La orquesta “desafinada” del Titanic
La Argentina “líquida” es un país sin certezas, las libertades civiles hoy están acotadas, se ataca al que hace las cosas bien y se premia al que las hace mal
Extrapolando los conceptos de Zygmunt Bauman a nuestra realidad, podemos hablar de una “Argentina líquida” donde el individualismo marca las relaciones y las convierte en precarias, transitorias y frugales.
Como colectivo social, los argentinos no estamos a la altura que las circunstancias actuales nos demandan.
Las instituciones de nuestra nación funcionan cada vez con mayores dificultades. La decadencia nacional semana a semana se va acentuando a niveles antes insospechados. Y en ese devenir -hacia abajo- somos todos los ciudadanos del entramado social, los únicos responsables. Tenemos el país y la realidad que nos merecemos por cómo hemos actuado en el pasado. Somos lo que somos, porque fuimos lo que fuimos. Las marchas y contramarchas dejan ver con claridad la Argentina «líquida” de 2020.
Conformamos una sociedad de fuertes contradicciones, que año tras año, ha sabido empobrecer a sus habitantes, en particular a los más necesitados. Nos hemos convertido en un modelo de país donde la “incertidumbre” y la “falta de previsibilidad” son las principales reglas de convivencia. Y eso hace que nuestra sociedad sea “líquida”, por oposición a una sociedad “sólida”, robusta, donde las instituciones marcan el rumbo del progreso social, y, por ende, el de sus habitantes.
Miramos al que está ideológicamente en la vereda de enfrente como a un extraño, o, peor aún, como un “enemigo” por vencer. Un desconocido que solo tiene como único atributo aportar mayor incertidumbre, conformando su mayor amenaza la de atentar contra el orden que se propone del “otro” lado de la vereda. Una locura colectiva por donde se la mire, donde se pretende jugar al “bowling” con los transeúntes de la Avenida 9 de Julio…sin palabras. Esos aportadores de incertidumbre son los que irritan a toda la sociedad.
Hoy, no se vive bien, se siente la inseguridad en las calles y se “ve” el hambre en los más necesitados. La Argentina “líquida” es un país sin certezas, las libertades civiles hoy están acotadas, se ataca al que hace las cosas bien y se premia al que las hace mal. El mundo del revés en su más plena existencia (o la argentinidad al palo, como prefiera el lector).
La libertad de “cuidarnos”, es una libertad que se nos ha sacado y, como contraposición en lugar de generar una sociedad de la cultura auto responsable, se generó la del “quédate en casa”, que por un tiempo tuvo su lógica, pero que hoy, a más de doscientos días vista ya no la tiene, y su extensión es solo una muestra más de su rotundo fracaso. El millón de contagiados será otro récord nacional y popular para la historia.
La cultura del trabajo se ha desmadrado. Más de la mitad de nuestra población vive de las tetas del estado anémico, que solo puede imprimir moneda sin valor, y como forma de paliar la coyuntura, no como una solución del futuro que se nos viene encima, y con toda su fuerza. El Titanic partido y a punto de empezar su viaje al fondo más profundo y oscuro del océano. La incertidumbre permanente en la que vivimos los argentinos es directamente proporcional con el debilitamiento que han tenido las instituciones de nuestra nación. Sin instituciones fuertes no hay previsibilidad. Sin previsibilidad no hay crecimiento. Y sin crecimiento no hay inversiones, solo nos queda la “maquinita de imprimir billetes”.
¿Por qué no hay en este momento un “comité” de expertos discutiendo una nueva base impositiva y fiscal que permita sentar las bases para la reconstrucción de una economía vencida, aturdida y que ha perdido el rumbo por completo?
¿Por qué no tenemos “otro” comité de expertos pensando en cómo vamos a recuperar a esos chicos carenciados que necesitan alimentación, educación, y el sostenimiento de sus necesidades básicas, desde agua potable (hay más de 7 millones de argentinos que carecen de ella), hasta un baño donde hacer sus necesidades, sin tener que hacerlo en la calle?
¿Porqué no hay “otro” comité más de expertos que, junto a las cámaras empresariales, se sienten a discutir el destino de los cientos de miles de empresas Pymes (y no tan Pymes) que están al borde de la quiebra?
¿Por qué se paralizó la reforma a la ley de quiebras por no beneficiar a Vicentin a cambio de dejar al borde de la quiebra al resto de las empresas que están esperando se sancione esa nueva ley que les dé el aire que necesitan para recuperar?
Lo cierto es que los “porqués” son el nombre propio que cada uno le va poniendo a la incertidumbre, a la falta de plan, a la falta de una clase dirigente que deje de ser la orquesta desafinada del Titanic (no todos, pero sí una gran mayoría). Hemos convertido a los más necesitados en desechos humanos a los que solo se recurre a la hora de juntar votos.
Ese es el modelo de país que hoy nos cuesta lo que no podemos pagar, porque somos una nación fundida económicamente y “líquida” moralmente.
Y en la cubierta de ese barco que se hunde, la orquesta desafinada del Titanic sigue tocando su música, que para algunos puede resultar aceptable, pero la realidad es la que muestran todos los indicadores sociales y económicos. Nos vamos a pique. La economía no deja de caer a la par que el dólar no para de subir.
La Argentina como país es una sociedad “líquida” que se va por las rendijas del subdesarrollo y no tenemos un plan claro que nos saque de ese destino que hoy parece inevitable. Si tenemos marchas, jugadores de bowling por la 9 de julio y campeones nacionales de lanza bolsos. Nos hacen falta más que nunca muchos “Favaloros”. No cultivar la cultura del laburo, del esfuerzo, del estudio, es desastroso por donde se lo mire. El mensaje que eso transmite a los niños y jóvenes es devastador.
La argentina líquida, fugaz, débil, que no respeta la institucionalidad, como contraposición a lo que sí pasa en un país “sólido”, donde las instituciones están primero, sobre ellas se arma el proyecto de país, y luego se gobierna, más a la izquierda, a la derecha o al centro, pero siempre dentro de ese margen que da la institucionalidad y el proyecto de nación.
Argentina hoy es un país del miedo. Del miedo por la salud, por la seguridad individual de las personas, del miedo por el porvenir económico y de muchos otros más. Y esto es producto de los cambios radicales que sobresaltan la nación con cada cambio de gobierno. Somos una sociedad de adictos a la desgracia, cada año estamos peor que el anterior.
La amenaza del COVID-19, de quedarnos sin camas, sin respiradores, nos desplazó como sociedad y nos encaminó el 20 de marzo de 2020 tras la directiva presidencial de guardarnos todos en casa. Y cumplimos con creces. Todo eso hoy fracasó. Fueron medidas atemporales, tomadas antes de tiempo que solo detuvieron la curva de contagios por un tiempo, pero frente al claro hecho de que estamos en 1.000.000 de contagiados “oficiales” y dentro del top 6 de las naciones con más contagios del mundo, el fracaso es absoluto.
Como dijo Favaloro: “Debemos entender que todos somos educadores. Cada acto de nuestra vida cotidiana tiene implicancias a veces significativas. Procuremos entonces enseñar con el ejemplo”.///
Por Jorge Grispo -Abogado, Master en Derecho y en Administración de Empresas