Las escaleras más deseadas por generaciones de egresados
Las “bajadas” nacieron a finales de los años 50 y son un ícono de los egresados
En otro capítulo de este año lleno de cambios y privaciones, una celebración social que sucumbió ante la cuarentena es el baile de egresados.
Postergado o cancelado, se verá, la falta del festejo es el último golpe al corazón de cientos de jóvenes que despedirán la secundaria como jamás hubiesen esperado. Es que más allá de aprobar el curso, despedir una etapa o el diploma, la ceremonia del egreso, compartirlo con los seres queridos, simboliza mucho más. Y en Necochea, desde hace décadas, ese festejo cuenta además con una marca referencial como lo son las “bajadas”. Esas escaleras tan deseadas por generaciones de egresados y que no encuentran comparación en otras localidades. En Buenos Aires, en La Plata o en Córdoba, se egresa: ceremonia, fiesta y punto. Aquí tiene que haber una escalera. Una tradición que nos marca.
Los comienzos
Construida en 1953 e inaugurada oficialmente un año más tarde, la sede social del Club Atlético Rivadavia y su espectacular salón en el segundo piso no comenzaría a recibir las ceremonias de egresados hasta finales de los años 50. Previamente, los acontecimientos sociales con estudiantes eran las tertulias, donde sólo se ingresaba con saco y corbata, las veladas con una obra teatral que los alumnos creaban en el Teatro París o la celebración del Día de la Primavera en el salón actos de la Municipalidad de Necochea.
En Rivadavia nacieron propiamente las “bajadas”, impuestas por esas dos icónicas escaleras a ambos lados del salón, desde donde los egresados eran presentados en la noche tan esperada para ser saludados por familia y compañeros.
Curiosamente los primeros años la organización estaba a cargo de los alumnos de cuarto año que agasajaban así a los de quinto, y a su vez juntaban fondos para el viaje de egresados. Años más tarde, emprendimientos del club o privados estuvieron a cargo de la organización y de la ganancia, como en la actualidad.
De ayer a hoy
El paso del tiempo, las generaciones, no han modificado la esencia de la noche pero si mutó en varios de sus momentos. Antes no había música a elección, simplemente un maestro de ceremonia daba nombre, curso y colegio sobre una base musical. Los primeros años era tradicional el uso de una orquesta para acompañar la velada y concretar el vals. Ernesto Occhionero y su conjunto, con Enrique Vilar, y La Washington Musical con Néstor Caldera, eran las convocadas.
A fines de los 70’ surgió la posibilidad de elegir una canción para cada egresado, con los éxitos del momento y los de siempre. Los 80’ y 90’ dejaron su huella con canciones que le daban al momento un significado aún mayor, una marca para cada ilusión juvenil. Ya en los años 2000 la música digital permitió los enganchados y editados de dos o tres temas para hoy encontrarnos con egresados que utilizan varias canciones a modo de actos, audios de publicidades, coreografías y diálogos dignos de Tik Tok.
Si se quiere antes era todo más “acartonado”: El egresado y su acompañante en la escalera y abajo lo esperaban con la simbólica flor sus demás afectos. Hoy suben y bajan varias veces las escaleras con hasta amigos y familiares lejanos, se disfrazan y bailan, en un show tan extenso y personal como quizás ajeno y tedioso para el resto de los 700 o 1.000 invitados.
Las voces
Así como lo era la música, en esas bandejas por donde pasaron prácticamente todos los DJs, otro eje de la ceremonia estaba en la locución. El maestro de ceremonias, el presentador, el guía de la noche con la voz, que te lleva del vals, al brindis y ameniza los baches. “¡Palmas, palmas, palmas!” es la frase referencial que quedó en la memoria de muchos de los que bajaron esas escaleras los últimos 30 años. La acuñó Horacio Castelli, el locutor que más egresos encabezó con más de 500 noches. También con su voz dejaron su marca en el micrófono Jorge Mondi, Jorge Christiansen, Raúl Olivera, César San Román, Néstor Chalde, María José Egui, entre otros.
Acontecimiento social
Si bien algunos años los egresos se “mudaron” al Complejo Casino, al edificio Royal Casino, el Club Huracán o la Sociedad Española, el símbolo de “bajar” de una escalera siempre se impuso sobre la competencia. Por algo el salón de Centro Vasco incorporó sus escalones para tomar la posta la última década. Pero Rivadavia tiene el peso de la tradición. Nacido como un egreso, trasciende a los alumnos y es sobre todo un acontecimiento social que toca de alguna manera a toda la ciudad. Desde los artistas, cantantes o bailarines, que amenizan la velada, pasando por fotógrafos y camarógrafos que registran el momento para la posteridad, hasta maquilladores, peluqueros, camas solares, empresas de venta y alquiler de trajes, proveedores del cotillón, la bebida y el lunch, o los taxistas y remiseros que trasladan a los invitados. Con 60 años de historia, por esas escaleras pasaron abuelos, padres, hijos y nietos. Imposible no haberse sentido parte alguna vez.