La “curiosa” residencia de un grupo de laosianos en la del 80
Un centenar de refugiados del país asiático vivió casi tres años en el Hogar Raimondi. El motivo por el que llegaron y sus raras costumbres
RAÚL JÁUREGUI
Ecos Diarios
En la segunda mitad de la década del 80 Necochea, más precisamente el Hogar Raimondi, dio cobijo a 20 familias laosianos, con recuerdos y anécdotas que fueron desgranadas en la columna de “Desde Temprano”, por Ecos Radio.
Durante la charla radial basada en el archivo de Ecos Diarios se dio cuenta que el sábado 21 de diciembre arribaban a Necochea en camiones y colectivos y custodiadas por 40 efectivos de la Policía Federal, para alojarse en el Hogar de avenidas 2 y 75, veinte familias que provenían de Capital Federal y que residirían aquí hasta que se les asignara un nuevo destino.
La llegada de los asiáticos por cierto no era bien vista por algunos empleados y residentes en el Hogar, que llevaba solo ocho años como tal (antes fue colonia de vacaciones de niños), bajo el argumento de los problemas que los futuros huéspedes habían producido en sitios del país en el que habían estado.
Cabe recordar que a fines de los 70 llegaron a nuestro país, que por entonces gobernaba la dictadura militar, 266 familias de Laos en carácter de refugiados tras la guerra de Vietnam.
La idea inicial del llamado Proceso de Reorganización Nacional era no solo dar abrigo a víctimas del conflicto bélico en el país asiático, sino fomentar una nueva corriente inmigratoria, destinándolos a tareas agrícolas.
Lo cierto es que el experimento no funcionó y las 20 familias que llegaron a Necochea venían de deambular durante cuatro años de un lado a otro, viviendo de la caridad del Estado y de la mensualidad de unos 400 dólares que cada familia recibía las Naciones Unidas y que superaba con creces cualquier salario medio en nuestro país.

Una curiosa presencia
La orden de alojar a las familias en el Hogar de 2 y 75 fue del Ministerio del Interior y el gobierno de la municipalidad porteña, propietaria del edificio local.
“Arribaron los laosianos”, con una foto de dos adultos y dos niños, era uno de los títulos de tapa de la edición de Ecos Diarios del 23 diciembre del 85. Sumaban cien personas, en su mayoría menores de edad y en torno a este arribo se generaba una gran curiosidad en la ciudad.
En la columna de “Desde Temprano” también se dio cuenta de una cuestión llamativa: los laosianos se habían acostumbrado a imponer algunas condiciones sobre los lugares a los que eran remitidos.
De hecho, el que hacía las veces del grupo arribado a Necochea pidió previamente inspeccionar las instalaciones de Raimondi donde se los alojaría. Y las aceptaba ante la sorpresa y cierto disgusto de algunos residentes del lugar.
“El gobierno de la Ciudad de Buenos Aires desvistió un santo para vestir a otro”, criticaba en un artículo Ecos Diarios sobre la decisión con tono de improvisación de trasladar a esas 20 familias, desde el Hospital Muñiz de Capital al hogar necochense.
El Raimondi por entonces era dirigido por el Dr. Carlos Mansilla, y los visitantes se alojaban en el primer piso de edificio, frente al mar.
El director explicaba a Ecos Diarios que la alimentación correría por cuenta del propio grupo, y daba cuenta que algunos integrantes estaban en buena situación económica, dedicándose a la venta de ropa.
Los laosianos, que en su mayoría hablaban bien el castellano, traían sus propios muebles, además de sus pertenencias.

Sabrosas anécdotas
Varias sabrosas y sorpresivas anécdotas se generaron en torno a la residencio de los laosianos, algunas de las cuales reveló al columnista de este espacio radial semanal el Dr. Eduardo “Cacho” Zubillaga, que por años ha sido el jefe del departamento médico del Hogar Raimondi.
Por caso, recordó que algunos tenían ciertos conocimientos técnicos de electricidad, y conectaban sus aparatos electrónicos y hacían desarreglos con las conexiones y cortaban la luz de ese sector del Hogar, por lo que se les prohibió hacer esas labores.
En cuanto a la dieta, comían alimentos más bien crudos. Zubillaga recordó que a veces iban a buscar bilis de vaca a las carnicerías, que es muy amarga, y hacían alguna especie de plato para el gusto de ellos con cangrejos chiquitos de río Quequén, que viven en el barro de la ribera.
En materia deportiva, a los laosianos les gustaba jugar al vóley en el patio interno del Hogar y la mala puntería de algunos se traducía en muchos vidrios rotos por pelotazos mal dirigidos.
Una vez llegó un desafío futbolístico, con un par de cajones de cerveza en juego, entre el personal del Raimondi y los asiáticos, y el enfrentamiento entre “Argentina” y “Laos”, como se denominó a los equipos, terminó con triunfo local.
“Nunca nos entregaron la cerveza apostada”, dijo sonriendo Zubillaga, quien aseguró que nunca los vio involucrados en incidentes.
Una de las actividades comerciales que hacían los asiáticos era la venta de ropa, relojes y algunos otros elementos en improvisados puestos ubicados en avenida 2 entre 71 y 75.
¿Un mito o realidad?
Si bien su refugio fueron las instalaciones del Raimondi, durante su permanencia en Necochea los laosianos interactuaron con la comunidad local, pese a alguna que otra barrera en cuanto al idioma y costumbres.
Durante su estancia en nuestra ciudad y sin que haya pruebas claras, se supo que algunos de los asiáticos residentes comían perros, siguiendo una tradición de su tierra natal.
Mientras algunos ciudadanos que los conocieron dan cuenta que era verdad y que hasta observaban colgando de cordeles del Raimondi cueros de los animales comidos, algo que causa escozor; otros tantos cuentan que solo fue “un invento”. Lo cierto es que el tema ha quedado como una leyenda urbana.
Tiempo de despedida
El retiro de las veinte familias laosianas de Necochea se produjo en grupos a partir de junio de 1988, y con nuevos destinos como Arrecifes y Pergamino.
El éxodo progresivo se realizó hacia viviendas individuales que adquiriera el obispo diocesano Alessandro Staccioli, de origen italiano, a quien el Vaticano había validado para ocuparse de los refugiados católicos en la Argentina.
El religioso, que visitó el Hogar Raimondi, había vivido cinco años en Laos, donde conoció al grupo de asiáticos enviados a nuestra ciudad.
Otras localidades como Ranchos, Verónica y General Roca fueron puntos hacia los que emigraron los refugiados, dejando el recuerdo de su paso por Necochea.
La nota completa se puede escuchar en el Spotify de Ecos Radio.
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