La mesa familiar por el Día de la Madre que la cuarentena cambió
Los vínculos trastocados por el aislamiento social. Entre la falta de un abrazo y las nuevas tecnologías
Desde que se estableció la cuarentena en marzo, las reuniones familiares, entre no convivientes, estuvieron prohibidas y luego condicionadas. Aunque muchos optaron por no privarse del asado o el babyshower, el riesgo estaba latente como todos sabemos. La flexibilización del confinamiento cedió con ciertos límites, pero no derribó aún los retenes. Muchas familias quedaron partidas en la distancia y aunque los vínculos sigan latentes gracias a la ayuda de la tecnología, siempre se extraña lo sanador de un abrazo. Y en este Día de la Madre, la ausencia se siente aún más.
Para Eva Bau de Torcianti, el contraste será notable: por primera vez no estará acompañada por alguno de sus tres hijos en esta fecha tan especial. María Alejandra se encuentra viviendo en Sierra de la Ventana, María Eugenia se radicó con su familia en Valencia, España, y Leandro Torcianti, su hijo menor, es el conductor de la radio K2 de nuestra ciudad. “El destino, Dios, lo quiso así. Igual estoy contenta de tenerlos. Otros años las chicas vivían más cerca y quizás el que no podía venir por trabajo era Leandro. Pero estaremos comunicándonos por videollamada, eso ayuda”, compartió Eva desde Buenos Aires. Igualmente hay planes para celebrar con Aldo, su esposo, siempre cuidándose del virus. “Tenemos un lugar ya reservado, para ir a almorzar, al aire libre. Gracias a Dios estamos juntos y bien. Hemos estado guardados, mucho tiempo. Hemos decidido quedarnos tranquilos y viviendo el día a día, esperando que termine todo para poder reunirnos otra vez, poder viajar como estábamos acostumbrados para ver a nuestros hijos y nietos. Lo importante es cuidarnos”, advirtió Eva.
La distancia es irremplazable
En nuestra ciudad, Leandro también espera el reencuentro, después de la última despedida a fines de febrero cuando Eva y Aldo estuvieron en Necochea. “En los cumpleaños o en estas fechas siempre estaba la posibilidad de viajar y justo ahora todos los hermanos estamos lejos. De tres hijos que tiene, cero” sintetizó irónicamente sobre la incómoda situación. Por supuesto que habrá un regalo a la distancia y la comunicación para saludar pero reconoció que eso no llena ese vacío: “Las llamadas las hacemos siempre, estamos en contacto siempre, pero la distancia es irremplazable. Por más Zoom que hagas, el encuentro, sentarnos a la mesa familiar, es irremplazable”.
Lazos de sangre
También sufre esa distancia Gisela Zlatar, licenciada en nutrición, que trabaja desde hace 14 años en nuestra ciudad y que dejó parte de su familia en Chacabuco, su ciudad natal, a 550 km. Este año, el habitual viaje aprovechando algún feriado no puede ser posible: “La última vez que nos juntamos todos fue el 1 de marzo, por el cumpleaños de mis hijos y el mío. Después ya no lo pude hacer más. Siempre voy algún fin de semana largo para aprovechar los días, por mi trabajo”. Gisela es la más chica de tres hermanos y hoy se extraña más que nunca no poder estar con su mamá, con María Teresa o “Piru” como la apodan, de 87 años. “No poder verla, son cosas que te movilizan. Uno tiene su propia familia acá en Necochea, pero quiere acercarse a los lazos de sangre”.
Buscando el paliativo de lo virtual, apuntó que “ella es muy mayor y no tiene celular. Dependo de la llamada al (teléfono) fijo o a través de sobrinos y hermanos hacemos una videollamada por Whatsapp. Nos conectamos todos, otros hermanos y familiares están en Buenos Aires y en Junín”. Para hoy será una opción: “Tenía la idea de mientras estemos almorzando estar todos conectados con el resto de la familia, como si estuviéramos todos a la mesa, pero con los teléfonos”.
Además de no poder viajar, su profesión también exige más cuidados: “Soy una trabajadora de la salud, en el Hospital Neuropsiquiátrico, así que tengo que cuidarme. No sólo para no contagiarme, porque una está expuesta, sino para no contagiar a otros. Es una responsabilidad extra”, entendió.
A pesar de esa angustia que hoy le toca sentir lejos de su madre y esta pandemia que nos ha obligado a todos a replantearnos nuestra vida, Gisela advierte que “no me arrepiento de haber elegido Necochea. Es una ciudad que amo con todo el corazón, sus bellezas naturales y todo lo que me da. Esto es una circunstancia y esperemos que pronto podamos volver a estar juntos”.
La madre cumplió 100 años y la hija tiene 85
Aunque una vive en Necochea y la otra en Mar del Plata, Lía y Adelma, madre e hija, almorzaban juntas todos los meses hasta que en marzo esa rutina cambió. La espera para el reencuentro, al principio, sería de 15 días, pero la cuarentena ya lleva siete meses. Días perdidos de estar juntas que para algunos pueden ser pocos, pero para una mamá que cumplió 100 años en agosto y su hija que ya cuenta 85 pueden ser irrecuperables. Desde Mar del Plata, Adelma Barrionuevo, la hija de 85, compartió con preocupación que “ya casi se pasa el año sin ir. Desde fines de febrero que no pude ir más. Hablamos todos los días por teléfono y hace poco me dijo ‘tengo miedo de no verte más, de que me pase algo’, la vi muy acongojada. Yo tengo muchas ganas de ir a verla, a ella y a mi tía (de 94 años). No sé que puede pasar, quizás me voy yo primero, es la vida, nunca se sabe. Pero eso me tiene muy preocupada”, admitió.
A sus 100 años cumplidos, Lía Rodríguez sigue amasando los ravioles del domingo y extrañando el contacto cercano los integrantes de su enorme familia, entre sus hermanos, sus cinco hijos, 15 nietos, 45 bisnietos, 14 tataranietos y tres choznos, algunos en nuestra ciudad y la mayoría repartidos por el país. Luis Schmied, uno de sus hijos y que vive con ella, advirtió que “nos estamos cuidando y por eso vamos a pasar el Día de la Madre entre nosotros, después, en la semana, seguramente, otros pasen a saludarla”.
Pero para los familiares que viven más allá de los retenes, el saludo será a la distancia y la tecnología no está en consideración. “Ellas son de otro siglo, ya el hecho de hablar por teléfono es toda una novedad, más hacer un video. Suena el microondas y salen corriendo para el timbre de casa”, bromeó Luis respecto de que no acostumbran utilizar las videollamadas.
No será amiga de la tecnología pero Lía se sigue dando maña en la cocina y no pierde oportunidad para una broma en la charla: “¡Haber cuánto me van a pagar!” bromeó ante el pedido de una foto para ilustrar esta nota.
Adelma, desde Mar del Plata, apuntó: “Cuando mi mamá cumplió 100 años le mandamos fotos y uno videos de feliz cumpleaños con el celular, gracias a los chicos, porque yo no entiendo nada”. Su anhelo es volver a juntar a todos bajo un mismo techo. “Si pudiera viajar, mi hermano ya me tendría esperando, con un asado en casa de mamá, con bombos y platillos”.///