La golondrina “tijerita”, una visita que empieza a incomodar
Desde 2001 se ha multiplicado la presencia de esta especie en el ejido urbano, y comienza a entrar en conflicto con el ser humano. Piden la formulación de un protocolo de exclusión
Desde hace un mes, como cada año, la llamada golondrina “tijerita” (Hirundo rústica) ha iniciado su visita. Una llegada que cada vez cuenta con mayor cantidad de ejemplares y que empieza a producir algunos inconvenientes.
El divulgador, observador y fotógrafo de la fauna Ricardo Doumecq Milieu apuntó que “en 2001 fue detectada en nuestro partido, construyendo sus nidos de bolitas de barro debajo de puentes y alcantarillas. Más tarde en aleros y galpones en construcciones rurales y últimamente también en el ejido urbano. Es así que hace unos tres años que se deja ver en plazas y calles y han encontrado en los jardines un buen sustento de alimento, fundamentalmente insectos que caza en vuelo”.
Se trata de una de las ocho especies de golondrinas que se ven más habitualmente en nuestro medio. En cuanto a sus características, la “tijerita” es de tamaño medio (unos 15 centímetros) y pesa apenas 8 gramos. Si pecho es de color blanco o anaranjado, garganta y frente roja, espalda y alas negro azulada y las plumas externas de la cola son más largas que el resto lo que se asemeja a una tijerita.
Históricamente en nuestra zona fueron escasas por su condición de migratorias que las llevaba a visitarnos en grandes grupos y en distintos lugares del país incluso Tierra del fuego y Malvinas.
“En EE.UU, Europa y Asia también se la conoce como golondrina común por ser muy abundantes en todo el hemisferio norte donde nidifican. Allí es una de las aves más conocidas popularmente y de las mejor estudiadas del mundo. Estas golondrinas han sido claves para desentrañar aspectos de la migración, de la selección sexual y de la reproducción en las aves. Pese a ello en los últimos tiempos se ha detectado un declive poblacional global por problemas de conservación del ambiente rural”, explicó Doumecq Milieu.
Acercándose a Necochea
Quienes han analizado a estas volátiles resaltan que el eterno viaje interhemisférico Norte y nido–Sur –vuelta al norte y nido, cambió a partir de 1980, cuando una pequeña población de golondrinas “tijerita” fue descubierta criando en Mar Chiquita (provincia de Buenos Aires), siendo esos los primeros datos de nidificación de la especie en América del Sur. Este raro fenómeno natural, que inicialmente involucró a un escaso número de individuos, fue expandiéndose durante las últimas décadas siguiendo principalmente la línea de la costa atlántica bonaerense. En solo 20 años cruzó la provincia desde Samborombón a Bahía Blanca y por estos días se reproduce también en La Pampa.
Confiadas y abundantes
Doumecq Milieu, que encabeza el Club de Observadores de Aves Necochea describió a las “tijeritas” como “bastante confiadas y se animan a lugares con cierto movimiento humano. Toman agua en vuelo de estanques y piscinas. En esta época con solo levantar la vista por unos escasos minutos veremos pasar alocadamente alguna golondrina de este tipo, que es la más abundante y tal vez junto con la torcaza las aves de mayor ocurrencia, independientemente del ambiente”.
De la bendición a la desazón
Contempladas desde el aspecto personal, Doumecq Milieu arriesga que “al principio en muchos casos produce satisfacción que hayan elegido el alero de nuestra casa para hacer su nido y hasta parece una bendición de la naturaleza, pero luego se convierte en desazón con un lugar chorreado de barro, plumas sueltas y deyecciones”.
Esta problemática ha generado que se haya reclamado la formulación de algún protocolo de exclusión, tal como existe con murciélagos. Se trata de una especie de manual con recomendaciones de cómo evitar que hagan nido en nuestro hogar pero impidiendo perjudicar a la especie. Esos protocolos llevan un tiempo en precisarlos, pues todavía se sabe poco de esta particular población, por ejemplo a dónde migran en invierno, cuántas veces reproducen; qué ambientes prefieren y hasta dónde crecerá su distribución
“Mi experiencia personal es impedirles la construcción antes de la puesta, hasta que solas se dirigirán a otro lugar menos conflictivo. Lleva tiempo, son muy tenaces pero finalmente se convencen que hay sitios más tranquilos y se van”, concluyó el divulgador.