La historia también se cuenta desde los obituarios
La periodista Alejandra Fernández realizó un relevamiento de fallecimientos publicados entre 1921 y 1941 en Ecos Diarios
ROCÍO MAGALÍ SÁNCHEZ
Para Ecos Diarios
Durante meses, la periodista y escritora Alejandra Fernández se sumergió en los archivos de Ecos Diarios para reconstruir una parte silenciosa pero significativa de la historia local: los registros de personas fallecidas en Necochea entre 1921 y 1941.
Como parte de su investigación, relevó más de 3100 nombres. Lo que comenzó como una inquietud personal, terminó convirtiéndose en trabajo inédito que busca ver la luz como libro de consulta histórica.
Este relevamiento abre una puerta al pasado y también al mundo de los usos, costumbres y formas de vida y de muerte, de una época.
“Comencé con la investigación en septiembre de 2023 y pude decir punto final el 28 de mayo de este año 2025”, contó Fernández. Su experiencia previa como trabajadora en la redacción y archivo del Diario le permitió acceder con familiaridad a una fuente documental única. “
“La idea es publicar un libro que sirva de consulta para investigadores, genealogistas, personas de cualquier rama de la ciencia que estén interesados en conocer eh datos de ese periodo particular”, añadió la autora.
El proyecto que requirió muchas horas de dedicación se convirtió en una idea que nunca se había llevado a cabo. “Creo que lo original que tiene este trabajo es que no hay, por lo menos yo, no tengo conocimiento de que se haya hecho algo parecido sobre todo basado en el archivo del diario”, puntualizó Fernández.
Más que datos
Sin embargo, pronto advirtió que los datos recopilados brindaban mucho más. “Había información sobre cómo se vivía en la época, las condiciones laborales, de salud, y también sobre los rituales en torno a la muerte: el sepelio, las notas de duelo, las formas en que eso se reflejaba en el diario”, explicó.
La periodista y escritora describió las necrológicas y notas sociales de aquel tiempo como “las redes sociales de la época”. “Era ver y ser visto. Había ciertas pautas que había que seguir, que tienen que ver con la época. No se juzgan, ni está bien ni está mal. Eran así”, expresó.
A lo largo de la investigación, además de los obituarios y notas sociales, incorporó crónicas policiales como fuente complementaria. “Me di cuenta a poco de comenzar que ahí había una fuente de información muy valiosa que no había considerado en un comienzo. Aportaba muchos datos que completaban los otros registros”, indicó.

De investigación a libro
El proyecto, que en esta primera parte abarca desde 1921 hasta 1941, tiene la ambición de extenderse hasta 1954. No obstante, para Fernández, cada etapa implica un desafío concreto: tiempo, recursos y sistematización. Por eso, su próximo paso es buscar financiamiento o una vía viable para publicar el trabajo como libro.
En ese sentido, la autora remarca el valor social de la obra: “No solamente incluye a los habitantes de Necochea, sino también a personas del partido y a otras que estaban de paso por distintos motivos. Algunas murieron en accidentes o sin familiares en la zona”. En el archivo encontró casos de inmigrantes fallecidos sin vínculos conocidos en la ciudad. “Me pongo en el lugar de alguien que quedó del otro lado, en Europa o en Rusia, sin saber qué pasó con su familiar. Ojalá alguien pueda decir algún día: ‘Encontré a mi tío abuelo en tu libro’”.
La iniciativa surgió luego de que recibiera un libro similar, realizado en San Isidro, que le permitió nutrir su propio árbol genealógico. Ese gesto la motivó a replicar la experiencia para Necochea. “Me pareció interesante hacer algo similar para entregar a la sociedad”, expresó la entrevistada.
Mientras gestiona la publicación del libro, la autora hará la presentación de su trabajo en el Congreso de Historia de los Pueblos, organizado por el Archivo Levene en La Plata, que se realizará en los primeros días de septiembre. “Ahí estaré contando un poquito de qué va este trabajo, que tuve la suerte de poder hacer. Y también de haber trabajado en el archivo, donde me abrieron las puertas para investigar con absoluta libertad”, indicó.
Detrás de los más de tres mil nombres que recuperó hay historias personales, huellas sociales, duelos colectivos. Y en ese gesto de reunirlas, clasificarlas y ponerlas a disposición, se revela no sólo una vocación de memoria, sino también un acto de tender puentes entre quienes fueron y quienes vendrán.///
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