia por temor a no saber donde caer los triunfos, temores, frustraciones y deseos se encapsulan íntimamente conteniendo el aire para ocupar menos espacio.
Genera más incertidumbre pasar en limpio la hoja ya manchada que pensarla en blanco. El cubilete se convierte en gigante que nos atrapa y sacude junto con los dados a los que atribuimos la suerte, sin apenas pensar que nuestro aliento no alcanza, que no hay conjuros mágicos que aseguren el triunfo mas que nosotros mismos.
¿Cuál cadena sostiene el plato de lo justo y cual lo hunde en la injusticia de la nulidad?
Cuantas veces, la ambigüedad humana coloca a la persona en la posición de tener que elegir ser un jugador o el otro y en casos, aún con decisiones acertadas o equivocadas se vuelve al principio, se pierden tres turnos y hay que volver a replantear las prioridades.
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Sobre la autora:

Fanny Judith C Marino explica que comenzó a escribir para “poner en letras aquello a lo que no podía darle voz por la complejidad del sonido”. "Es, sin dudas, una de las mejores formas que encontré hace un tiempo para nadar por los pensamientos o bucear por el alma", cuenta.
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