La realidad le gana a la ficción
A la peste del coronavirus se agrega la otra pandemia, la inseguridad de todos los días, durante la extensa “cuarentena o aislamiento obligatorio y preventivo” por el maléfico virus que azota al mundo.
Si bien el auge del delito se aplacó al inicio de las medidas sanitarias con controles más exigentes, allá por mediados de marzo y una parte de abril, la situación se desmadró nuevamente cuando el confinamiento avanzó para quedarse entre nosotros.
Los delincuentes, en principio, dieron “una tregua” a los ciudadanos de bien. Posiblemente, por temor a la amenaza del enemigo invisible que acechaba y decidieron cuidarse de la expansión del Covid-19.
Sin embargo, se produjo el renacimiento de esta epidemia, llamada inseguridad, que asola al país desde hace años y a la que, ningún gobierno, logró enfrentar de forma estructural y sostenida.
En siete meses de aislamiento social con el mensaje constante de “quédate en casa”, los asaltos a mano armada, sustracciones de autos, camionetas y motos, arrebatos y robos en viviendas familiares, marcaron fuertemente una realidad que supera a la ficción.
A esto hay que añadirle que varios de los vehículos sustraídos en plena vía pública o del interior de alguna vivienda, tampoco aparecieron, es decir, no fueron recuperados por sus dueños o encontraron solo partes de ellos. Esto demuestra organizaciones mafiosas que conviven en con nosotros.
La célebre frase de la dialéctica política sobre que “la inseguridad es una sensación”, expresa hace ya años por el verborrágico Aníbal Fernández, fue aplastada por el contexto que atraviesan quiénes han sido, inclusive él mismo, víctimas a diario de la delincuencia.
Y a las distintas modalidades delictivas descriptas en el párrafo anterior, hay que sumarles tres homicidios en plena cuarentena obligatoria en Necochea. Crímenes producidos con diferentes motivaciones, uno de ellos emparentado con el flagelo de la droga y desplegado con absoluta impunidad.
No hay ningún detenido por acribillar a balazos a una mujer ni pistas acerca de quién o quiénes cometieron semejante ataque y muerte. Los dos restantes homicidios, están vinculados a problemas personales entre los protagonistas y con la realización de fiestas clandestinas en domicilios particulares.
A tan variado cóctel, le podemos adherir los casos de usurpaciones de viviendas y terrenos, y la audacia de los ladrones para estafar con llamadas telefónicas en especial a adultos mayores, mediante el famoso y antiguo ardid del “cuento del tío”.
La violencia, presente
Si bien no suelen darse a conocer fehacientemente las estadísticas sobre el delito, la situación en la calle es inocultable. Además, los robos en casas particulares de barrios como Bahía de los Vientos, Parque, Villa del Deportista y Villa Zabala, entre otros, marcan la preocupación real que existe por la inseguridad.
En las primeras semanas de la cuarentena, el flagelo a la vista era la violencia doméstica y de género, con denuncias permanentes que se recibían en las comisarías. Y con el paso de los meses, más individuos dejaron de lado el eslogan “quédate en casa” y salieron a delinquir con firmeza.
Se ha notado también una violencia recargada en algunos sectores del núcleo urbano, con peleas entre vecinos que generan marcado temor a que la situación pueda pasar a mayores ante las diferencias y problemas de convivencia acumulados.
“El día que salgamos de la cuarentena es posible que tengamos un pico de delitos contra la propiedad”, había reconocido un funcionario policial pero la realidad se le anticipó. Y esa aseveración la evidencian quienes han sido víctimas de robos y asaltos en los últimos tiempos.
A todo esto, se puede indicar que no hay ninguna perspectiva a que el contexto mejore en un breve lapso, todo lo contrario. Nadie sabe cuándo se va a aplanar la curva del delito por la constante inacción de muchos actores del Estado.
Lo concreto que el miedo, la bronca y el hastío de los ciudadanos, se refleja a diario, a pesar que algunos miren para un costado.
Servicio ineficaz
Para remarcar la gota de agua que completa el vaso, un servicio de emergencias ha perdido eficacia y deja a la vista la necesidad de recuperar una herramienta vital para el combate contra la inseguridad.
Un verdadero drama lo vivió una ex esposa de un policía cuando se comunicó dos veces con el 911 para denunciar que su ex marido la quería matar, ya que portaba el arma reglamentaria que se les otorga a los integrantes de la fuerza de seguridad.
“De dónde me habla, de qué ciudad, de qué barrio”, “quién es su ex marido, a qué Policía pertenece”, fueron algunas de las preguntas que hacía el operador de la central 911 de Mar del Plata.
Del otro lado de la línea telefónica, la víctima del caso, atravesaba una verdadera odisea, mientras pasaban los minutos y trataba de explicar la situación extrema con su ex esposo, quien se acercaba a su casa armado y dispuesto a cualquier acción violenta.
La mujer, finalmente, fue atacada a balazos por la espalda, mientras el operador desde 125 kilómetros retransmitía el alerta máxima a los móviles policiales más cercanos al escenario del hecho.
Cuando llegaron los oficiales, la víctima luchaba por sobrevivir como podía, con tres proyectiles de la pistola calibre 9 milímetros dispersos en su cuerpo que, de milagro, no terminaron con su vida.
Esta coyuntura la viven habitualmente residentes de diferentes barrios que denuncian algún episodio y deben responder varias consultas de quien recibe, a la distancia y desconociendo absolutamente la zona de donde viene el pedido de auxilio, ante la emergencia.
El Ejecutivo municipal ha iniciado las tramitaciones correspondientes ante el gobierno bonaerense para restablecer el servicio que funcionó en el edificio que comparten la Seccional Primera y la Departamental de Policía.
Y vale recordar que hace algo más de tres años, fue el Ministerio de Seguridad provincial el que decidió modificar la función del 911, que no ha traído soluciones para los habitantes y no favorece a atenuar los embates de la inseguridad, la otra pandemia que soporta la ciudadanía en su conjunto.
Cámaras de seguridad
Salvo la preocupación del Intendente, no se conoce ni ha trascendido públicamente ninguna otra gestión de entidades intermedias ni del diputado provincial Martín Domínguez Yelpo, en apoyo para que Necochea recupere la central de operaciones del 911, en salvaguarda de los vecinos que lo vieron nacer.
No es de extrañar esta pasividad del legislador necochense porque en noviembre de 2016, hace 4 años, la Cámara de Diputados aprobó un proyecto de ley, de su autoría, que obligaba a “las unidades de transporte de colectivos de pasajeros de jurisdicción provincial y municipal que presten servicio dentro del territorio de la provincia de Buenos Aires” a que cuenten con “cámaras de seguridad en el interior de cada vehículo, que filmen en tiempo real y almacenen las imágenes durante un período cierto”.
La iniciativa, promovida por el diputado en aquel entonces de Cambiemos fue respaldada por el gremio de la UTA, que se hizo presente en los palcos durante el debate.
Según el articulado de la ley, luego de recibir su aprobación por el Senado provincial, la existencia de videocámaras debería informarse mediante un cartel indicativo.
Además, las imágenes obtenidas serian confidenciales y sólo podrían ser requeridas por la autoridad pública o judicial. La norma a la cual hacemos referencia hasta ahora no se ha llevado a cabo cayendo en el olvido por el paso del tiempo y también con la indiferencia.