Las infancias son prioridad, y vos como si nada…
Quienes hoy conforman el 50% de pobres y un 11% de indigentes en la Argentina son personas que fueron abandonadas por el Estado
Por Carina Cabo (*)
Colaboración
Los datos estadísticos dan cuenta del aumento de la pobreza en la Argentina. Unicef refiere a este término no sólo como la escasez de ingresos monetarios, sino que la asocia con otros déficits que comprometen el ciclo de la reproducción del hogar y la familia relativos al hábitat y las condiciones de la vivienda, las características del medio ambiente o el acceso a otros servicios básicos como la salud, la educación, el transporte, el alumbrado público, entre otros. Y, en este contexto, las infancias son protagonistas, carentes de las condiciones mínimas para una vida digna.
En estos días, leía “Los capitanes de la arena”, un libro de Jorge Amado que se sitúa en los barrios de Salvador de Bahía y cuenta la historia de una banda de niños delincuentes, quienes asolaban la ciudad y se refugiaban en un viejo almacén del puerto. Eran niños abandonados a su suerte, cuyos padres habían muerto por la pandemia de viruela y quedaban huérfanos. Hay que reconocer que, en ese entonces, los pobres no accedían a las vacunas.
El libro habla de la pobreza, no sólo material, sino también simbólica, chicos unidos por la miseria y empujados -por una sociedad apática y egoísta- hacia los arenales del puerto de Bahía, donde organizaban su propia comunidad marcada por la delincuencia, pero también por la solidaridad y la inocencia. A lo largo de la lectura queda explicitado el trato de las autoridades a estos chicos, a quienes castigaban casi con fascinación, maltratos que no llegaban a corregirlos.
La obra es una crítica a las autoridades de la época, fue editado en 1937, aunque esa edición fue confiscada y quemada en la plaza pública y recién en 1944, una segunda publicación trascendió las fronteras de Brasil.
La realidad local
En nuestro país quienes hoy son delincuentes, ayer fueron niños desprotegidos, niños sin infancia, como aquellos capitanes de la calle. Quienes hoy conforman el 50% de pobres y un 11% de indigentes en la Argentina son personas que fueron abandonadas por el Estado, un Estado que no deja de repetir en campaña política que las infancias son prioridad, pero que en las políticas públicas dejan mucho que desear.
Días pasados, en la ciudad de Rosario, una niña de 4 años fue encontrada sola en su casa con su perro luego de pasar varios días de que asesinaran a su padre y, ante la alerta de los vecinos del barrio La tablada, intervino Gendarmería y rescató a la menor junto a su mascota famélica.
Otro hecho de esta semana es el de una menor embarazada de 17 años quien dio a luz a su beba en su casa y la atacó con una decena de puñaladas con un arma blanca y murió horas después. Estos casos mencionados, al igual que otros que vemos a diario, como el de niños empujando un carro con cartón en una ciudad que está prohibida la “tracción a sangre” o decenas de chicos pidiendo en las esquinas o vendiendo pañuelitos, nos lleva a cuestionar por qué no están en la escuela, una institución que cobija, abraza e inserta en la sociedad.
Derechos violados
Sin lugar a ninguna duda, se están violando los derechos de las niñas y niños y ninguna entidad reclama; los más chiquitos son ciudadanos y ciudadanas que hoy necesitan ser considerados como tales y que se proteja su vida, su salud, que se les otorgue la posibilidad de hacer deporte, jugar y disfrutar de un ambiente sano, no sufrir humillaciones ni abusos de ningún tipo, a que reciban educación pública y gratuita en todos los niveles, respetando su derecho a ingresar y permanecer en una escuela, entre otros tantos. En este sentido, no sólo la familia o los organismos del Estado están obligados a cumplirlos y hacerlos cumplir, sino también la comunidad en general por solidaridad; es por eso por lo que la ley permite que cualquier ciudadano que sepa que no se respetan estos derechos se presente a la justicia para pedir que se tomen medidas urgentes para que los niños y niñas afectados puedan gozar de los mismos.
Cuando la pobreza atraviesa generaciones no sólo tiene consecuencias materiales, sino también vinculares que no les otorgan a los sujetos las posibilidades de realizarse y vivir dignamente. Ocuparse de las infancias es un tema inaplazable y la sociedad no puede permanecer inalterable ni ajena a un problema que nos afecta a todos.///
(*)Doctora y profesora en Ciencias de la Educación