Las costumbres de antes, que ahora están de moda
El regreso de lo simple y lo compartido. Un viaje al pasado con tránsito en la actualidad. Desde enseñanzas de la abuela, hasta cuestiones retro, hoy son tendencia en adolescentes y niños.
En tiempos de pantallas omnipresentes y vidas aceleradas, muchas personas en nuestra ciudad, y en todo el país, están redescubriendo prácticas que, aunque parezcan anacrónicas, ofrecen un refugio frente al vértigo de lo digital. Actividades que décadas atrás formaban parte de la vida cotidiana, hoy regresan con fuerza entre distintas generaciones.
Una de las más visibles es el regreso de los vinilos y cassettes. En ferias, tiendas especializadas o redes sociales, crece el interés por volver a escuchar música desde formatos físicos, valorando el sonido analógico, las tapas ilustradas y la experiencia de sentarse a escuchar un disco completo, sin la lógica del "shuffle" constante. Las reediciones conviven con ejemplares usados, y muchas bandas actuales lanzan sus discos también en estos formatos.
Otra práctica en auge es el bordado, tejido y la costura creativa. Lo que alguna vez fue un saber doméstico casi exclusivo de abuelas, hoy se resignifica como forma de expresión artística, de relajación o de consumo consciente. Talleres, ferias y tutoriales proliferan, mientras cada vez más personas aprenden a coser su ropa o a crear piezas decorativas con sus propias manos.
En ese mismo espíritu de conexión y disfrute sin pantallas, vuelve con fuerza el gusto por los juegos de mesa y cartas. Desde clásicos como la Generala o el Estanciero, hasta cartas como el truco o chinchón, se recupera el placer de jugar en grupo, cara a cara, lejos de dispositivos. También se integran propuestas nuevas o importadas, pero con la misma lógica de pausa y encuentro.
La música también revive en formato tradicional a través de las peñas y guitarreadas. Ya no son solo eventos folklóricos del interior: en plazas, bares o casas, se multiplican los espacios donde suenan zambas, chacareras o tangos, muchas veces interpretados por jóvenes que se animan a rescatar el repertorio nacional, acompañado de empanadas y vino compartido.
Por último, resurgió la costumbre de leer y compartir libros. Los clubes de lectura se multiplican en librerías, bibliotecas y hasta en grupos de WhatsApp. Además, el intercambio de libros usados o la creación de pequeñas bibliotecas callejeras refuerzan la idea de que la lectura también puede ser un acto colectivo.
Frente al consumo inmediato, estas prácticas ofrecen tiempo, pausa y comunidad. Y en esa vuelta a lo simple, quizás encontremos también una forma más plena de vivir.///
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